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Wednesday, September 12, 2007

PSICOLOGIA

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR


POR: ADELA SOTO ALVAREZ







Cuando hablamos de violencia intrafamiliar, muchos piensan que esta se manifiesta en los últimos tiempos con mayor severidad a causa del mismo desarrollo social del individuo que la profesa, pero no es así, esta existe desde tiempos remotos, y es un tema que en los años actuales ha crecido considerablemente a causa de la falta de conciencia que tienen los hombres a lo largo y ancho del mundo, incluyéndoles la increencia religiosa, y la falta de consideración hacia su prójimo.

Comprender este hecho a veces resulta difícil, aunque cualquiera por incauto que fuese lo descubriría con tan sólo una palabra ofensiva por parte del agresor, y que siempre llegan a causar un daño irreparable en la psiquis del agredido.

Diferentes planes y programas han sido creados por organizaciones dentro de la sociedad civil que luchan contra este flagelo que tanto daño hace a mujeres, hombres, niños, niñas y ancianos. Pero a pesar de esta iniciativa creadora por el bien de la humanidad, la violencia continua como uno de los problemas sociales de mayores dimensiones, que afecta diariamente y de forma sistemática a importantes sectores poblacionales.

Cuando decimos violencia intrafamiliar o violencia domestica, nos referimos a la forma endémica de la violencia entre parejas, donde en casi todos los casos predomina la física, psicológica y sexual.

Según estudios realizados en la América Latina, incluyendo a Cuba, se conoció que más de la mitad de las mujeres han sido abusadas por sus respectivas parejas, y la mayoría ha tenido que ser recluida en hospitales psiquiátricos, o se ha tenido que poner en manos de un Psicólogo para poder definir la conducta a seguir. Aunque hay un gran por ciento que otorgan la violencia que reciben a diario, por miedo, autoestima baja, codependencia, o a causa de prejuicios o costumbres patriarcales.

Esto demuestra que la prevalencia de la violencia significativa constituye un serio problema también en la salud, aunque muchos no lo sospechen siquiera, incluyendo que en toda sociedad puede transformarse en una barrera para el desarrollo económico.

La violencia intrafamiliar o domestica no es más que la acción u omisión cometida por cualquiera de los miembros de una familia en relación al poder que impere en ella, sin importar el espacio físico donde ocurra, por lo que existen muchos tipos de agresiones que al parecer no son manifestaciones de violencia y sin embargo lo son y todos debemos conocerlas para evitar ser invadidos por este mal que acaba con el mundo civilizado.

Comenzaremos por describir la Violencia Física que llega repleta de golpes, mordidas, patadas, y empujones. Le sigue la Sexual, donde el hombre o la mujer fuerzan la relación intima, y amenazan de forma intimidatoria, u obligan a realizar el coito como si la otra persona fuera una maquinaria a su disposición.

También dentro de la violencia tenemos la Psicológica, que va cargada de palabras obscenas, y calificativos destructivos, resquebrajando la autoestima de la otra persona, por ejemplo, “No sirves para nada, eres una o un inútil, bruta, flaca, gorda, barrigona, tienes mal olor, etc., incluyéndole la afirmación de defectos físicos.

La Violencia Patrimonial, que llega cargadita de ímpetus, contra objetos de la cocina, muebles, ropa, y otros implementos del hogar sea cual sea.

Y la peor de las violencias, la codependiente pues esta busca alivio en alguna adicción para "anestesiarse" ante su dolor.

A veces lo hace a través de relaciones personales disfuncionales y muchas veces dañinas; o mediante adicciones al dinero, el sexo, la ira, las drogas, la bebida, etc.
El codependiente está atado a lo que le sucedió en su familia de origen y se siente internamente torturado por ello, aunque la mayoría de las veces no se da cuenta de lo que le está sucediendo.

Es bueno saber que dentro de todos estos tipos de violencias relacionados arriba, también puede incluírsele el abuso psicológico repetido, el ataque sexual, el aislamiento social progresivo, el castigo por cualquier razón, la intimidación y la suspensión económica.

Por lo que entendemos que la violencia no es más que diferentes modelos de conductas coercitivas que involucran en su totalidad el abuso constante contra otra persona.

Algunos psicólogos consultados señalan que los actos de violencia intrafamiliar son básicamente expresados ante la falta del control de los impulsos, la carencia afectiva y la incapacidad para resolver problemas, y en algunos casos a causa de la ingestión de drogas y alcohol.

Pero cualesquiera que sean las causas, la violencia es algo tan repulsivo y degradante para cualquier persona que la reciba, que es necesario evitar los factores de riesgo que la provocan, y eso debe comenzarse desde la cuna, para evitar las marcas imborrables que quedan en la vida de los seres humanos agredidos.

Estos golpes al corazón como diría un poeta, donde entran los físicos, sexuales, psicológicos y patrimoniales, acarrean al individuo que los recibe muchas consecuencias futuras, incluyendo la trascendencia que van heredando las nuevas generaciones.

El amor, es el sentimiento más hermoso que debe prevalecer en el ser humano y es libertad, por lo que se va deteriorando a través de los abusos de la violencia, en este caso también entra la del silencio total, que es otra de sus manifestaciones que no es otro que mantenerse sin comunicación hacia otras personas con quienes convivimos, sea nuestra pareja, o no.

Yo diría que el silencio es el peor de los castigos, porque afecta la identidad, y la escultura sicológica y cuando es prolongada hace muchísimo daño en la psiquis humana.

Todos estos golpes emocionales y psicológicos hacen mucho daño tanto a adultos como a niños. Un beso, un halago, una palabra de amor, es el mejor bálsamo para cualquier persona. Creo que nadie tiene derecho de maltratar a nadie, porque el hombre nació para dar amor, para comunicarse, para convivir en sociedad, para ser ejemplo de generaciones, procrear, y extenderse por la tierra, fructífero y sano.

Cada uno de nosotros tenemos una necesidad innata de recibir amor. A esta necesidad la podemos llamar "el depósito”. Como cuando nace un niño, que trae el depósito vacío y por eso es nuestro deber llenarlo de amor y armonía, para que crezca saludable y no agresivo y llegue a la adultes sin tener que pasar por estas manifestaciones tan degradantes en la vida de un ser humano.

Nunca al principio de la mayoría de las relaciones aparece la violencia, por eso hay mujeres que dicen “que es bueno estar comenzando siempre” Pero esto no es la solución al problema. Aunque no es menos cierto que en los primeros meses vas a encontrar en la otra parte un comportamiento positivo, pues cada persona muestra su mejor faceta, por supuesto que si fuera diferente ninguna pareja llegaría al final de la relación.

Se ha llegado a esta conclusión a través de investigaciones en más de una veintena de parejas maltratadas, las que afirman que después de pasado unos meses, comienza la desatención excesiva del principio, las palabras amorosas se convierten en grotescas, o simplemente desaparecen, y van cesando lentamente muchas cosas importantes que hicieron que la pareja se comprometiera y hasta se enamorara.

Podemos decir que la dinámica de la violencia pasa por tres fases, por lo que da paso a un estrés prolongado y de ahí a la enfermedad psicológica, a causa del comportamiento agresivo, primero hacia objetos, portazos, arrojar cazuelas, vasos, lápices, o romper cosas, y esto sucede porque el agresor va encontrando alivio a su tensión realizando estos actos tan indignos.

La violencia se va moviendo lentamente como un espiral, desde la agresión a las cosas hasta llegar al ataque a la pareja, incluso puede haber un aumento del abuso verbal y físico, que ha llegado hasta el asesinato.

La pareja maltratada ante estas manifestaciones hace todo lo posible por modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia. Por ejemplo: mantener la ropa limpia, la casa cada vez más ordenada, a los hijos tranquilos y silenciosos, etc., pero a pesar de esto el abuso físico y verbal continúa, y muchas veces la mujer comienza a sentirse responsable de la injusticia que contra ella se comete a diario, llegando hasta pedirle perdón al agresor para complacerlo y tenerlo calmado.

Muchas veces el agresor se pone obsesivo y celoso y trata de controlar todo lo que la mujer hace, quiénes son sus amistades, cómo se viste, adónde va, con quién está, y muchas veces espía las conversaciones que esta tiene con alguna amiga.

Por lo que hace todo lo posible por aislar a la victima de sus amistades y familiares, inculcándole qué si están juntos ella no necesita a nadie más. O que lo hace para evitar que les metan cosas inciertas en la cabeza, y que puedan incidir en sus relaciones.

Esta primera fase que les acabo de explicar, difiere según los casos. La duración puede ser de semanas, días, meses o años y se va exacerbando con el transcurrir del tiempo.
La segunda fase es donde aparece la necesidad de descargar las tensiones acumuladas. Por lo que el agresor hace una elección acerca de su violencia.

Decide tiempo y lugar para el incidente, hace una elección consciente sobre qué parte del cuerpo comenzar a golpear y cómo lo va a hacer para lograr el objetivo.

Cuando se siente descargado en su impotencia, le va desapareciendo la agresividad y por ende el deseo de golpear y ofender, y si por casualidad hay intervención policial, entonces lo podemos ver totalmente calmado, relajado, negando el incidente, y culpándola a ella de todo, acusándola de mentir a las autoridades, en fin se convierte en un ángel con alitas y todo.

Mientras podemos apreciar a la agredida, histérica, confundida sin saber para donde coger, y dando gritos a todo pulmón a causa de la impotencia y la vergüenza de ser un trapo para el marido.

Ahora viene la tercera y última fase de este tipo de violencia, que no es otra que la del arrepentimiento, las lágrimas de cocodrilo, las explicaciones de los por qué y los por cuántos, y al final el sexo, más animoso que nunca, como si estuvieran nuevamente en plena luna de miel.

En esta fase, puede suceder que el golpeador tome a su cargo una parte de la responsabilidad por el episodio agudo que ocasionó, dándole a la pareja la esperanza de algún cambio en la situación para el futuro, y los ven tranquilos y actuando como si nada hubiera sucedido entre ellos, incluso prometen buscar ayuda, no volver a hacerlo, y si alguien trató de entrometerse para bien, lo separan de la amistad para que no se entere del cambio que va dando por su conveniencia.

Por supuesto que en estos casos cuando la relación continua como si nada hubiese sucedido, existen muchas posibilidades de que la violencia haga una escalada y aumente su severidad y prolongación de los episodios. Muchas veces va creando repulsión, y hasta odio, entre ambos cónyuges.

Todo esto pudiera evitarse en el futuro si el agresor pidiera ayuda, y la recibiera en tiempo, y aprendiera a dominar su estrés, entonces las cosas pudieran cambiar, aunque en la mayor parte de los casos los ciclos de agresión se retroalimentan en el agresor y regresan con mayor fuerza y comienza todo nuevamente. Golpes, patadas, palabras obscenas, desestabilizadoras, portazos, en fin todo sigue en la misma tragedia, o peor.

La historia ha demostrado que los hombres o mujeres violentas vienen de hogares violentos, y suelen tener trastornos psicológicos, muchas veces incurables a pesar de la ayuda que reciban por parte de especialistas en el tema, pues todos tienen un perfil determinado de inmadurez, dependencia afectiva, inseguridad, y son inestables emocionalmente, impacientes e impulsivos, y egocentristas.

Se conoce que los agresores trasladan habitualmente la agresión que han acumulado en otros ámbitos, hacia sus mujeres por el miedo al abandono, y por eso privan a la pareja de sus dependencias, también atacan a la mujer públicamente, y reaccionan de forma violenta ante cualquier discusión por simple que esta sea. Y aunque dependen emocionalmente de otra persona insisten en que su pareja haga lo que el quiere.

Existen casos de habilidad manipuladora, y el agresor presenta a su esposa como exagerada en sus quejas o simplemente como loca.

Quien ha sufrido violencia física tiene huellas visibles y puede lograr ayuda más fácilmente. Sin embargo la víctima que lleva cicatrices de tipo psicológicas le resulta más difícil poder curar las mismas.


Dentro de ese abuso psicológico de los maridos que golpean (lo que se llama en psicología la triangulación), hay otro tipo de abuso: utilizar a los hijos para hacerles sentir culpables a las esposas. En este caso los hijos sirven de mensajeros: "dile a tu madre que..." o tu madre es la culpable de, o yo la quiero pero ella no me comprende, o simplemente, tu madre no sabe hacer las cosas, y yo lo que hago es por su bien. Etc.

Muchos esposos para predominar su autoridad a la fuerza las amenazas a través de los hijos, diciéndoles que si no cambian le van a quitar al hijo, todos estos son abusos psicológicos que preceden al abuso físico.

Estos agresores frecuentemente son persona aislada, sin amigos cercanos, celosos y tienen muy baja autoestima, lo que les ocasiona frustración y esta se desemboca en actitudes de violentas. Lo cierto es que la mayoría tiene falta de amor filial. Una madre o un padre abusivo, o fue abandonado en la infancia.


A la violencia física precede, a veces, años de violencia psicológica. La violencia psicológica es, despreciar a la mujer, insultarla de tal manera, que llega un momento en que esa mujer maltratada psicológicamente, ya cree que esos golpes se los merece. Y qué difícil es convencer a una mujer de que vaya a pedir auxilio cuando cree que no lo necesita.

Hay mujeres que se avergüenzan por lo que les sucede y hasta se creen merecedoras de los abusos. Por eso prefieren mantenerlos en secreto , y esa situación puede prolongarse durante años. Los que maltratan a sus víctimas lo hacen de acuerdo a un patrón de conductas heredadas.

La intimidación es también un abuso. "Si dices algo te mato." Muchas mujeres no se atreven a hablar, por las amenazas que sus maridos o sus compañeros lanzan contra ellas. Se conoce que muchos utilizan en la amenaza cuchillos, revólveres, palos y objetos punzantes.

La violencia doméstica podemos designarla como el uso deliberado de la fuerza para controlar o manipular a la pareja o al ambiente más cercano.

En muchos casos estos abusos impiden que la mayoría de las mujeres dejen ese hogar violento. Pues a esa violencia psicológica a que están sometidas muchas mujeres, es más horrorosa que el abuso físico.


En una encuesta realizada en Ciudad de la Habana pudimos apreciar que la mayor marca de abuso que queda para toda la vida en cualquier mujer ha sido el desprecio, tanto de esposos, como padres e hijos, las palabras hirientes, son mucho más destructivas que los golpes, afirmaron más de un 90 por ciento.

Laura concluyó diciendo que los golpes se alivian, pero la humillación es la que más duele pues destruye la integridad emocional y espiritual de la persona que la recibe.