Cuando llegaste a
mi nido despoblado
me juraste que
las ramas florecerían
que nunca habría
chupacabras
a mi lado
Y comenzamos un
idilio
donde llovían los
suspiros
y el cielo
bendecía nuestro encuentro
lanzando
mariposas de múltiples colores
Yo me sentía
aprisionada
entre aquel ir y
venir
de un amor
inesperado
que la vida me regalaba
Poco faltó para
sentirme dueña
y señora del
hechizo
entregada al
placer
sin pensar que
los aluviones existen
que nos arrastran
y nos hunden
entre las garras
de los supuestos mansos
Hasta ese día en que me irrumpieron
todos con
mantones de agua dulce
y las manos
juntas en plegaria
Sin saber qué
hacer
traté de sumergirme entre los gajos
de yerba buena y apazote
Me colgué a la
cintura
la ballesta de
Robin
y como un ninja
en combate
luché hasta
vencer o sucumbir
entre los dientes
de todos los felinos
que observaban
eufóricos
Hasta que los
ojos saltaron de mis cuencas
y me convencí de que era estúpido
luchar contra los muros
y los péndulos del tiempo
No tenía
salvación
porque al correrse
el telón del espectáculo
Descubrí que aún
quedaban
brujas merodeando
en el alero
las mismas
brujas que llegaron
contigo
el día
del encuentro.