
Hay desgarros tan profundos
Que sólo nuestro Dios puede atenuarlos
Que sólo nuestro Dios puede atenuarlos
Desgarros implacables
Que como fuerza telúrica
Imponen su imperio descomunal
Yo sé de esos desgarros
Incluso de los que se adhieren al cataclismo
Golpeando a diestra y siniestra
La impotencia y otras latitudes
Desgarros maternos
De orfandad súbita
Clavados más allá de las fuerzas
Desgarros que nos condenan
A un vacío perpetúo
Chupa sangre
Demoníacos
Esos que vierten toda su soez
Sobre la transparencia