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Tuesday, August 04, 2009

CRONICA "EL MALECONAZO EN SU QUINCE ANIVERSARIO"

Por Adela Soto Álvarez
“Fue una gran rebelión yo diría que la más grande, donde el pueblo cubano mostró su valentía y decoro como volcán en plena erupción clamando justicia”.

Se acerca el cinco de agosto, e inevitablemente a mi memoria llega La Habana de ese día, bajo el más bravío de los soles caribeños.

Recuerdo que Mérida me llamó por teléfono para contarme lo que hacia días se venia rumorando, pero que ya a esa hora no era un rumor popular, algo grande estaba pasando cerca de la Bahía.

Un grupo de hombres y mujeres salían a las calles de La Habana en busca de libertad a cualquier precio. Era el cinco de agosto del 1994 día en que ocurrió uno de los acontecimientos más increíbles de rebeldía a treinta y cinco años de dictadura castrista.

Le pregunté qué si sabía los detalles, me dijo que todo parecía cierto, que había ya muchos cubanos acumulados en los muelles de Luz y de Caballería. En el mismo lugar donde se coge la lanchita de Regla y Casablanca, y que se decía que habían secuestrado a otra lancha con cientos de pasajeros.

Sus palabras me emocionaron de sobremanera, estaba segura que lo lograrían, aunque desde el secuestro de las dos lanchas anteriores la policía peinaba la zona como lobos de presa.

Incluso muchas personas para poder abordar la lancha de tránsito por la bahía, tenían que dormir en el paseo de la Alameda de Paula, o en los parques aledaños a la zona, pues de noche la embarcación tenía prohibida la trayectoria.

Mérida me afirmó que ella junto a Mercedes y otros opositores iban para el lugar en busca de noticias, que me podía ir con ellos, o que fuera detrás.

Nunca se me olvidará cuando íbamos llegando a la concentración multitudinaria que tapaba la entrada del puerto y los puentes de hierro elevados por donde circulan los trenes de carga de la flota pesquera.

Todo estaba repleto de jóvenes cubanos desde la Avenida del Puerto, hasta la entrada del túnel de la Bahía.

Tan compactada estaba la muchedumbre que Omar tuvo que dejar su bicicleta y continuar a pie, al igual que lo tuve que hacer yo, junto a Mercedes, Mérida y Placido un fiel amigo de ambas que encontramos llegando al lugar.

Allí también estaba con su camarita fotográfica, absorbiendo todo lo que acontecía Vladimir, fotos que después fueron enviadas a diferentes agrupaciones opositoras en el exilio. Y que por este acto fue uno de los detenidos y acusado de revoltoso.

Según fuimos ganando espacio pudimos acercarnos a duras penas al muro del malecón, donde se apiñaban miles de personas preparadas con cámaras de fotingo, salvavidas, patas de rana, y otros implementos originales y rústicos, pero con tremenda disposición, esperando el momento adecuado para tirarse al amplio mar, que lanzaba sus olas fuertemente contra los arrecifes

Era mucha la confusión, pero aún así los opositores comenzamos a circular el lugar en grupos dispersos, captando todo lo que sucedía para informar con exactitud los increíbles acontecimientos, conociendo de antemano, que los medios oficiales jamás darían un informe verídico y mucho menos detallado, ni a la prensa extranjera ni al pueblo. Por eso fue tan necesaria nuestra presencia.

Los que se unían a la estampida poblacional preguntaban asombrados lo qué sucedía. Muchos sin poder comprender, que era el pueblo enardecido en espera de una oportunidad para poder huir en busca de la paz que les usurpan.

En esos días había corrido un comentario callejero que ese cinco de agosto llegarían a las orillas del Malecón embarcaciones procedentes de la Miami a rescatar a sus familiares, como ocurrió en Mariel en los 80.

Por eso la gigantesca afluencia de personas desesperadas por ver aparecer en el horizonte aunque fuera una luz de esperanza y poder salir del pedazo de tierra que los aplasta y consume.

Todos se mantenían firmes, a pesar del acecho policía, que vigilaba desde camiones soviéticos, otros en ladas y a pie, así como emboscados en los recodos de las esquinas, todos en franco acecho y esperando la orden de atacar.

Frente a la Aduana había paneles herméticos colmados de guardias vestidos de civil. Hasta algunas pipas de venta de refresco aparecieron en el lugar, donde a la vez que vendían su producto vigilaban los sucesos.

Nancy mi prima y su familia, al igual que un nutrido grupo de vecinos de San Miguel del Padrón, Juanelo, Florida, y La Habana Vieja entre otros, llevaban varios días sentados sobre el muro del malecón, a agua sol y sereno, en espera de las lanchas rápidas de la Florida, con la vista fija en el horizonte, seguros de qué ese día sería el fin de sus cuitas.

Como pasaban las horas y nada ocurría, en su desesperación, el esposo de mi prima Nancy y otros tantos, pensando en una solución inmediata, abordaron un remolcador que se encontraba atracado frente al ministerio de la Marina de Guerra.
Con todas las esperanzas puestas en aquel transporte marítimo, subieron a él en estampida, pero por desgracia el remolcador no tenía motor y tuvieron que abandonarlo, después de revisarlo de punta a punta.

Fue aquí donde comenzó la gravedad del asunto, pues la policía al verlos sobre el remolcador comenzaron a golpearlos, o mejor dicho a golpearse de ambas partes, pues por primera vez vi con mis propios ojos como el pueblo se enfrentaba a la gendarmería nacional y política con uñas y dientes.

Ante la envestida que duró por un buen tiempo, entre patadas, empujones, piñazos, bastonazos, piedrazos, y zapatazos, pues muchos para defenderse se quitaron los mismos y se los lanzaron por la cara a los policías, la mayoría vestidos de civil disimulando ser el pueblo.

Indignados ante la agresión recibida, una parte del grupo se organizó de forma increíble, y dirigidos solamente por la gran cólera, comenzaron a marchar por la Avenida del Puerto en La Habana Vieja rumbo al Malecón.

Aquello había que verlo, y escucharlo personalmente para poder creerlo, gritaban consignas contra Castro, el comunismo, el régimen, a la vez que pedían a todo pulmón Libertad. Libertad, y más Libertad, y que se respetaran Los Derechos Humanos.

Detrás de este grupo de más menos una veintena, marchaban otros por las aceras, y por la misma calle en señal de apoyo, o curiosidad.

Hasta que llegaron frente al Palacio del Turismo donde la emprendieron a pedrada limpia contra los ómnibus de esta institución. Así como contra las vidrieras de algunas tiendas de recaudación que hacia poco habían comenzado a realizar sus ventas en los alrededores, posterior a que despenalizaron el dólar, él que estuvo prohibido y sancionado de forma represiva y ridícula.

Nunca pude imaginarme de dónde salía tanta gente, pues por cada calle que pasaba la concurrencia de cubanos se les unían más. Muchos de espectadores pasaban a manifestantes.

Así sin detenerse ni dejar de gritar consignas antigubernamentales continuó avanzando el gentío por la ancha avenida del Malecón.

No hubo ni una sola vivienda de esta zona que no abriera sus puertas y ventanas y saliera a sus portales o balcones a apoyar a la concurrencia de manifestantes aunque fuera con la mirada.

Cuando llegaron a la bocacalle de Galiano y frente al hotel Deauville comenzó nuevamente el bombardeo de pedradas contra las vidrieras del lugar. También hubo roturas de cristales de ómnibus, vehículos, y uno que otro piedrazo contra el que se metió en el medio.

El grupo estaba frenético, sediento de decir y hacer, y furiosos por los abusos cometidos por parte del aparato represivo, momentos antes cuando subieron al remolcador.

Cuando no habían llegado a la calle Lealtad rumbo a Neptuno, el bullicio era mucho más concurrente. Allí si acabaron con casi todas las vidrieras de las tiendas del dólar, en protesta. Por cada cristal derribado gritaban con más fuerza pidiendo ¡Libertad! ¡Abajo Fidel y el comunismo!

Mercedes, Mérida y yo seguimos subiendo, y al llegar a la calle Zanja, nos tuvimos que escurrir detrás de las columnas para no ser detectadas por la gendarmería política, que temerosa y mirando para todas partes ya comenzaba a dejarse ver con aire intimidatorio.

A pocos metros de la Unidad Policial de Dragones había un gran grupo de policías uniformados, con armas largas, en forma de cordón humano, con el objetivo de no dejar llegar a la concurrencia al cuartel.

Nunca podré olvidar que desde nuestro escondite escuchamos una voz intrépida que grito a todo pulmón: ¡Hay que darle candela a La Habana!

Este grito que sonó como un gran relámpago puso en sobre aviso a la gendarmería, que de inmediato comenzó a recorrer las zonas del conflicto, desde los muelles de la Habana Vieja, hasta la calle Reina de esta hasta el Malecón, y de la Avenida del Puerto hasta Belascoaín.

Comenzaron a moverse a pie, y sobre vehículos de diferentes tipos, desde patrulleros, hasta ladas particulares, camiones soviéticos. Bicicletas, y motos.

Además por doquier veías múltiples tanques de basura bloqueando las calles para evitar que los manifestantes la emprendieran contra los turistas extranjeros.

Hoy memorizando pienso que en éste gran acontecimiento de rebeldía nacional tuvo que haber participado más de cien mil personas, porque todas las cuadras se veían repletas de gente.

Ya sobre las cinco o seis de la tarde el despliegue de policías era inmenso, tropas especiales, milicianos, militares, policías de civil, policía nacional, brigadas de Respuesta Rápida y hasta el Contingente Blas Roca sitio las zonas implicadas.

Todo parecía el fin de la dictadura castrista. Pero el enemigo acechaba emboscado y ladino tras el disfraz de las Brigadas de Respuesta Rápidas, haciéndose pasar por civiles, y con pañuelos en la cabeza para dar la imagen de pueblo enardecido, y en el mismo lugar donde se alza majestuosa la estatua del General Antonio Maceo, comenzó nuevamente la lluvia de golpes contra el grupo, pero esta vez al duro y armados.

Los manifestantes fueron apaleados con porras, cabillas, tubos, y cualquier tipo de objeto fuerte que pudiera al golpear matar o destruir el cuerpo que atacaban. Uno que otro empuño también su pistola contra los jóvenes aunque no se atrevieron a disparar.

Fue un acto de cobardía extrema pues los jóvenes estaban desarmados, solamente algunas piedras recogidas al azar por el mismo camino que transitaron con sus consignas en contra de la dictadura comunista. Por lo que no pudieron defenderse del fascismo azuzado que con toda la rabia de la prepotencia se les vino encima.

Ante las bajas de heridos que comenzaron a ocurrir, no les quedó otra posibilidad que evitar los ataques dispersándose de inmediato.

Por lo que empezaron a circular rápidamente por la zona central de la Habana, la calle Belascoaín, San Lázaro, Neptuno, y el Barrio de Colón.

Pero a pesar de tener que alejarse del lugar, no dejaron de gritar sus consignas contra el régimen totalitario pidiendo independencia, y que se terminara de una vez por todas con la tiranía castrista.

Recuerdo que para darle legitimidad al episodio horas después se presentó en el lugar de los hechos el dictador cubano Fidel Castro

De forma sarcástica y para restarle importancia al acto de rebeldía nacional que se efectuó en aquella zona habanera, dijo “que venía a recibir también su cuota de "balas y piedras".

Recorrió a pie y escoltado hasta los dientes algunas calles hasta el Castillo de La Punta, al final del Paseo del Prado. Allí se detuvo y después de vacilar las palabras como es su costumbre, dijo a la prensa extranjera.

"Lo importante es que el pueblo está librando esta batalla y por eso yo estoy junto al pueblo".

Jamás escuché tamaño descaro y mentira. Por qué no dijo que era el pueblo el que se había rebelado contra él y su camarilla de totalitarios.

Pero el dictador padece de un orgullo superdotado con una inmensa capacidad increíble en eso de invertir términos, por lo que no era para extrañarse escuchar sus declaraciones tergiversadas sobre el por qué de la multitud iracunda de cubanos.

Dentro del país todo se quedó sin conclusiones. Nadie supo cuántos fueron los heridos, ni la cantidad de detenidos que hubo.

A partir de este incidente que se trató de ocultar ante los medios, y la población, dándole al pueblo una panorámica diferente a la realidad, y ya controlada aparentemente la situación, se desató una paranoia y una sed de venganza contra los cubanos imposible de creer.

Comenzaron por el barrio de Colón, casa a casa, y persona a persona, involucrando a culpables y no culpables de haber participado en la manifestación del día cinco de agosto.

Para la represión política todos los vecinos de estas zonas eran sospechosos, por lo que para lograr sus objetivos el gobierno le dio la tarea a los Comité de Defensa de la Revolución para que con sus lupas y chivatería, delataran en menos de veinticuatro horas a los participantes, simpatizantes, y hasta si alguno sonrió ante el paso de la muchedumbre

En un alarde de poder, y para infundir miedo, se trazó un plan entre las Brigadas de Respuestas Rápidas, los Cederistas, y los jóvenes comunistas.

También infiltraron en el complot a militares de civil, que dirigidos por el secretario general de la UJC efectuaron a la mañana siguiente una contra marcha por las mismas calles transitadas, vociferando contra los “gusanos” "traidores", "vende patrias" y "contrarrevolucionarios" y dando vivas al dictador y a su intocable revolución.

Fue tanta la represión, el acoso y la petulancia derramada a partir de este momento contra cualquier persona que disintiera del régimen, que fue mucho más imposible sobrevivir en la isla si no estabas integrado.

Por eso mientras la represión y el acoso se extendían con mayor fuerza por cada barriada, limitando aún más las libertades, dictando leyes en contra de los desafectos hasta llegar a la Ley Mordaza, y otras leyes de carácter intimidatorio y cruel.

La disidencia seguía organizándose, no solamente en grupos opositores, sino en agencias de prensa independiente, con el objetivo de denunciar al mundo cuánta violación existe en la isla, y terminar más temprano que tarde y de forma pacífica con el sistema totalitario que esclaviza a nuestro pueblo.

En Cuba por primera vez después de la toma de poder del Castrismo no había ocurrido una protesta cívica con casi miles de manifestantes, que circulara por todo el litoral habanero en busca de una posibilidad para huir de un régimen que les roba sus derechos.

Fue una gran rebelión, yo diría que la más grande y donde el pueblo cubano mostró su valentía y decoro, como volcán en plena erupción clamando justicia.

Después de éste día muchos han emitido diferentes criterios sobre el Maleconazo, incluyendo opiniones detractoras, yo diría que fue un brote de rebeldía espontáneo, que surgió en defensa propia y contra la rabia que provoca la presión y el abuso.

A partir de este disturbio aconteció la fuga de miles de cubanos hacia Estados Unidos en las más precarias embarcaciones, lo mismo se tiraban al mar en una balsa, que en lanchas rusticas, camiones y autos náuticos creados por la inventiva de la desesperación. Lo importante para el pueblo era huir a cualquier lugar del mundo donde prevalezcan sus derechos.

La revuelta contra Castro y la huida masiva de los balseros, aunque no todos lo vean así, han sido dos signos diáfanos de la descomposición del régimen de La Habana. De su ineptitud, y tambaleo.

El Maleconazo. Los hechos del cinco de agosto. El día de la resistencia cubana, como quieran llamarle, demostró que todo se puede si el valor y la interesa nos acompaña.