Ya
no queda
Ni
un hálito de luz
Todo
se torna ausente
A
pesar de la forma de fingir
De
las sisellas
Los
árboles también se alzan
Aseguran
La
huida
Y
aquella tempestad
Que
se avecina
Se
ovilla en las siluetas
De mi mente borrascosa
Recordando
El
último beso
Con
sabor a pólvora mojada
El
interés por culpar mis laberintos
Para
justificar tú paso turbio y sometido
Mientras
yo la higuera confundida
Me
entorpecía cada vez más
Ahí
también queda la laguna
Donde
una vez nos miramos el rostro
Y
nos sorprendieron aquellos cuerpos
Que
flotaban al igual que nuestras esperanzas
Había
mucho musgo suelto
Y
pedazos de alma
Entonando
sus tristezas
Al
son del vuelo en silencio del halcón
Hojas
regadas por la tierra
Y
alguna que otra rosa bamboleante
Llena
de rocío y lluvia