ENTREVISTA LOS AZOTES DEL EXILIO NOVELA

SEGUIR...

TRADUCTOR

DEDICADO A MIS PADRES

Tuesday, December 18, 2007

TEOLOGIA

SAN LAZARO Y BABALU AYE

“El protector de los desvalidos”.



Por: Lic Adela Soto Álvarez



Según narra la leyenda la existencia de San Lázaro en los primeros tiempos de la conquista fue persapercibida para los cientos de nativos que habitaban la tierra, ya que los mismos poseían enraizados cultos, y les era muy difícil conocer a fondo quien era este mendigo y leproso amigo de Jesús de Nazaret, el hombre a quien había resucitado después de cuatro días de permanencia en una fría tumba, y que se profetizaba en la escrituras católicas, por lo que quienes sabían algo sobre esto lo sabían por imposición no por convicción religiosa.

La historia relata que San Lázaro llegó primero a Cuba que Babalú Ayé, y no lo hizo solo sino junto al florete de los conquistadores y en la predica de los que impartían el evangelio, por lo que fue tan efímera la supervivencia de los aborígenes a partir del descubrimiento que a penas tuvieron tiempo de conocer ni siquiera al propio Dios de los colonialistas, a pesar de toda la fuerza y la violencia que ejercieron sobre ellos con el objetivo de que creyeran solamente en el salvador que ellos adoraban a su manera.

Se conoce que en esta época hubo muy poca aceptación entre los nativos, no obstante fue tanta la misericordia de este santo que desde 1662, en La Habana de extramuros y precisamente en uno de los bohíos enclavados en la Caleta de San Juan Guillén, comenzaron a acogerse a los primeros leprosos.

Junto a este se levantó una pequeña ermita, donde se plantó un modesto altar para que los enfermos rindieran devoción a San Lázaro. Hasta que en un día no muy lejano comenzó a ser reconocido como el amigo que Jesús pidió que se levantara del sepulcro, y con la condición de ser fiel servidor de él y de todos los desvalidos y leprosos, por lo que al ser los desposeídos de la suerte la gran mayoría en el mundo circundante San Lázaro fue alcanzando muchos mas devotos que cualquier otro santo católico.

Se conoce que en 1703 un terrible huracán azotó la isla de Cuba causando severos estragos y arrasando con la Villa de San Cristóbal de La Habana. Este fenómeno natural derribó los bohíos donde convalecían los leprosos, teniendo que buscar protección en otros lugares.

Cuando pasó el mal tiempo los enfermos que pudieron sobrevivir regresaron a la Caleta, estableciendo como pudieron en los pocos bohíos que quedaron en pie.

En muy poco tiempo aquellos bohíos destinados a hospital de leprosos fueron convirtiéndose en bohíos nuevos, y el 19 de junio de 1714 se fundó el hospital por Real Cédula de Felipe V, quién ordenó a las autoridades radicadas en la Siempre Fiel Isla que lo bautizaran con el nombre de “Real Hospital San Lázaro de La Habana”. Con este nombre quedó oficialmente reconocido, aunque después fue cambiado por el de “Caleta de San Lázaro”.

El nuevo hospital tuvo con mucho más razón una ermita, donde San Lázaro continuaba presidiéndola y ante su imagen se postraban hombres y mujeres en busca de cura para cualquier mal, no solamente para la lepra.

Un buen número de pobres también le rogaban un milagro para sus inclementes vidas. El hospital fue convirtiéndose poco a poco en un lugar de múltiples visitas, entre ellos mendigos, y otros creyentes en busca de un milagro por lo que también ofrendaban obsequios a cambio de promesas cumplidas.

Todo se mantenía en este orden cuando comenzaron a llegar a la isla caribeña los primeros negros procedentes de África, los que por su condición de esclavos llegaron sin pertenencias pero si traían en sus pechos y conciencias ideas, costumbres, y la creencia imperecedera de sus dioses.

Entre ellos venia muy bien posesionado Babalú Ayé, santo yoruba que en esa época solo guardaba ciertas similitudes con el San Lázaro de la religión Católica, pero la prohibición estricta de las prácticas negras por parte de las autoridades españolas, hizo que los esclavos comenzaran a adorar a su deidad a través del santo católico,

Se sabe y lo guarda la tradición, que así también lo hizo con otros dioses cuyas representaciones conservaban solamente en sus mentes, tomando entonces las de los católicos, por miedo a la represión y los azotes.

Por estas razones Babalú Ayé y San Lázaro, son la misma deidad. El primero con una vestimenta muy lujosa, una capa morada ribeteada con hilos dorados, mientras el segundo lo hace con humilde túnico de saco de yute, y los perros lamiendo sus múltiples llagas.

Aunque en aquellos primeros años del “Real Hospital de San Lázaro de La Habana,” el santo que presidía la ermita no aparecía tan elegantemente vestido y en peores condiciones se le vio cuando en 1730 otro ciclón derribó nuevamente la ermita y, por supuesto, también el hospital.

Muchas cosas sucedieron con el hospital de San Lázaro, el que no solo se vio afectado por el huracán sino que también, un grupo de hombres avariciosos procedentes de Inglaterra bombardearon con su artillería naval La Habana, apoderándose de ella en 1762 y destruyendo al propio tiempo el hogar y el santuario de los leprosos.

Ya para 1813 los habaneros se enorgullecían del flamante hospital de la Caleta de San Lázaro, mientras su santuario nada tenía que envidiarle a ninguna parroquia de la capital.

Asimismo el número de visitantes se hacía cada vez mayor, y no sólo se veían leprosos y mendigos sino que a muchos ricos infestados por la enfermedad cutánea.

También por estos años era frecuente ver en las afueras del santuario a algunos negros, quienes en calidad de acompañantes de sus amos, adoraban silenciosamente a su Babalú Ayé, mientras contemplaban al santo católico y a escondidas en los barracones y cada cierto tiempo, cuando el amo y el mayoral lo disponían, le rendían tributo en las celebraciones que tenían lugar en los bateyes, durante las cuales se bailaba y cantaba a los dioses negros al ritmo de los tambores.

Lo mismo San Lázaro que Babalú Ayé se fueron enraizando en las creencias de los ya que despuntaban como cubanos, entre los cuales había blancos, negros y mulatos y los que asimismo se fueron incrementando haciendo crecer considerablemente la población de La Habana.

Justamente por ese aumento de la espiritualidad que ya venía experimentándose en la Villa desde los albores del siglo XVII, sus residentes comenzaron a buscar espacio fuera de las murallas.No fue entonces casual que La Habana extramuros se poblara mucho más rápido que la de intramuros y lo que antes fuera una desierta caleta se vio de pronto rodeada por cientos de viviendas, por lo que los enfermos entonces tuvieron que mudarse.

Había que construir un nuevo hospital para ellos y con ese fin el gobernante de turno adquirió una Finca nombrada “Dos Hermanos”, a la salida del pueblo El Rincón, en Santiago de las Vegas, donde la cantidad de pobladores podía contarse con los dedos de las manos.

De este modo los leprosos quedaron verdaderamente aislados, y se vendieron los cimientos donde iba a ser construido el recinto hospitalario, aunque a pesar de que por un tiempo el Protector de los desvalidos se vio privado de las muestras de afecto y devoción de sus seguidores, no dejo en ningún momento de seguir ganando fieles.

Los leprosos fueron llevados al Mariel donde quedaron ubicados en unos barracones que el gobierno utilizaba para cuarentena de inmigrantes.

De la suerte que corrió en aquel momento la imagen de San Lázaro no se tienen noticias, pero lo más seguro es que aunque no estaba con los enfermos en los barracones sí estuvo al lado de la causa de estos desdichados cuando, el 26 de diciembre de 1916, estos fueron sacados a la fuerza de su hospital.

Asimismo no se separó de ellos en el momento en que, debido a las malsanas condiciones de los barracones, los leprosos se insubordinaron incendiando las nocivas instalaciones que distaban grandemente de semejarse a un hospital.

Un día después de este acontecimiento, el 26 de febrero de 1917, maltrechos, desaseados e iracundo, los enfermos de lepra de La Habana, montados en carretas conseguidas por sus propios medios, llegaron al Rincón para establecerse por siempre.

La instalación se encontraba a medio hacer pero allí quedaron definitivamente instalados.

Junto a ellos, por supuesto, también quedó montada la imagen de su santo protector, quien a partir de entonces dejó de pertenecer a unos pocos pobres y enfermos para convertirse en santo de la devoción de un buen número de cubanos.