Perpetúa Remembranza
(Ola represiva del 2003)
Por: Adela Soto Álvarez
(Ola represiva del 2003)
Por: Adela Soto Álvarez
La memoria es algo que arremete contra nuestra psiquis inevitablemente, y nos lleva de la mano a la remembranza perpetúa, por eso hoy estoy triste, pues próximamente dos fechas se enlazan en mis recuerdos. Una la muerte de mi madre después de un inmenso registro a mi domicilio y una noticia que nunca debieron darle.
La otra es que se cumplen cuatro años de aquel 18 de marzo del 2007, para mi “la noche de truenos”, donde el gobierno cubano lanzó una cruel ofensiva contra mis hermanos de lucha, disidentes pacíficos, periodistas independientes, defensores de derechos humanos sindicalistas, bibliotecarios, médicos y maestros independientes.
Jamás se me olvidará que más de 100 activistas por la democracia fueron detenidos en pocos días. Sus casas totalmente registradas, y muchas de sus pertenencias confiscadas, entre otros atropellos contra la dignidad del hombre.
Entre ellos estaba yo, en mi casita de Pinar del Río terminando de fregar la loza de la comida cuando llegaron a invadir mi privacidad. Más de quince efectivos de la policía desplegados en toda la calle, uno tocó a la puerta, mientras otro grupo se repartían el patio y el techo. Parecía iban a detener a un escuadrón de asesinos, no a una libre pensadora, pacifica y mujer.
Ni yo ni mi familia podíamos imaginarnos que sucedía. Lo cierto es que buscaban y buscaban entre los papeles, las gavetas, debajo del colchón, en el tanque de la taza del baño, en fin un registro inmenso, donde me ocuparon todas las bibliografías de la Biblioteca José Ángel Buesa que dirigía como Bibliotecaria Independiente, y como es natural dentro de los documentos confiscados, se fueron el sin número de despachos para la Agencia Nueva Prensa Cubana, y hasta mis documentos personales, fotos ,cuadernos literarios, y mi antidiluviana maquinita de escribir marca Rémington, que me habia regalado Raúl; Rivero para poder escribir mis despachos periodísticos. Mientras yo suspendida contra la pared de la sala miraba sin saber qué buscaban, mi familia esperaba lo peor, y mi nieta lloraba desconsoladamente sujeta a la falda de su mamá, mi hija, con los ojitos desbordados de miedo.
No sé cuantas horas duró el inmenso registro, pero cuando terminaron fui conducida al Departamento de la Seguridad del Estado, donde me esperaba un buen número de oficiales que se turnaban para hacerme el interrogatorio.
Después supe que habían detenido a Víctor Rolando Arroyo al llegar de Ciudad de la Habana y a otros en diferentes provincias. Entre ellos Omar, Regis, Raúl, Fabio, Vázquez, Miguelito, Jorge, Ricardo, Omar Ruiz, en fin a todos los que luchábamos por la libre expresión y la democracia de nuestra tierra. Todos acusados de intentar contra la soberanía nacional, mercenarios, trabajar para una potencia extranjera, entre otras calumnias muy bien diseñadas.
Fueron días terribles, por lo que todo llega a mi mente tal y como sucedió. Durante las tres semanas siguientes, 75 de los arrestados fuimos juzgados, condenados y encarcelados bajo condenas de entre 6, y 28 años de prisión, y domiciliarias.
El gobierno nos acusó además de intentar subvertir la autoridad del Estado, espiar para los Estados Unidos y otros gobiernos, e informar mentiras a la prensa internacional acerca de la economía cubana.
Lo cierto fue que dentro de aquella gama de calumnias y acusaciones los juicios quedaron muy por debajo de los estándares internacionales mínimos de derechos humanos, pues los jueces y los fiscales en la isla por desgracia no son independientes, todos tienen que operar bajo el control del gobierno y sus secuaces.
Tampoco se me olvidará como a los concurrentes internacionales se les prohibió el acceso a las salas de juicio. Y a los abogados defensores no se les garantizó la oportunidad de preparar las defensas de los clientes, ni se les dio acceso a los archivos de la corte hasta las 24 horas previas a los juicios y, en la mayoría de los casos, los abogados no vieron a los defendidos hasta una hora antes del inicio del proceso judicial.
Todo amañado, inhumano, atropellante. Sin derechos legales, sin derechos de ningún tipo.
Desde este día inolvidable la mayor parte de los 75 prisioneros siguen encarcelados. A un pequeño número les han dado la extra penal, el resto continua en condiciones inhumanas y por debajo de los estándares.
La mayoría cumplen su condena en prisiones a cientos de kilómetros de sus casas, lo que dificulta enormemente, y a veces hace casi imposibles las visitas familiares.
Muchos de los presos no están recibiendo tratamiento médico adecuado para sus padecimientos de salud, los cuales en algunos casos han sido adquiridos durante el período de encarcelamiento y hacen peligrar sus vidas.
Otros casos, que son muchos, pero por nombrar uno como el Dr. Oscar Elías Biscet, han sido recluidos en celdas de aislamiento durante meses, han sido sus visitas familiares canceladas, y se les ha denegado el acceso a la luz del sol entre otros atropellos.
En muchos otros el gobierno ha presionado a los familiares para que dejen de recibir a disidentes en sus casas, bajo la amenaza de empeorar las condiciones en prisión de sus familiares. Como es conocido han pasado cuatro años de esta fecha y todos continúan en infrahumanas condiciones, expuestos a las viles acusaciones tan sólo por luchar por su país, y erradicar de nuestra tierra las violaciones que conspiran contra la soberanía nacional, orquestada por un totalitarismo cruel y obstinado.
Hoy en el cuarto aniversario de estos arrestos, mi agrietado corazón se une a mi conciencia y condena y pide una vez más con todo el vigor de un pensamiento libre, y de un inmenso amor por su patria y sus hermanos, se liberen de inmediato a todos estos hombres que son inocentes de la sórdida condena impuesta, pues su único delito ha sido ejercer sus derechos elementales de expresión y reunión y promover un mayor respeto por los derechos civiles y humanos dentro de una isla pisoteada y cautiva.
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