Creí que nada seria
Destruido
Era dueña absoluta
Del instinto
Y quise purificarme
Sin importarme la cera y sus desastres
El final de las letras.
Los bordes
El
martillo
Muchas historias crecieron
Moldeadas a mi antojo
No había fuerzas para doblar la página
Sus dedos, el instante, la más pequeña huella
Le servían de abono a la utopía
Comenzaron a descubrirse los secretos
El afán vicioso
De los cuerpos esculpidos
Hubo burla de la flacidez de los milenios
Y sin creerlo me vi consumiéndome
Como una vela
No importó la sangre derramada
Los ojos en salmuera
El exilio interior
Mucho menos que doliera la piel
O se quemara
Solo polvo y viento
Entró por la ventana
Y un dolor precordial
Que no se extingue
.