Una Almendrita cubana.. Es un cuentecito infantil escrito para que los niños conozcan como una persona nace, crece y se desarrolla, con ideales, y principios definidos a pesar de las adversidades.
En ciudad de la Habana allá por los años cincuenta nació una niña muy pequeñita, tanto que muchos familiares la llamaron Almendrita como la del cuento infantil. Y aunque no cabía en una hoja silvestre, ni tuvo que casarse con un sapo toro, les dio mucho trabajo a sus papás para que creciera aunque fuera un poquito.
Para eso tuvo su mamá que alimentarla con la leche de una chivita muy graciosa que cada vez que la ordeñaban berreaba a más no poder, aunque nunca negó su leche para la pequeña que gracias a todos estos cuidados comenzó a crecer y crecer increíblemente.
Esta niña nació en un hogar humilde como el de casi todos los cubanos , pero tenía lo necesario para vestirse, comer y jugar como todos los niños.
Su mamá era maestra y su papá militar académico. Un hombre muy honrado y servicial que sentía mucho orgullo y respeto por el uniforme que vestía en honor al ejército de la República al cual pertenecía desde los años 40. Disciplina que le trasmitió a toda la familia entre los valores humanos.
La vida de la llamada Almendrita transitó feliz todo este tiempo, llena de mimos y todo el cariño que los padres le profesan a sus hijos. Al año le nació una hermanita con quien compartir, y entre las dos llenaron de orgullo el hogar familiar.
Almendrita desde los cuatro años comenzó a asistir a la escuela, porque aunque no tenía edad para eso, lloraba tanto que una "maestra normalista", como se les llamaba a las maestras de kindergarten en aquellos tiempos, convenció a la madre de esta para que la matriculara. Y como su mamá daba clases en el mismo centro escolar, asintió sin mucha oposición.
Desde que comenzó el Preescolar era muy aplicada, e inteligente, y lo que más le gustaba era declamar y bailar el zapateo cubano, por eso en todas las actividades de la escuela la escogían para que participara en las danzas y hasta una que otra vez interpretó papeles en el teatro escolar, porque además la actuación era otro de sus gustos predilectos.
Su maestra la quería mucho porque además de obediente no dejó un sólo día de ponerle flores al busto de nuestro apóstol José Martí. También compartía su merienda con los niños que por problemas económicos de la familia no podían llevar ni un pan con azúcar.
Un día inesperado comenzaron las revueltas en el país, y de pronto se fue un gobernante y llegó otro y como es lógico las cosas cambiaron para muchas familias entre ellas las de Almendrita.
Entonces comenzaron las dificultades en el hogar, y las humillaciones por problemas ideológicos, porque existen personas que no comprenden que cada cual cree y piensa como quiere y nada es a la fuerza.
El país se convirtió en una eterna lucha por la supervivencia. Ya su papá no tenía trabajo, por lo que tampoco volvieron los Reyes Magos el 6 de enero a dejar sus regalos sobre los zapatitos que esperaban impacientes debajo de la cama.
A la mamá también la expulsaron de la escuela porque decían que era esposa de un esbirro y podía hacerle daño a los niños de los revolucionarios.
Almendrita tuvo que sufrir muchas humillaciones que las personas de mala fe les hacían a sus padres, y aunque era muy pequeña para entender de clases, ni de política, razonaba como una adulta y le aseguraba a sus papás que algún día las cosas serían diferentes.
Su papá fue expulsado de las filas del ejército porque la nueva clase que comenzó a surgir después del 1959 no lo quiso más, acusándolo de muchas cosas feas, y por esas causas le prohibían hasta transitar por las calles libremente.
Un mal día del año l961, comenzaron a volar unos aviones sobre Cuba y detuvieron al papá de Almendrita llevándolo inmediatamente para la cárcel, donde lo confinaron primero a solitario y después a calabozo.
Almendrita lloraba mucho por lo de su papá y cuando iba a la visita se colgaba de las puertas del penal para que no se la llevaran, porque ella quería quedarse allí con él.
Muchas veces le suplicó a los militares que cuidaban el lugar que lo soltaran porque el nada había hecho, pero sus súplicas quedaban sin respuestas, solamente el silencio, y un hasta luego que le dolía mucho.
No existen palabras suficientes para narrar todo lo que la niña sufrió viendo a su papá preso y a su mamá haciendo labores domesticas para poder sobrevivir.
Y así se le veía con su hermanita ayudando a la madre a entregar los cajones de ropa lavada y planchada a personas que recibían el trabajo por la cerca y no les abría la puerta, sumiéndola en el peor de los desprecios porque se creían superiores.
Esta pequeñita niña al fin se hizo mujer y un buen día se propuso averiguar si existía algo qué pudiera hacer para liberar a personas que como ella vivían sin derechos ni justicia
Por eso comenzó a leer materiales libres y a conocer a personas que pensaban como ella, y denunciaban al mundo todas las violaciones de los derechos del hombre.
Entonces nuestra Almendrita se llenó de valentía y comenzó la lucha pacífica. Primero se integró a grupos de Derechos Humanos. Después fundó la prensa independiente junto a hombres y mujeres de a pie, además de escritores y poetas que pensaban al igual que ella.
Pero a partir de esta decisión la vida se le comenzó a complicar, pues existen hombres que no entienden la palabra independiente, y todo se convirtió en una lucha.
Detenciones, encarcelamientos y registros, por doquier, pero mientras más hostigamiento existía más deseos de luchar tenía la niña hecha mujer.
Para llevar también el saber a los lugares más intrincados de su pueblo, se integró al Proyecto de Bibliotecas Independientes. Un proyecto que surgió en la parte más oriental de la isla, gracias a la iniciativa de dos personas que no pudieron soportar las mentiras del gobernante cubano cuando aseguró delante de un alto número de periodistas extranjeros que en Cuba no habían libros prohibidos, sino que el pueblo no tenía con que comprarlos…
Nuestra amiguita no sólo puso su biblioteca al servicio del pueblo, sino que hizo muchas actividades para los niños, al igual que repartió ropa y zapatos a los más necesitados, confeccionadas con ropa reciclada y con sus propias manos.
Pero todas estas cosas tan bonitas y humanas fueron mal vistas por los militares del gobierno y más de una vez invadieron la vivienda de Almendrita revolcándolo todo, y llevándose los libros, las revistas, y todo aquello que para ellos era subversivo.
Almendrita no sabía que hacer, pero aún así y a pesar de la cantidad de militares que acechaban su casita diariamente, no se detenía, porque estaba muy segura de que algún día las cosas cambiarían y el pueblo sería libre y feliz como una vez le prometió a sus padres.
En uno de los últimos registros Almendrita sufrió un golpe muy fuerte porque después de un intenso registro donde le llevaron hasta una maquinita de escribir muy viejecita y llena de oxido, regalo de uno de sus compañeros de lucha, su anciana madre se puso tan nerviosa por la cantidad de policías que entraron a la casa, que le comenzó un dolor muy fuerte en el pecho y falleció, quedándose Almendrita sola con su papá también anciano, ciego e invalido.
Pero esta mujer no desfalleció, al contrario continúo la lucha a pesar de su dolor y del año que tuvo que permanecer bajo prisión domiciliaria, acusada de intentar contra la soberanía del país, mercenaria, contrarrevolucionaria, y espía entre otras calumnias desestabilizadoras que le hizo la gente mala que no entiende de libertades.
Cuando cumplió su sanción, hostigada y acosada a cada paso, además del sin número de agresiones físicas y emocionales que recibía como castigo a su desobediencia civil decidió ante una instrucción de cargos impuesta por el gobierno de 20 años de privación carcelaria si continuaba en sus actividades de comunicación social independientes, pedir asilo político a la Embajada de los Estados Unidos para salvarse de la cárcel o de la muerte de ella y de su familia.
Hoy Almendrita, ya vieja, cansada, llena de heridas en el alma, sobrevive en el noroeste de Miami. Pocos son sus amigos, y su economía familiar es sumamente difícil.
Esta pequeñita niña al fin se hizo mujer y un buen día se propuso averiguar si existía algo qué pudiera hacer para liberar a personas que como ella vivían sin derechos ni justicia
Por eso comenzó a leer materiales libres y a conocer a personas que pensaban como ella, y denunciaban al mundo todas las violaciones de los derechos del hombre.
Entonces nuestra Almendrita se llenó de valentía y comenzó la lucha pacífica. Primero se integró a grupos de Derechos Humanos. Después fundó la prensa independiente junto a hombres y mujeres de a pie, además de escritores y poetas que pensaban al igual que ella.
Pero a partir de esta decisión la vida se le comenzó a complicar, pues existen hombres que no entienden la palabra independiente, y todo se convirtió en una lucha.
Detenciones, encarcelamientos y registros, por doquier, pero mientras más hostigamiento existía más deseos de luchar tenía la niña hecha mujer.
Para llevar también el saber a los lugares más intrincados de su pueblo, se integró al Proyecto de Bibliotecas Independientes. Un proyecto que surgió en la parte más oriental de la isla, gracias a la iniciativa de dos personas que no pudieron soportar las mentiras del gobernante cubano cuando aseguró delante de un alto número de periodistas extranjeros que en Cuba no habían libros prohibidos, sino que el pueblo no tenía con que comprarlos…
Nuestra amiguita no sólo puso su biblioteca al servicio del pueblo, sino que hizo muchas actividades para los niños, al igual que repartió ropa y zapatos a los más necesitados, confeccionadas con ropa reciclada y con sus propias manos.
Pero todas estas cosas tan bonitas y humanas fueron mal vistas por los militares del gobierno y más de una vez invadieron la vivienda de Almendrita revolcándolo todo, y llevándose los libros, las revistas, y todo aquello que para ellos era subversivo.
Almendrita no sabía que hacer, pero aún así y a pesar de la cantidad de militares que acechaban su casita diariamente, no se detenía, porque estaba muy segura de que algún día las cosas cambiarían y el pueblo sería libre y feliz como una vez le prometió a sus padres.
En uno de los últimos registros Almendrita sufrió un golpe muy fuerte porque después de un intenso registro donde le llevaron hasta una maquinita de escribir muy viejecita y llena de oxido, regalo de uno de sus compañeros de lucha, su anciana madre se puso tan nerviosa por la cantidad de policías que entraron a la casa, que le comenzó un dolor muy fuerte en el pecho y falleció, quedándose Almendrita sola con su papá también anciano, ciego e invalido.
Pero esta mujer no desfalleció, al contrario continúo la lucha a pesar de su dolor y del año que tuvo que permanecer bajo prisión domiciliaria, acusada de intentar contra la soberanía del país, mercenaria, contrarrevolucionaria, y espía entre otras calumnias desestabilizadoras que le hizo la gente mala que no entiende de libertades.
Cuando cumplió su sanción, hostigada y acosada a cada paso, además del sin número de agresiones físicas y emocionales que recibía como castigo a su desobediencia civil decidió ante una instrucción de cargos impuesta por el gobierno de 20 años de privación carcelaria si continuaba en sus actividades de comunicación social independientes, pedir asilo político a la Embajada de los Estados Unidos para salvarse de la cárcel o de la muerte de ella y de su familia.
Hoy Almendrita, ya vieja, cansada, llena de heridas en el alma, sobrevive en el noroeste de Miami. Pocos son sus amigos, y su economía familiar es sumamente difícil.
Tal vez nadie la recuerde. Otros ni siquiera les importe recordarla, pero sigue viva a pesar del olvido de aquellos que consideró sus hermanos de lucha, y con la esperanza de que un día no muy lejano poder regresar a su patria querida.