Hoy recuerdo los días de la bendición
Los retoños que sembrabas diariamente
Sin argucias
Diseminando entre mi soledad un herbario de sueños
Todos vírgenes
Donde yo me empecinaba
A no ver el peligro
Y mucho menos
La doble fila de oquedades
Que a la par ibas construyendo
No sé si reflexiono demasiado tarde
Pero me duele tu presencia intrincada
Y ese silencio impenetrable
Que como seto de piedras
Has puesto entre tu voz y la mía