Fue
una tarde de sorpresas, increíblemente me habían enviado para Cuba con
la misión internacionalista sin cumplir, pero con un diagnóstico de
neurosis complicada con trastornos emocionales, aunque nunca dijeron:
"Decepcionada de la vida y enferma de tantos maltratos psicológicos ".
No me importaban las prescripciones en ese momento, lo que
necesitaba era huir de aquel torbellino de amarguras, acosos y miedos
que por más treinta meses me estuvo turbando la psiquis.Pensé había
llegado a mi hogar, pero desgraciadamente no fue así.
Después
de bajar del avión solamente tropecé con silencios, rostros
desconocidos y muy serios, frialdad y dos ambulancias llenas de
enfermeras, que de forma rápida me suministraban auxilios y
medicamentos, sin dejar de mirar para mi rostro.
Imaginé
parecerles una extraterrestre por sus expresiones, por lo que
disimuladamente traté de encontrarme en los reflejos de uno de los
cristales de las ventanas, que aunque cerradas herméticamente permitían
mi reflejo aunque con una débil silueta.
La
sirena de la ambulancia pedía vía a grito limpio, hasta creí que estaba
totalmente loca o muy enferma y me lo habían ocultado, pero mucha más
loca me sentí cuando me bajaron en la consulta del cuerpo de guardia, y a
corta distancia divisé a algunos pacientes que esperaban ser atendidos,
los que por su porte y aspecto turbado me delataban a la claras que
había llegado a un hospital psiquiátrico.
Aquí
solamente me esperaba una nueva odisea de incomprensiones, porque no me
sabía loca, aunque era el diagnostico emitido por el médico de la
misión, y así sin respuestas comencé mi nueva vida entre fuertes
medicamentos, rostros desconocidos, jóvenes escondiéndose de sus
recuerdos, otros buscando el azul del firmamento entre el pequeño
espacio de sus manos y yo con el exagerado peso de la soledad en las
costillas y los ojos llenos de acusaciones.
Dormía
y dormía, soñaba y soñaba siempre con los destellos de la luz
perturbado en todo momento por el tridente del miedo que punzaba mis
neuronas.
Entonces fue cuando estuve segura que toda la tristeza del mundo se había adueñado de mi pobre esqueleto.
¿Tanto
daño había hecho en otras vidas, sería el pago a quién sabe que karma?
Lo cierto fue que nunca más supe que cosa era ser feliz, este
sentimiento nunca más fue capaz de invadirme y entre una melancolía y
otra deambule por la vida.
No
puedo asegurar el tiempo que transcurrió mientras mi cuerpo permanecía
inmutable a la metamorfosis, pero la realidad fue que desperté con el
sonido de una lata que atada al tobillo de una muchacha producía un
extraño ruido y que según me confesó, la llevaba allí, por si la muerte
le llegaba sin avisarle le sirviera de ancla en su vuelo al infinito,
pues su mayor anhelo era no regresar nunca más a la tierra, sino vivir
su otra vida en una nube.La miré con tristeza y admiración a la vez .Su mensaje era muy bueno y me hizo pensar.
Entonces
recorrí todo el cubículo despacito para percatarme de todo lo que en él
había.Caminé en silencio por los pasillos, necesitaba limpiar un poco
la piel del asco y la in animación, por eso para salir de mis
pensamientos hice lo posible por evadir la realidad tratando de conocer a
los que allí habitaban.
El
hospital era enorme, salas, pasillos, cubículos aislados y cerrados
herméticamente puertas que tal vez te llevaban a la eternidad o al
patíbulo.
Incógnitas,
escepticismo, una gama de pesares recubiertos por los golpes de la
vida, la incomprensión y la abulia como manjares de primer orden , por
eso caminé deteniéndome a cada paso y observando como mis compañeros de
infortunio tenían todos la mirada perdida en la misma nube que decía la
muchacha.
Así anduve por varías horas, hasta que llegué a los cuartos de arriba, los que se denominaban “de los crónicos”.
Allí
pude ser testigo de cómo se quemaban el pelo con un cigarro unos a los
otros .Un muchacho como de veinticinco años arrastraba una piedra con un
cordel creyéndola un juguete. Una jovencita de unos dieciocho años
cargaba una muñeca de trapo y le cantaba enajenada:
-Duerme niña, duerme niña mía- a la vez que reía mirándola tiernamente.
A
pocos metros Tutú, porque así le apodaban al anciano, contaba unos
cigarros y decía que eran para el emperador, porque un jovencito se los
quería quitar.
Frente
a ellos estaban cinco más de diferentes edades con las ropas deshechas
por el uso y los zapatos rotos, velando al que entrara o saliera para
picarles un cigarro o pedirles unas monedas para comprar alguna golosina
en la cafetería del hospital.
En
una de las esquinas del recibidor sentada sobre una desvencijada silla
de hierro estaba Clara con la mirada ausente y la memoria atada al mal
de amores.
Se
había pasado muchos años de curandero en curandero tratando de lograr
un amarré para Carlos Méndez un hombre que nunca la amó, pero ella lo
llevaba para siempre en el deseo.
Deseo
que la condujo a la neurosis y de esta al manicomio.Junto a ella de pie
con un donaire prepotente, se veía erguida a María la Isleña una de las
mujeres más voluntariosas de su aldea.
Dicen
que el padre la crió como a un macho y ella se lo tomó tan en serio que
cuando en un desliz le hicieron una barriga, la soltó sobre las ancas
de un caballo que trataba de domar a fuerza de látigo.
De
ahí que se le destapó la crisis que ahora la tiene con un pedazo de
madera envuelto en un trapo asegurándoles a todos que es la hija que
murió pero los santos africanos se la convirtieron en madera para que
fuera eterna.
A
unos pocos metros de estas, el negro Petronilo observándolo todo sin
que se le escapara ni el más mínimo detalle y anotando en una vieja
libreta todos los sucesos cotidianos.
Sobre
el pecho descubierto exhibía con orgullo la esfinge de la Caridad del
Cobre sujeta con un cordel tan sucio como sus harapos, a la vez que
convocaba a los demás recluidos a rezar tres padres nuestros y tres aves
María, para evitar ser víctimas de los horrores del infierno
hospitalario.
Sor
Marina no lo soportaba, como es lógico en aquellos que no aceptan la
verdad porque piensan que lo de ellos es lo bueno, el resto todo es
diabólico, por eso le gritaba Belcebú.
Esta
pobre mujer no encontraba tregua a su constante contienda. Dicen los
más viejos del manicomio que se auto agredía para llegar a Cristo y
hasta se clavó la palma de las manos con dos clavos herrumbrosos que
casi le provocan el tétano, porque quería ser canonizada como santa, por
eso también decía que le escribió al Obispo trescientas cartas y
quinientas al Papa, aunque la mayoría aseguraba que la familia no creía
en su santidad, pues se filtró que le comunicaron al médico de
asistencia que había sido la única oveja descarriada de la familia y que
la cuenta se les había perdido ,pero en los últimos datos callejeros se
supo que tuvo hombres hasta por telepatía.
Menelao
y Casilda otros dos infelices dementes, se habían dado a la tarea de
componer el mundo y aunque decidieron no creer en los hombres porque se
consideraban enviados de la providencia, todo el tiempo se la pasaban
haciendo lo posible por sacar a los hundidos a flote de los claustros
del hospital.
Así
se les veía desde las primeras horas de la mañana rodeados de un alta
concurrencia que entre aplausos y gritos elogiaban los discursos
incoherentes que repetían, algunas veces hasta en octosílabos con una
musicalidad increíble y otras a puro llanto.
Algunos
pacientes dicen que Casilda cuando joven fue una buena escritora pero
un descabellado amor por un cantante de ópera la trastornó, tal vez por
eso cuando no estaba remendando las grietas de la sociedad para ella más
loca que los locos recluidos, se la pasaba remendando las de su corazón
y apretando contra su pecho con sus viejas y cuarteadas manos la
chamuscada foto del cantante.
También
afirmaban que en un cajón que guardaba con celo debajo de la cama,
tenía toda la obra musical del ingrato, el que no sólo la convirtió en
un pájaro errante, sino que la sumergió en la jaba del argot mal
intencionado de los lenguinos gratuitos y a sueldo.
Quizás
Casilda no estaba tan loca como reafirmaban los fármacos que le
suministraban en cantidades espantosas. Yo que la observé mucho tiempo y
analicé minuciosamente pienso que estaba enferma de soledad como el
resto de los que habitamos la tierra.
Tongo el barbero de mi pueblo para mi asombro también estaba recluido en este hospital psiquiátrico.
Fue
chulo por muchos años, de él tengo muchas acedotas que prefiero no
contar porque tiene que ver con mi familia, lo que si les aseguro es que
cuando lo descubrí a pesar de estar enmascarado detrás de una espesa y
sucia barba ,me dieron deseos de patearlo hasta verlo morir, pero como
nada iba a lograr con eso, sino que me transfirieran al mismo grupo de
los crónicos preferí tragar una vez más ,porque en un final ahora no era
más que un hombre agonizante con el sexo vencido, además recordé lo que
siempre me dijo mi abuela, que a veces los hombres son lo que la
sociedad los obliga a ser, porque no son más que el reflejo y el
producto de la humanidad en que nacen y se desarrollan.
Allí
junto a Tongo siempre está Jiky la más diestra prostituta de mi aldea,
digo la que en vida fue, porque ahora pertenece a la gran rebelión
contra los cuerdos y propiedad privada de los loqueros de turno
A
Jiky le había dado por chuparle el rabo a la jutía y no soltaba la
latita de alcohol, sustancia que sustraían sus cómplices de la
enfermería y se la cambiaban por los cigarros que le daban diariamente
para que calmara sus excesos, que aunque se propagandizaba por todos los
medios de prensa que daña la salud, los locos tienen su cuota muy bien
protegida.
No
exagero si afirmo que más sistemática que la propia alimentación.Jiky
cada vez que estaba en total estado de embriagues iba a sentarse en uno
de los bancos del parquecito del manicomio.
Allí
se pasaba las horas gimiendo con las piernas más abiertas que una
tijera, hasta que Sansón con su melena a media espalda y el florete
encendido se le abalanzaba haciéndole justicia delante de todos los
presentes.
Este
espectáculo nocturno se había convertido en la mejor o tal vez la única
recreación de los enfermos, todo bajo la imaginaria guitarra de Paco de
Lucia, que tocaba su también imaginaria balada española y de cuando en
cuando hacía un paréntesis musical para masturbarse públicamente.
Frente
a este espectáculo nocturno estaba Filito un anciano octogenario que no
tuvo niñez, ni adolescencia y en ese momento la quemaba dirigiendo la
manada de psiquiátricos a pura orden Filito cuando no estaba en el
flanco delantero obligando a los demás a hacer lo que a él se le
antojaba, sin importarle criterios, deseos e ideas, que aunque
perturbadas a veces, eran mejores que las de los denominados cuerdos, se
la pasaba jugando a los soldaditos de plomo con los seres humanos,
porque se le había metido en la cabeza que todos allí estaban bajo su
ordene y mando.
Cuando
supe su verdad sentí pena por él, pobre viejo, realmente se le había
quedado frustrada la infancia en el subconsciente y como ya no estaba
consciente le afloraba la frustrada niñez, por lo que se vengaba sin
darse cuenta de los más infelices.
De
segunda al mando estaba Casilda, una endurecida mujer que no perdía la
manía de revisar todo lo que le rodeaba para después arremeter contra el
primero que la mirara a derechas.Casilda tenía más de siete ingresos
desde su juventud, por eso en sus ojos el odio habitaba como lentes de
contacto .
Algunos
afirmaban que su locura estribaba en la frustración de no poder tener
hijos, porque un médico le cortó los órganos productivos para evitarle
el embarazo, que según las malas lenguas era de él y no quería que le
saliera a la cara.Este médico limpió su supuesto pecado, y la pobre
mujer languidecía sin importarle a nadie.
Muchos
pensaban que sudaba, pero yo que la observé detenidamente sabía que lo
que corría por sus mejillas no eran gotas de calor, sino del llanto del
alma.Cristina era la secretaria, jovencita y hermosa, no supe su edad,
pero parecía una adolescente.
Cuando
menos se esperaba quedaba ante todos como dios la trajo al mundo y sin
el menor pudor se contoneaba por el lugar despertando el apetito carnal
entre la demente concurrencia.Tenía los ojos grandes y expresivos,
parecían ojos de oración siempre mirando al cielo.
Al
observadla cualquiera podía pensar que el grito saldría en cualquier
momento, pero a la pobre muchacha no le quedaba voz, por eso no soltaba
el pedazo de cartón que sujeto fuertemente permanecía todo el tiempo
entre sus manos y expuesto a la concurrencia.
En
este pedazo de cartón decía con letras negras y grandes:”En estos
tiempos es mejor estar mudo y loco, la gente puede despertar y entonces
dónde se meten los parlanchines y cuerdos”.Entre cuchicheos, murmullos y
un lenguaje intimo y secreto, propio de los impedidos mentales, se
comentaba muy cerca del patiecito intermedio que daba a las salas de
atrásla intervención de Satanás el diablo, en cuatro ahorcamientos
ocurridos en cadena días antes de mi ingreso.
Uno
de ellos, según decía un anciana a la que todos llamaban la
Clarividente , fue el de una poetisa sin suerte que desenfundó su musa
en una tertulia literaria dirigida por un Topo sabio en literatura y
amiguismo barato, y que la descuartizó sin darse cuanta que el que
comienza en el arte carece de conocimientos y necesita ayuda
especializada.
Lo
cierto fue que aseguraban que la ingenua muchacha además de novata ante
el enfrentamiento con los trogloditas de la palestra oficial , ante la
vergüenza pública no encontraron más salida que ponerse la soga al
cuello, afectada por la constante paranoia de escuchar hasta a los
perros y a los gatos gritarles cursi.
Solamente
de esta muerte se supo las causas y no de las otras porque antes del
ahorcamiento le había escrito una carta a Bárbara la Leguleya de los
pobres, creyendo que esta le haría justicia.
La
pobre muchacha se apuro tanto en morir que no pudo enterarse que ya
Bárbara había dejado el oficio de leguleya por el de Elena de Troya.
¿Quién
sabe si dentro de aquellos enfermos mentales habían héroes marginados,
militares valientes y sin suerte, mujeres mancilladas o cometidas y
otras enfermas por la mala suerte y la incomprensión social, además de
los sometimientos y agresividad de los propios seres humanos.
Indudablemente
la locura encontró cobija en la mente de estos pobres hombres y mujeres
convirtiéndolos en el alma y reír de los que alaban la cordura, sin
darse cuenta que en el mundo el hombre no es más que el bufón de un
espectáculo y la sociedad la concurrencia que los juzga degüella y
aplaude.
Debatiéndome
entre estos pensamientos estuve por un tiempo indeterminadado, así
llegó el almuerzo cargado de nuevos conflictos y experiencias.
Los
empleados de la enfermería juntaban a los enfermos como manada, después
los dirigían a las mesas colectivas donde los esperaba el alimento , el
que servían en bandejas de aluminio en mal estado y donde la variedad
no pasaba de un poquito de arroz, chícharos y un huevo hervido de color
verde por las horas que llevaba de cocido.
Todo
esto acompañado de una cucharada sopera de dulce de boniato, leche si
había abundante, pero a granel servida en un cubo plástico que por tapa
llevaba un paño de color gris, que tal vez en su inicio fue blanco, pero
ya el empercudimiento y la suciedad le habían cambiado de color.
Esta
leche no se podía ingerir hasta después de terminado el almuerzo, por
eso los enfermos agudos comían desesperadamente para ver quien era el
primero en introducir en el cubo su jarro o lata, mientras los crónicos
se abalanzaban sin terminar el almuerzo embarrándose hasta el pelo con
la leche que a la vez sapuleteaban a causa del desequilibrio corporal .
Todo
era un verdadero desastre y mucho mayor cuando escuchabas las palabras
descompuestas de los empleados de servicio de comedor que sin conciencia
los empujaban hasta derribarlos en el piso.Solamente los ingresados en
observación podían almorzar con un poco de tranquilidad.
Aquellas
escenas parecían tomas de una película de ficción.No podía dar crédito a
lo que mis ojos veían, ¿cómo era posible que estuviera allí, estaría
loca, todos estarían locos, o tal vez los habían vuelto locos? Y digo
así por una historia que recontó una anciana días después sobre lo
sucedido a Lucas y estoy segura que fue tal como me lo contó.
Según
me contó la anciana Lucas era un joven normal de veintidós años, algo
mimado por ser el menor de cinco hermanos, y criado bajo la saya de la
madre como dice el refránPero no se metía con nadie, y se pasaba todo el
día escuchando música en una grabadora que ella y el padre le
regalaron, gracias a unos ahorros de casi diez años, y desearon
estimularlos como padres al fin.
Este
joven escuchaba música en compañía de varios amiguitos del barrio y
disfrutaba como es común en la juventud de música extranjera, pues la
nacional no a todos le interesa.La anciana me aseguró que un buen día
apareció en una escuela cercana a su domicilio un cartel en contra del
régimen imperante pidiendo libertad y comida.
Como
es de imaginarse inmediatamente la zona se convirtió en un puesto de
mando del ejército y entre estos los Búhos del Núcleo de Moralistas y
las cornetas de turno pidiendo sangre para el culpable.
Entre
las investigaciones realizadas estuvo la entrevista a todos los jóvenes
sospechosos de la cuadra, y no por delincuentes, sino porque no
trabajaban, ni estudiaban muchos tenían aplicada la peligrosidad, y no
porque hicieron algo indebido, sino por si lo hacían.
Entre
estos estaba Lucas que aunque no era, ni lo uno ni lo otro, no
trabajaba ni estudiaba por problemas de salud, y sí escuchaba música
extrajera y se agrupaba en las esquinas para calmar el tedio.
Inmaduro
e introvertido se sintió acusado con la entrevista creyendo que
pudieran culparlo, por lo que trató de hacer algo para librarse de la
acusación, entonces fue cuando pensó actuar como un enfermo psiquiátrico
y se abalanzo sobre la calle dejándose caer en medio de la vía.Los
vecinos al ver aquello gritaron asustados.
Uno de los más cercanos corrió en su auxilio y lo levantó de la vía evitando que un vehículo lo aplastara.
Por
otra parte los oficiales del puesto de mando instalado provisionalmente
en el lugar, llamaron al carro patrullero y éste lo condujo al
hospital, de este lo trasladaron al Psiquiátrico, lugar donde es mejor
no ir nunca.
Desgraciadamente
Lucas era muy inexperto y joven y sin comunicarle a nadie su miedo y
mucho menos lo que hizo y el por qué lo hizo, pero creyó encontrar en
este hospital su salvación y allí estuvo durante un largo tiempo, entre
fuertes psicofármacos que no necesitaba y electrochoques que tampoco
llevaba, y al cabo de dos meses al joven Lucas le fue diagnosticada una
esquizofrenia paranoide crónica.
Según
la madre se cansó de pedir explicaciones a los médicos de asistencia
del hijo sobre la inesperada enfermedad, incluso se dirigió hacía la
dirección del hospital y se quejó delante de la directora la cual con
mucha ironía y tal vez contagiada y manipulado por el poder, la expulso
de su oficina amenazándola con ingresarla a ella también si continuaba
haciéndole preguntas.
Para
Lucas no hubo cura, ni para el viejo corazón de la anciana que desde
ese mismo momento comenzó a vegetar la muerte en vida de su querido
hijo.
Estas
cosas cuando se escuchan parecen producto de la imaginación senil, o la
ficción sin embargo son tan ciertas como la propia vida, lo que sucede
es que no todos tenemos la desgracia de pasar por la cruel experiencia
de un hospital psiquiátrico cubano, y ser fieles testigos, aunque sin
voz ni voto de la maravillas que suceden en él.
El
hospital Psiquiátrico o el Manicomio como también se le llama, es un
mundo independiente al que habitamos. En el transcurren las horas reales
y concisas, en el hasta el intelecto se te amplia conociendo o
recordando a grandes figuras de la historia, la mitología griega, a los
corsarios más consagrados o a los guerreros de la epopeya.
Lo
mismo te tropiezas en el pasillo con el Rey Arturo, que con Guillermo
Tel., Carlos Magno, El Quijote, Dulcinea, Napoleón, El César, Apolo,
Adonis, Zeus, o un escuadrón de mandarines chinos, soplones, o un
cazador de espías, pero todos envueltos en un pesar profundo y dueños
únicamente del pedacito de tierra que tienen debajo de sus pies.
A
veces se te olvida que eres humana y te sientes ficticia, ave errante,
una reliquia o un jeroglífico increíble, porque estas tan agotada
emocionalmente, que te unes a la legión de fantasmas y hasta te haces
llamar de alguna manera para recuperar la identidad perdida.
Lo
importante es caminar por las salas, darte cuenta de la cantidad de
personas afectadas, unos por la felonía de la suerte, otros carentes de
amor, y el mismo estado depresivo los hace perderse dentro de la evasión
, la que los conduce muchas veces a la total locura.
Pero no es más que la falta de confianza, la necesidad de expresarse, poder decir y tener que callar.
Yo
diría sin temor a equivocarme que el silencio obligatorio, la
inconformidad y la falta de comunicación es una de las causas mas
frecuentes de la demencia.Por ejemplo mi caso, tal vez no lo deba llamar
así, pero estaba allí junto a los demás enfermos mentales, estaba allí
abatida, con miles de pensamientos juzgándome, queriendo tomar venganza
por mis propias manos, y después arrepintiéndome de tantos malos
pensamientos.
En
fin no era otra cosa que una mujer llena de contradicciones, con mucho
amor para dar, pero decepcionada de todo y de todos, encerrada en una
cápsula de miedo de la cual no podía salir e inevitablemente afectada de
sus facultades mentales ante la luz pública.Al fin llegó el día de la
primera terapia de grupo tan anunciada desde semanas anteriores.
Nos
reunieron como al ganado en una pequeña salita pequeña pero muy
ventilada, varios cuadros de diferentes paisajes adornaban sus paredes,
al fondo un amplio librero que ocupaba toda la pared lleno de valiosos
libros de literatura e históricos, aunque por el polvo que tenían
cualquiera podía darse cuanta que eran poco utilizados.
Frente
a este librero estaba la gran mesa en forma de círculo y rodeada de l4
sillas tapizadas con vinyl, en el otro extremo una mesita mas pequeña
con las historias clínicas encima y custodiada por un hombre medio calvo
y de gruesos espejuelos casi colgándole de la prominente nariz y sin
dejar ni un solo momento de recorrer con la vista a los presentes a la
vez que daba golpecitos con la yema de los dedos encima de la mesa.Pensé
en un acto ocasional, después supe que era un tic nervioso.
La
secretaria de la sala lo presentó como el jefe de los servicios de
psiquiatría, a mi se me antojó un jardinero jubilado y muy atropellado
por la vida y sobre todo tan demente como los más crónicos del hospital.
A
su alrededor habían dos enfermeros y cuatro médicos, entre ellos el
Doctor Tony, o más bien Tonito, porque así le decían muchos empleados y
familiares de algunos pacientes, quien no dejaba de masticar un pedacito
de papel, que desde que llegó a la sala había desprendido de la esquina
de una receta médica.
Este
galeno nombrado Tonito, no dejaba de susurrarle al oído de la
trabajadora social, quien sabe qué cosa, lo cierto era que la muchacha
no dejaba de reírse a carcajadas sin tener en cuenta el lugar donde se
encontraba.
Esas
actitudes tan poco éticas me molestaron mucho y para no saltar delante
de todos decidí mudarme para la silla que quedaba casi pegada al
librero, desde allí lo podía ver y oír todo perfectamente ,pero fuera
del grupo.
La
función comenzó por Celestino que al preguntarle cómo se sentía, en vez
de dar la respuesta que debía, arremetió contra Amado su compañero de
cuarto, culpándolo de mentiroso por no haberle traído de México el
sombrero de charro y las botas de vaquero que tanto le prometió.La
demencia de este hombre ocasionó fuertes carcajadas en la sala, además
de las burlas conferidas a los dos pobres enfermos, uno totalmente
afectado y el otro casi igual, pero que nunca fue a México, todo era
obra de su imaginación
Ante
la algarabía ocasionada por tal exposición, la secretaria de forma
pasiva trató por todos los medios de terminar con la escena, muy
divertida para muchos y triste para otros, pero la realidad era que
tomaban las terapias de grupo como un fabuloso espectáculo, sin
compadecerse de la demencia de los enfermos, o su estado de
semiinconsciencia provocada por los psicofármacos, y la tortura de la
propia vida.
Pero
todo no quedó aquí, pues cuando la cosa pensamos estaba calmada, una
paciente como de veinte años o quizás menos se lanzó inesperadamente
contra uno de los enfermeros y lo abofeteo varias veces profiriéndole
las peores ofensas.
Los
presentes casi no entendíamos las razones, y hasta pensamos en una
crisis nerviosa, pero no fue así, todo indicaba que la jovencita estaba
muy clara de lo que hacía , y mucho más cuando escuchamos los fuertes
gritos acompañados de la palabra - descarado, me violaste y me robaste
el dinerito que mi mamá me trajo en la ultima visita, hasta los cigarros
me los robaste, …! sí me preñas prepárate ..!-
Los
médicos se miraron unos a los otros ocultando una sonrisa maliciosa,
entonces fue cuando el señor medio calvo y del tic nervioso mirando para
el médico de la sala de los crónicos le dijo con voz severa al
enfermero que estaba precisamente sentado a su derecha que le inyectará
una dosis de parquisonil, y la amarrara a la cama, y si continuaba tan
agresiva, ya sabía qué hacer.
Los
demás enfermos no entendíamos bien aquella actitud, tal vez muchos de
los trabajadores allí presentes tampoco, pero era la voz de jefe y
tenían que cumplirla, después supe que la muchacha fue remitida a la
sala de los crónicos pues no dejaba de culpar al enfermero de la
violación, y del robo, y allí como en todos los lugares del mundo la
fuerza imperaba.
Pasaron
varios días de aquel suceso que quedó impune como todas las cosas y yo
me convertía nuevamente en testigo de otra injusticia.
Desgraciadamente
el que llega a un hospital psiquiátrico inmediatamente adquiere su
titulo de loco que es inviolable ante los ojos de los médicos,
pacientes, familiares y mundo en general, por lo que pierden
credibilidad tus palabras, y aunque digas la verdade nadie te escucha.
Cualquier
cosa que te suceda dentro de los dominios psiquiátricos tengas o no la
razón pasan a engrosar los síntomas del enfermo y se resuelven con
aumentarle la dosis del medicamento, que lo único que te resuelve es
mantenerte todo el tiempo como un zombi vagando por los pasillos y las
salas de este infierno, que para mi era pero que el infierno de Dante, y
digo así por el refrán que dice
“No
van lejos los de adelante si los de atrás corren bien”, no pasaron ni
cuatro días volví a ser testigo de otro suceso , pero esta vez en carne
propia.
Como
no era una enferma calificada de crónica se me apartó a otro cubículo
para después trasladarme al hospital de día y así lograr mi total
restablecimiento.
El
médico que me asignaron en esta sala no era otro que el doctor Tonito,
hombre joven y simpático de apariencia bondadosa y sobre todo muy
varonil e inteligente, todo esto sin dejar de reconocerle sus
posibilidades de Don Juan ,por lo menos así se comentaba de él y lo pude
comprobar rápidamente.La primera consulta fue muy agradable,
conversamos cinco horas temas sobre la vida , la literatura , mis gustos
e ideas y mis sueños frustrados.
Le
conté sobre Miguel mi amor por él, pero su psicología pudo más que mis
palabras e inmediatamente descubrió que detrás de mis anécdotas se
ocultaba toda la soledad del mundo, y sin perdida de tiempo la aprovecho
al máximo.
Así
se ganó mi confianza, como era lógico, pues cuando la soledad nos
golpea cualquier mano que aparente caridad nos envuelve, cualquier gesto
es una compasión, cualquier palabra nos suena sublime, y comenzamos a
buscar con el afán de encontrar todo lo que nos falta, y más si la
persona es comprensiva, y aparenta desinterés y así es como caemos en
baches imperdonables.
Al
otro día de la consulta me llevó al cuarto varios libros de poesía,
entre ellos los de Geoconda Belli , Alfonsina Extorní y otros,
diciéndome qué me los prestaba para que me entretuviera.
Como
es de esperarse aquello fue para mi el mejor gesto y el mejor bálsamo y
mucho más cuando sacó de su bolsillo una hermosa rosa roja.Este detalle
me humedeció los ojos, ¡cuánto tiempo hacia que no recibía una señal de
ternura! .Innegablemente era un hombre de detalles, capaz de hacerme
confiar y lo peor de seducirme.
Así
fue como comenzó nuestra amistad, llena de detalles, confianza,
conversaciones agradables, comprensivas, saludos tiernos y delicados,
sicoterapias y sobre todo ningún día a partir de este me faltó una rosa.
Todas
estas galanterías unidas a uno que otro verso de Neruda, sobre todo
aquel que dice “Me gustas cuando callas porque estas como ausente”.
Se
convirtió en una constante para mis necesidades espirituales, y
mientras yo me llenaba de optimismo, él hacía todo lo posible por
tragarme con su espesa continencia.Lo cierto fue que me llegó a ser tan
imprescindible que no veía las horas de que amaneciera para regresar
mansa al calor de sus palabras.Todo marchaba bien hasta ese día de
diciembre.
El frío azotaba con fuerzas en aquel lugar tan apartado de la ciudad. El
centro hospitalario había sido construido en su primera instancia como
sanatorio para tuberculosos, después se adapto a hospital psiquiátrico,
podrán imaginarse la zona y el microclima.
Era
una construcción no muy sofisticada pero de tres plantas, ventilada y
con un gran patio de recreo, comedor en todos los pisos, cocina y en la
planta baja las consultas internas y de urgencia.
Un
salón para actos y dos salas de psicoterapia colectiva, además de una
amplia sala de espera con grandes ventanales que cubrían todas las
paredes y con estas la visibilidad campestre se denotaba ampliamente por
cada una de ellas.
Una
fina llovizna de invierno caía de forma juguetona sobre los cristales
de la ventana de mi habitación provocando con su sonido una tierna
melodía , música que yo escuchaba como un alivio ,aunque en muchos
instantes pensé me llevaba hacia la eternidad, y así escapar con ella de
tanta desmesura humana.
Me asomé a una de las ventanas y a lo lejos divisé como el viento despeinaba las altas palmas y los árboles más frondosos.
Caía
la tarde una vez más y el sol muy leve se despedía con su agradable
preeminencia dando paso a la noche tierna y silente como todas, en aquel
lugar llenándome de añoranza y agudizando mis tristes recuerdos.
Extasiada
con el paisaje estuve por mucho tiempo y con este se agito mi eterna
nostalgia. Miguel lejano, mi tranquilidad inalcanzable, mi verdad contra
todo aquel silencio, la soledad, en fin no puedo explicar cuantas cosas
me impulsaron por aquellos pasillos en busca de conversación.
Quizás
fueron los ángeles del demonio los que pusieron dentro de mí el licor
del desespero, con una fiebre de voces internas que nunca me dejaba
tranquila.
Mi compañera de cuarto venía de la consulta del médico de guardia. Ella junto a su hermana fueron a pedir un pase de fin de semana, fue así como supe que Tonito estaba de guardia esa noche.
Con
palabras no puedo expresar la alegría que me invadió la noticia, y sin
pensarlo dos veces corrí por la escalera como una adolescente desmedida y
con el pecho abierto de tantas necesidades espirituales.Tonito me
recibió con sorpresa primero entusiasmado, después cauteloso.
Sus
grandes ojos azules le radiaban como nunca antes, por lo menos para mi
eran los más cristalinos, los más llenos de amistad y compresión, en fin
los que necesitaba para que mirándome calmaran mis penas.
Me
disculpé por molestarlo en sus quehaceres, pero el tomándome de la
mano, me invitó a sentarme en una de las sillas junto al buró de
consultas, a la vez que me preguntaba cariñosamente qué me sucedía. Yo
mucho más inmadura que antes, y con una timidez asombrosa, le dije que
me sentía sola, y sonriéndole le pedí me hablara como siempre lo hacía.
El con su inteligencia supo que mi debilidad eran la palabras cariñosas, el afecto expresado sin tapujes.
Que
me permitiera desahogar mi vedad, y el me lo permitió todo sin
reservas, aunque en sus adentros los dobles objetivos lo dominaran.Sin
mucho protocolo me dijo que me sentara en un sillón de descanso que
estaba cerca de la camilla, y allí fui obediente, mientras el se subía
sobre la camilla con un donaire juvenil y sensual.
Su
primera pregunta la dirigió a cómo me sentía en esa noche tan cerca del
fin del año, - ¿triste verdad?- , me repitió con voz muy bajita .le
afirmé que me sentía muy triste mientras clavaba la mirada sobre las
finas lozas del piso.
Estaba
aún bajo los efectos de los psicofármacos que me suministraban en dosis
espantosas, por lo que muchas veces tenía crisis de vacío mental y
otras de una relajación inesperada., por lo que sin saber como comencé a
llorar con un llanto recalentado y torpe, tratando de ahogar entre mis
lágrimas todo el dolor que sentía
El
se puso de pie me tomó por las manos y me paró frente a su varonil
cuerpo, entonces comenzó a apretarme contra su pecho lentamente, me miró
a los ojos, y yo lo sentí hasta en lo más intimo, pero mi trauma lo
confundió todo, creyéndolo un fiel amigo cariñoso y tierno.
Así
sin palabras me beso muchas veces el pelo, las mejillas, diciéndome en
todo momento que no me preocupara que la vida me iba a cambiar muy
pronto.
De
golpe se separó y encendió un cigarrillo, el que después de dos
exhalaciones destruyó con las manos. Se paseo de un lado a otro de la
consulta, con cierta inquietud no demostrada anteriormente. Hoy pienso
que mi ingenuidad tuvo la culpa si no es que todo tiene su precio y su
minuto.
O
como dice el refrán popular, “después del babeo la mordida”, aunque
realmente fue un hombre resurgiendo de sus impulsos carnales, por lo que
mientras yo me extasiaba con su supuesto cariño tan necesario para mi,
el me deseaba como hombre y pensaba mi necesidad era la misma.
Confundida
y sin saber qué hacer en aquel momento me refugié en mis recuerdos con
Miguel salvándome, después luché incansablemente contra aquellos ojos
azules que me tenían confundida y seducida aunque no lo aceptará, y
mucho más cuando chocaban con mis carencias espirituales.
Él
sabía que yo me hundía en la peor de las incertidumbres, por eso
urgentemente planificó la forma de poseerme vulgarmente.Por lo que como
todo animal en celo se abalanzó sobre mí y tomándome por los hombros con
mucha fuerza me arrastro hasta la pared apretándome contra ella, a la
vez que me obligaba a tomarle el miembro con una de mis temblorosas
manos, el cual no sé todavía en que momento liberó de su pantalón.
Sorprendida,
asustada, llena de pánico y sin saber que hacer ante aquella situación
tan violenta y poco agraciada para mi gusto y trauma me quedé impávida y
mucho más silente, pero a el nada de eso le importó , por lo que
continuó su maniobra con mis manos sujetas a la fuerza y tratando de
solucionar su erección lo antes posible.
Cómo
era posible que actuara así conmigo, por qué rompía tan brutalmente
todo el hechizo. No tendría otra forma de calmar su apetito sexual,
estaría tan necesitado de una mujer solamente para poseerla sin amor,
sin delicadeza, sin cariño? Y mientras el me zarandeaba en su afán de
llegar a la eyaculación, mi admiración por el se desplomaba.
Hasta
llegué a pensar que era un loco más dentro de aquella apariencia
comprensiva y desinteresada que me había vendido desde que lo conocí.
No
puedo asegurarme de cuantas preguntas cruzaron por mi menta atribulada
en aquel momento, y de las cuales el se aprovechó porque sabía de mi
perturbación y necesidades, por lo que al no poder resolver con mis
manos, me subió bruscamente el ropón de hospitalizada y comenzó a
tocarme los muslos más en celo todavía, y lamiéndome sin parar.Sin
muchas fuerzas para defenderme me mantuve rígida sin ningún tipo de
movimiento corporal , auque la mente era como un huracán en pleno azote,
asegurándome una vez más de que después de Miguel, tan tierno y cuidoso
, estaba destinada a ser violada por todos los hombres que se me
acercaran .
Tal
vez era mi forma de actuar, tal vez mi destino, porque los viejos dicen
que las personas nacen con su estrella y nada ni nadie puede contra lo
que traemos en el libro de la vida.
Otros
aseguran que la yagua que esta para uno no hay vaca que se la coma, en
fin tantos dichos y mitos se agolparon en mi cabeza, unidos a la poca
fortaleza que tenía para resistirme a causa del exceso de medicamentos,
entre antidepresivos, ansiolíticos, relajantes, soledad, en fin mi
organismo estaba bajo los efectos de la droga y lo peor del caso.
El
estaba muy claro de lo que me estaba haciendo premeditadamente.Sin el
más pequeño acto de seducción o ternura me hizo el amor de pie
atropelladamente, como un perfecto animal, rasgando mi vagina no
preparada par la penetración en esos momentos.
Al
fin terminó con mucho trabajo su gran hazaña de macho fuerte, ligón e
irresistible, y mientras yo me desplomaba contra el piso sin fuerzas, ni
voluntad., el se trataba de quitar los residuos del sexo bajo la
abundante agua de la llave del lavamanos.Me puse de pie a duras penas, y
tratando de reponerme de lo acontecido me le acerqué preguntándole como
una autómata, si estaba satisfecho con tan poco.
Me
miró de soslayo y se alejo secándose las manos de espalda, yo continué
arremetiendo contra el mi dolor, llamándolo bárbaro, incivilizado,
vulgar, por lo que me dijo groseramente.¿y tú qué querías después de
ofrécerteme todo el tiempo?... una mujer no puede ser así como tú eres.
Aprende
que entre un hombre y una mujer no existe amistad, ni poemas, ni
flores, mucho menos charlas románticas, todo eso conduce a esto que
acaba de suceder entre nosotros.
¿No
es lo que buscabas?.Nada le respondí para qué sí tenía razón en parte.
No precisamente quería me hiciera el amor, pero si encontrar en él a
alguien que me permitiera desahogarme espiritualmente, tal vez en mi
subconsciente me gustaba, pero no para esa brutalidad, si hubiera sido
más inteligente, a lo mejor hasta lo hubiera amado, pero no me dio
tiempo para eso, como todos el sexo era lo primero.
Ya
nada podía remediar con palabras, el hecho estaba consumado y mi cuerpo
se había convertido en poco tiempo en un títere de todos los deseos
carnales.
El
asco me consumía por dentro y por fuera, aunque sabía que tenía que
luchar una vez más contra la prepotencia masculina, madurar, volverme
una piedra, ocultar mis sentimientos, y mi verdad.
Comprender
de una vez que no había amistad sincera entre diferentes sexos, que los
hombres siempre estaban en celo, siempre con el deseo en la mente,
machos primero, seres humanos después.
Todo
esto lo tenía que aprender… ¿pero cómo, si no había renunciado a la
vida , ni al amor.La realidad y mi realidad eran muy duras, había ganado
un hueco más y la desolación y la decepción junto al abatimiento
sentimental aumentaban su trayectoria en la desconfianza que ya tenía
anteriormente, reafirmándome a cada segundo que el sexo lo dominaba
todo.
Ya
no existían príncipes azules como los que guardaba en mis pensamientos,
y que yo los veía llegar tomándome por el talle y elevándome al cielo
junto con el beso más sublime.Un fuerte portazo me sacó de aquellos
pensamientos, era Tonito que salía de la consulta dejándome una vez más
hundida en mi calvario y juzgándome con mucha más severidad que al
principio.
En
ese momento volví a pensar que lo mejor para mi era morir, desaparecer
de tanta violencia, qué lejos de la realidad había vivido durante
veintitrés años y ahora los golpes a la inocencia no dejaban de sacudir
mi razón y mis sentimientos.
¿Qué
hacer me pregunté muchas veces? Pero las respuestas no llegaban, lo
mejor era huir, huir de aquel segundo infierno terrenal.
Al
otro día muy tempranito firmé el alta a petición y me fui de aquel
lugar a ocultar mi pena y mi impotencia quién sabe en que recodo de mi
propia vida.