LA ESCLAVA DOMESTICA
La aparente
liberación de la mujer a partir del año l959 constituyó un movimiento azaroso y
de combustión espontáneo en la Cuba de adentro. Por eso este diametralmente
opuesto significado de liberación, fue una de las causas más fervientes de
entrega sin limites a la causa que abría al pueblo sus fauces de lobo manso y
caritativo, y que las féminas acostumbradas al indiscriminado acoso masculino
sujetaban con toda la fuerza engendrada por el anhelo de igualdad.
Así se les veía
ir y venir henchidas de orgullo, combinando el trabajo con el estudio y el
estudio con el fusil, a la vez que dejaban detrás el pasado y sus amargas
experiencias.
El tiempo pasó y
pasó …”y cuando el sol se ponía”…comenzaron las angustias de seis de la mañana
a nueve de la noche, por marcar un parámetro dentro del abarcador día de
responsabilidades de esa mujer tan liberada ante las promociones
gubernamentales.
Las combinaciones
de estudio, trabajo y fusil, que al principio para ellas eran de orgullo,
pasaron a la incomprensión de muchos jefes. No más de una vez sufrieron y
sufren del acoso masculino, y de sus manipulaciones machistas, así como de la
desigualdad práctica, pues aunque se propaga lo contrario, nunca se ejerció, ni
se ejerce como se dice ante el mundo.
De igual forma
siguieron discriminadas, vituperadas y sancionadas por cualquier supuesta
indisciplina, aunque fuera llegar tarde o no asistir al trabajo, o guardia
obrera a causa del sin número de problemas familiares que se les venía encima
ante la tanta libertad de movimientos.
En realidad nadie
las consideraba, ni considera, ni a nadie le importa que sus capacidades tengan
límites como todas las cosas, más bien hacen todo lo posible por explotarlas al
máximo y si se quejan allá va la comparación oportunista, de qué son iguales.
Muchos hombres inconscientes, formados por patrones patriarcales ignorancia y
sobre todo con mucha falta de conciencia humana, la ve como el mejor blanco
para descargar sus excesos, aunque delante de las masas aceptan y colaboran con
la supuesta moda de igualdad.
Después en
apartes, o en la intimidad del hogar las golpean sin escrúpulos, vejan y
humillan haciéndoles ver que no son tan liberadas de la nueva era, pues el
hombre siempre es el que manda por ser el mas fuerte.
Prueba de ello lo
han demostrado las estadísticas nacionales durante todo el tiempo de libertad
concedido, con sus elevadas tazas de violencia domestica, maltrato y hasta
muertes.
Estas mujeres
liberadas de la Cuba revolucionaria, que no son de mármol, ni arcilla, sino de
huesos y carne. Se levanta muy temprano y entre los inventos del desayuno para
los niños mayores de siete anos, que no les venden leche, llevarlos a la
escuela o círculo infantil, dejar los recipientes de agua llenos para cuando
regresen, dejar la llave con la vecina para cuando llegue el fumigador de la
campana contra los vectores. Dejar las puertas bien cerradas, por si los cacos
se les antojan hacer de las suyas en horario diurno y otras cuantas cosas de
eminente urgencia, resumen las primeras horas del día de esta mujer liberada y
cubana.
Después aparecen
en escena las demás obligaciones, las laborales que ante el ya afectado
comienzo de la mañana, les llegan al cerebro peor que una inyección letal.
El jefe exigiendo
más de lo que ellas pueden. Papeles y papeles sin objetivo pasan por sus manos
de mecanógrafa, oficinista, dirigente o de servicio, sin distinción de rango
laboral todo esto para que los observadores crean que el jefe es un tipo durísimo
y tiene un exceso de trabajo increíble, por eso le asignaron mejor salario,
Lada particular, con sonido estereofónico, y cristales oscuros .
Así se les ve
diariamente llenando cuartillas y mas cuartillas, las que al final nadie
revisa, lee, ni le interesa lo que dicen, al final del día van a parar al cesto
de los papeles o a los archivos repletos de polillas y cucarachas de moda, y al
pasar cinco años, son pasivados.
Todo esto sin
contar con las más de cincuenta reuniones al mes, todas después de las seis de
la tarde, o cualquier tipo de contacto o despacho. Por supuesto con el jefe, o
los jefes. Todo fuera del horario laboral, porque tienen que cumplir con
aquello que dijo el mandatario en uno de sus interminables discursos de que:
“la jornada de trabajo es sagrada,” y quien no cumpla con esto ya sabe lo que
le viene encima.
Por la otra parte
el reloj de entrada y salida del centro laboral intransigente, hasta la N,
marcando la raya roja al primer minuto de pasadas las empunto.
Después al
Consejo de Trabajo, o a la Picota Pública, porque incumplió con el horario de
entrada y salida establecido, y allá le va la sanción administrativa y hasta la
expulsión del centro si llega a ser reincidente en el asunto.
Todo esto sin que
a nadie le preocupe si llegó un minuto después porque el ómnibus no paso, o
porque simplemente no durmió velando a los ratones que se pasaron toda la noche
sobre la cama de los niños, y no hay raticidas ni en el mercado negro, ni en el
de la divisa para combatirlos. O al techo de la vivienda le caen mil goteras y
las lluvias no cesaron durante toda la madrugada.
Terminada la
primera jornada de la mañana, se enfrentan heroicamente al sonoro timbre que
les avisa del horario de almuerzo, mal llamado por los eruditos del idioma
popular, pues no deja de ser, un suculento salcocho, compuesto por las tres
constantes cubanas, arroz ,con pequeñas partículas desconocías y algunos
gusanitos, sal y agua, chíncharos duros con sal y alguna hojita de orégano
cimarrón y alguna que otra vez , un huevo hervido de color verde a causa del
tiempo de cocido, entre otras variedades del invento culinario del cocinero de
turno.
Después de
terminar la jornada de la tarde, sin merienda porque las gestiones del hombre
encargado del merendero son deficientes, pero no es de la preocupación del
jefe, porque es su socio a la hora de los asuntos que a él le incumben, y la
merienda no es su asunto, salen las llamadas “liberadas’a toda carrera en busca
del ómnibus que no pasa, y no les queda otra opción que colgarse del aventón,
sí es que alguien se digna en ayudarlas.
Esto a las mas
jóvenes, porque si pasaron a los años maduros o podridos, no las recoge ni un
perro callejero.
Lo cierto es que
después de ir de un lado para otro, desesperadas por llegar temprano a
enfrentar lo que les espera en el mal llamado hogar, miran el reloj mil veces,
se comen la uñas, algunas logran salir caminando hasta llegar con los pies en
llamas y expuestas a las desconfianzas conyugales e intrigas de la vecindad
acostumbrada a expiar tras las paredes.
Ya en el hogar
respiran profundamente, se quitan los zapatos de mil leguas, y se ponen un par
de chancletas para descansar los fatigados pies, bostezan y salen nuevamente a
toda carrera con jaba y libreta de racionamiento en mano, como si fueran un
vikingo en plena batalla, todo esto para averiguar si trajeron algo a la bodega
y entonces poder enfrentar el horario de comida, con algo caliente para el
atribulado estómago.
Frente al
mostrador del comercio o bodega estatal y con la respiración en zigzag, y como
una ametralladora preguntan ilusionadas, si llegaron los huevos, el keroseno
que se ha vuelto fantasma, el alcohol, y el azúcar turbinaza, porque la refina
hace siglos no se comercializa en las bodegas de productos normados.
El dependiente
las mira de reojo y sin dirigirse a ellas directamente lanza un No rotundo,
mientras, el grupo de ancianos que están en cola desde la madrugada, comentan
de forma desafiante, que sí ella llegó de otro planeta para preguntar por esos
productos que solamente figuran en el recuerdo. Al fin un jovencito le grita de
la trastienda, que el pan si está a la venta. Ellas sienten un alivio enorme y
con una sonrisa mal reflejada piden el último en la cola del Plan Jaba.
Aquí es cuando
comienza la nueva odisea, pues tienen que enfrentar a las amas de casa, que no
dejan de mirarlas provocadoras y sin dejar de murmurar entre dientes las
palabras mas ofensivas del barbarismo mal llamado argot popular, como por
ejemplo.
-Tan descarada,
mírenla como se hace la mosquita muerta reflejando cansancio y quién sabe de
dónde sale a esta hora, y viene a querer ser el uno.-
Las pobres
liberadas, solamente oyen y callan, porque ni fuerzas les quedan para rebatir
tales injurias.
Después de
comprar el pan, que no es más que una ración por persona, mal elaborado, sin
grasa y manoseado por no se sabe cuántos insectos, regresan a toda carrera al
hogar prácticamente con la lengua afuera, tiran el pan sobre el sofá de la sala
y regresan al puesto de viandas, la carnicería, el organoponico. Después de tanta
carrera la jaba las acompaña vacía porque ese día nada hubo para la venta.
Así de una en
otra y sin parar hacen la última estancia en la puerta, saludan a la vecina
sacando acopios de paciencia, y siguen a enfrentar la realidad casera.
Desaforadas revisan
el refrigerador y encuentran los frijoles del día anterior fermentados, el
poquito de arroz que quedó también del día antes le cayó agua a causa del
apagón inesperado, y los demás anaqueles están vacíos. Aún así respiran tres
veces tratando de relajarse, y van hacía el viandero del patio recordando que
allí quedaban cuatro papas que por suerte les regaló una vecina.
Piensan en
cocinarlas con el poquito de petróleo que les resolvió el pariente del marido,
pero cuando van al recipiente donde lo guardó celosamente se quedan atónitas al
encontrarlo vacío, y sin indicios del paradero del mismo.
A los dos
segundos el toque en la puerta, casi ensordecedor y pendenciero. Allá van con
toda la paciencia amaestrada y abren con una sonrisa melancólica la puerta, al
descubrir al visitante, que no es otro que el presidente del Comité de
Defensas, que según él lleva dos horas vigilando que llegue para entregarle la
cita de la reunión del Delegado del Poder del Pueblo, que será a las 9 de la
noche de ese mismo día, e invitarla con voz dulce, pero mirada obligatoria al
trabajo voluntario que se efectuará el fin de semana en la cuadra.
Seguidamente la
voz de la encargada de vigilancia que desde el balcón de enfrente a toda voz le
recuerda la guardia que será ese mismo día de dos a cuatro de la madrugada.
Sin saber que
decir o hacer, respira y piensa, mientras guarda la cita y continúa pelando las
cuatro papas único alimento de ese día para la cena.
Majestuosamente y
sin que ningún sabio de la antigüedad en asuntos culinarios sienta envidia,
preparan un rico puré de papas con agua y sal al gusto. Por supuesto que con un
mojito de ajos con limón, gracias a varios trocitos de leña que pudo recuperar
de un cajón inservible, tres palos de escobas en desuso, y varias tusas de maíz
secas.
Baña a la prole
menor que mucha veces pasa de dos, con un poquito de bicarbonato de sodio, si
es que aún les queda en el botiquín, porque a la bodega de productos normados
hace tres meses que no viene el jabón de tocador, ni siquiera el de lavar y que
según la asignación de la canasta básica debe ser de entrega mensual, pero eso
quedó como todas las otras cosas en el olvido
. Pero con esto no se calientan
mucho los metales y se dicen para sí que resolverán el problema cuando cobren y
puedan ir a la CADECA, (lugar de cambio en divisas) y con dos dólares comprados
a 27 pesos moneda nacional cada uno, adquirirán las divisas para la compra de
por lo menos dos jabones para el aseo personal.
Todo esto, si le
pagan completo el salario del mes, pues faltó tres días por cuidar a los niños,
a causa de que el Círculo Infantil cerró por falta de agua potable, y no tuvo
quien se los cuidara. El mayorcito tuvo fiebre, y al del medio le partieron la
cabeza en una riña juvenil callejera.
A la hora de la
cena la mayoría de los esposos, llegan turbulentos y con mucho dolor de cabeza.
Según ellos extenuados de tanto trabajo, aunque solamente realicen un pequeño
esfuerzo laboral, pero se creen improsultos y merecedores de todas las
atenciones femeninas.
Entonces las
enfrentan con toda la crudeza que los caracteriza y pidiéndoles explicaciones
de los por qué y los por cuánto de la demora de la comida.
Cuando se enteran
del menú sin averiguar causas y efectos, comienzan a soltar humo por la nariz y
las orejas y a reclamar una mejor alimentación, porque trabajan muchas y todo
lo que ganan lo dejan en el hogar, para comer solamente un poco de puré de
papas con olor a leña y a las nueve de la noche.
Ellas sin saber
que decir, y no porque carezcan de elementos, sino por estar muy cansadas de
repetir lo mismo, callan y miran para el cuadro de la “Santa Cena”que cuelga en
el comedor, más como reliquia de los ancestros, que como muestras de fe
cristiana. Algunas miran para el piso, o la ventana con el objetivo de perder
la mirada en el horizonte. Otras para calmarse tararean la canción popular que
dice así: “échale salsita”.
Pero estos
hombres totalmente poseídos, no pueden soportar la indiferencia femenina,
incluso piensan que les están faltando el respeto y sin más preguntas les tiran
el plato de puré de papas por la cara, a la vez que les propinan una buena
paliza entre ofensas verbales.
Algunas mujeres
antes los golpes se levantan del piso, sumisas y afligidas. Otras se pegan a
los golpes contra el agresor y vuelan carderos y planchas eléctricas por el
aire, aunque muchas veces después del ataque corporal no les quede otra
posibilidad que recoger el reguero que formaron en la disputa y ponerse a
fregar la loza a la luz de una tiznada chismosa, construida de forma artesanal
con un tubo de pasta en desuso, un pedazo de estopa y un poquito de
combustible.
Porque realmente
¿a dónde van a ir qué más valgan?, ¿a un albergue colectivo, si es qué después
de cien mil gestiones logren conseguirlo?. ¿A casa de los padres, al
hacinamiento familiar, al medio de la calle?...por eso prefieren callar y
soportar, soportar y soportar heroicamente.
Ya sin fuerzas se
sientan en la salita a esperar pacientemente a que terminé el apagón, que
aunque no lo programaron ocurrió como de costumbre cuando menos lo esperaban,
lo que les indica que cero programas, cero novelas, cero entretenimiento.
Allí se quedan
mudas por un largo tiempo tratando de poner la mente en blanco, pero no pueden,
los mosquitos las sacan de la necesaria meditación y el irresistible calor las
hace agotarse mucho más.
Pensando y
repensando como enfrentar el nuevo día, se pasan varias veces la mano por la
atribulada cabeza , como queriendo calmar su desatino, a la vez que hacen
planes casi siniestros para escaparse del trabajo antes del horario de salida
sin ser descubiertas por el jefe, y poder ir a resolver el problema de la hija
mayor que se ha empeñado en no seguir estudiando en la Secundaria Básica
,porque no la dejan ver los programas infantiles en horario de Tribuna Abierta
o Mesa Redonda, alegándole los profesores que ese horario es sagrado y si no
obedece será analizada. Por eso se le ha metido en la cabeza que es mejor ser
jinetera que estudiante.
El problema del
hijo mediano, que por las mismas razones se pasa todo el día en la esquina
jugando bolitas, chapitas o buscándose problemas , los que ellas tratan de
suavizar aunque no puedan ,ya que desgraciadamente la mayoría de su misma edad
solamente tienen la triste experiencia de la cárcel y esa es la compañía que
buscan o encuentran ,mientras ellas se pasan las ocho horas y hasta mucho más
tiempo trabajando y son vanguardias ,destacadas, de avanzada, heroínas del
trabajo, y en el pecho no les caben más medallas y condecoraciones , a la vez
que a los hijos no les caben más condenas.
Estas mujeres
liberadas y cubanas, ante tantos conflictos y para no martillarse más las ideas
tratan de pensar menos, y ponen la mente en blanco, o piensan simplemente en
cosas buenas de la niñez o cuando se casaron llenas de ilusiones y se estiran
varias veces, para darle paz a sus músculos, pero de golpe les llega al cerebro
como una daga punzante el triste recuerdo de haber sido presas de todas las
ofensas del mundo por ese mismo hombre que tanto amaron al conocerlo, y después
tuvieron que enfrentar el dolor de cuando uno de los hijos tratando de imitar
al padre arremetió contra ellas y sin la menor consideración les propinó una
fuerte golpiza ,además de acusarla de despreocupada por la poca atención que
les ha brindado a él y a sus hermanos durante toda la niñez.
Sumida en tantas
tristezas y realidades se pasa todo el apagón, hasta que al fin la energía
eléctrica llega junto al bullicio de la gente del barrio que no dejan de gritar
barbaridades en contra de toda la nomenclatura gobernante por las continuas
afectaciones del fluido eléctrico y la mala vida que les obliga a enfrentar.
Se ponen de pie
se estiran nuevamente en un acto de mucho más aburrimiento y se encaminan hacía
el baño para asearse y dormir por lo menos limpias, pero al abrir la llave del
agua descubren que pasó el horario de servicio y hasta mañana a la misma hora
no tendrán más posibilidades del fluido liquido.
Sin otra opción suspiran
nuevamente mucho más pacientes para no explotar, dándose cuenta que su
asimilación llegó al clímax del aguante y la supervivencia. Que su mente ya no
genera ningún tipo de sustancia, y mucho menos mecanismos de defensas posibles.
Que la liberación que tanto promocionan no fue más que una gran farsa, una vil
mentira, una apariencia ante el mundo para encumbrar protagonismos, y se
preguntan una y mil veces:…
¿De qué fue liberada, si del confort, y de lo
necesario para poder enfrentar las veinticuatro horas del día?.
Abatidas , sin consuelo, se halan los pelos con la mirada perdida más
allá de sus fuerzas y caen abruptamente sobre el lecho, sin más posibilidades
que seguir siendo las heroínas de la historia ,aunque para ellas sean
solamente, una víctima más de un cuento de horror muy bien diseñado