Por: Lic Adela Soto
Víctor
no fue siempre este hombre con la ropa rasgada y descalzo que vemos por
las calles pinareñas a la casa de unos centavos, o pidiendo un pedazo
de pan para poder calmar sus jugos gástricos.
Tampoco
fue el mendigo que todos apodan “Mala sangre”o Chuleta” que duerme
sobre el primer banco de un parque o en los asientos de la terminal de
ómnibus provincial, donde a la hora de realizar el aseo del inmueble lo
levantan a gritos e improperios, tildándolo de loco.
Víctor una vez fue niño, adolescente y hombre dedicado por entero a su especialidad en números.
Dirigió
con valentía una de las tantas empresas cubanas, se aferró a los planes
anuales y del quinquenio, y defendió con uñas y dientes los sobre giros
económicos cada vez que a su director se le encaprichaba formar un
precio, sin tener presente esta política y los pasos a seguir en la
modalidad financiera, la que por muchas veces se llevó a la banca rota
el presupuesto estatal.
Todo
esto lo enfrentaba Víctor, pero no se quejaba, porque era fiel a sus
principios y lo importante y sagrado era el deber cumplido y hacer todo
lo posible por su país, aunque sus hijos carecieran de su presencia en
las noches de descanso y en los fines de semana.
A
pesar de que su esposa Maria estuviera embarazada y presentara
cualquier dolencia, porque su tiempo estaba siempre cronometrado.
Y
así se le veía por las calles de Pinar del Rió, con su maleta en mano
repleta de papeles y sin tiempo ni para dar los buenos días a sus
vecinos, ni compañeros de trabajo.
Muchas
veces almorzaba o comía en la oficina donde laboraba y encima del buró a
causa de los intensos proyectos que empezaba afanosamente y tenía a
mitad del camino por órdenes superiores que cambiar por otros, pero no
se quejaba porque como buen cubano y revolucionario callar, soportar, y
cumplir eran sus mejores virtudes.
Muchas
veces nuestro Víctor fue seleccionado por la masa sindical como
“Trabajador ejemplar” “Vanguardia del mes” Vanguardia del año”
“Destacado” y hasta “Héroe del Trabajo” por su destacada labor y participación en todas las tareas asignadas por el PCC
Sin
exagerar puedo decirles que Víctor integró las filas del partido como
militante desde muy temprana edad, gracias a su actitud y disciplina
partidista, y todas las zafras supieron de su presencia voluntaria,
porque llegó a ser uno de los mejores macheteros y recolectores de
tabaco. También apoyó las microbigradas, e hizo cuanto trabajo
productivo o voluntario se le asignaba.
Era
todo un hombre nuevo, sin manchas del pasado, por eso un día fue
seleccionado para ir a cumplir una misión internacionalista a Angola.
_!
Eres lo máximo!- Le decían sus amigos y colegas de trabajo, y el se
sentía feliz, dichoso, e importante y con todos estos sentimientos una
mañana del mes de julio salió a defender otros parajes del mundo,
dejando por detrás sus cuatro hijos y a Maria la fiel esposa a punto de
dar a luz.
En
Angola estuvo por dos años y tres meses, enfrentado las tropas
enemigas. Sufrió de inmensas heridas de balas, y por muchos meses tuvo
que estar hospitalizado a causa de la malaria y el tifus, pero no
desmayaba en su intento, y seguía al frente de la encomienda como todo
un soldado cubano.
En
Angola perdió a la esposa, porque se cansó de ser la última y alguien
le ofreció compañía. Los hijos se acostumbraron a no verlo nunca y como
es natural escogieron cada uno su destino y fueron pasando su presencia a
segundo plano. En fin en Angola perdió todo vínculo filial y dejó uno
de sus miembros inferiores, así como un dedo de la mano derecha, aunque
el pecho se lo llenaron de medallas por el deber cumplido, y varios
diplomas de congratulación.
Cuando
Víctor regresó a su país, ya no era el hombre fuerte que enfrentaba
todas las batallas, ya no era el trabajador destacado, ni el hombre
integro que dedicaba horas enteras al trabajo, se había convertido en un
mutilado de guerra, en un estorbo para la sociedad, un jubilado,
pensionado con una mísera chequera que no le alcanzaba ni para empezar
el mes.
A
causa del tiempo que ahora si le podía dedicar a la vida, fue
descubriendo cual había sido su trayecto por ella, y se dio cuenta que
lo había dado todo a cambio de una inmensa soledad y desamparo.
Muchas
fueron las realidades que tuvo que enfrentar nuestro Víctor, hasta que
la decepción lo invadió de pies a cabeza y decidió tomar otro camino con
el objetivo de mejorar su autoestima tan lastimada, pero por mucho que
trató de enmendarlo, todo le fue imposible porque una enfermedad mental
se estaba apoderando de su cerebro.
Médicos,
especialistas en psiquiatría, sicoterapias colectivas, psicotrópicos,
calmantes, sedantes, en fin hasta 10 electrochoques, para mejorar sus
psicosis de guerra, pero las respuestas fueron todas negativas y no le
quedó otra opción que engrosar la fila de los enfermos mentales.
Como
es de imaginarse el hospital no fue su salvación, por lo que decidió
vagabundear de un lugar a otro. Unas veces ausente presente, otras
pensando que le era necesario conocer de cerca el mundo que lo rodeaba, perdido en las tinieblas de sus responsabilidades hasta ese momento.
En
fin todo lo había perdido, hasta el hogar lo cambio en medio de sus
crisis por una botella de guarfarina para ahogar las penas del alma.
Quienes
lo conocieron no se detienen a su paso, ni le brindan protección
alguna. Los que no lo conocieron lo ven como un mendigo más de la
sociedad cubana.
Pero
quién fue este hombre, lo que dio y lo que hizo por su país, de acuerdo
a su intocable ideología, eso nadie lo pregunta, y si lo sabe cada cual
responde a su propio criterio.
Lo
cierto es que Víctor se ha convertido en un guiñapo humano, un hombre
con las fieras vencidas y en un país donde lo que hiciste no es
importante, sino lo que estas haciendo ahora.
Méritos
y medallas, diplomas y decondecoraciones pasaron al olvido, su vida
descansa dentro del alcohol y los disturbios mentales, donde unas veces
se cree El Rey del mundo, otras Napoleón, o Ulises, mientras sus ojos
redondos y cansados se afanan en buscar un rostro amigo.