Después de salir del furor de la zafra azucarera y de su inevitable catástrofe allá por los años setenta, el régimen cubano comenzó a perseguir a los denominados hipéis,( pepillos, jóvenes con preferencias extravagante), y a cualquiera que practicara la creencia religiosa, sin tener en cuenta las cosas propias de la edad y sus gustos, entre los que estaba el rock, la música estridente, y la en inglés, así como los tatuajes , y en muchos casos usar escapularios, relicarios y efigies religiosas, unos como folclor y otros por creencia.
Cualquier manifestación de moda aunque fuera universal, era inmortal e ilícita por lo que llegaron las prohibiciones de sayas cortas, cinturones con hebillas llamativas, pantalones con parches aunque otro no tuvieran, pulóveres con letreros en cualquier idioma, crucifijos en las cadenas, o esfinges de santos conocidos o por conocer.
Fue una época dura, de muchos prejuicios y censura ridícula, donde ocurrieron cosas inimaginables por ningún ser humano, pero reales, y que hicieron mucho daño a la población.
Según afirmaba el sistema, todas estas cosas pertenecían al divisionismo ideológico y tenía que ser sancionada por la ley, además de su correspondiente bautizo y graduación en la lengua del pueblo como desviación sexual activa, antisocial y desafecto y por supuesto expulsado de la sociedad que en ese momento era la que se decía mandaba, trituraba y disponía de la suerte de los supuestos pecadores.
A Julito Trinchería el hijo de Sergio y Lucila Pérez, mi amiga de la infancia, lo expulsaron de la Universidad porque se colgó a la cadena de la madre un crucifijo de oro con el Cristo crucificado, reliquia de sus antepasados.
Ya en la dirección de centro estudiantil, le habían censurado la imagen acusándolo de religioso, y aunque el explicó que era Cristo era el salvador y que sus abuelos lo habían enseñado a creer en él, nadie lo escuchó.
Al ingenuo de Julito esto le bastó para que no lo dejaran terminar sus estudios en Ingeniería Civil y no le quedó otro remedio que regresar al hogar, sin oficio ni beneficio, y mucho menos futuro, solamente por expresar su creencia .Por supuesto creencia para esa época pecaminosa y perseguida.
Entonces el jovencito se dedicó a la esquina, a juntarse con jóvenes que al igual que el, no tenían otra opción, y si muchas condenas cumplidas y por cumplir.
Posteriormente se buscó unas palomas e hizo una cría en el techo de su vivienda y así mataba tiempo, impotencia, y abulia, a vez que rompía las tejas, molestaba a los vecinos y se contagiaba con el odio que provoca el tedio.
Esto también lo condujo a adquirir un nuevo titulo de alta peligrosidad, por vago, lumpen, por no trabajar ni estudiar, y terminó en la cárcel.
Después al cumplir la sanción impuesta por desacato y peligrosidad, la que no mereció, pero así es la vida, viajó junto a sus padres a Miami.
Dicen que allá no pudo terminar sus estudios, pero labora en una compañía propiedad de su tío Anselmo.