RETROSPECTIVA
/Por: Adela Soto /
El recuerdo es algo impresionante, que nos lleva de la mano muchas veces a sucesos que ocurrieron en nuestras vidas, y nos parece que están presentes, y mucho más cuando escuchamos las noticias, y conocemos que la represión, los acosos, y las ofensas contra los libres pensadores se agudiza, y que muchos cubanos siguen ciegos a pesar de que el tiempo trascurre y la realidad se abre paso ante la vida,
Este suceso que relato a continuación vino a mi mente y volví a vivirlo a pesar de los años que han pasado, pero es algo que aun late en mi psiquis,
Cuando escuché las palabras cargadas de odio de la vecina gritándome “traidora”, “contrarrevolucionaria”, “lacra de la sociedad” no tuve más remedio que sentarme frente a mi espejo y pensar si el tiempo se había detenido en los años 80, cuando palabras idénticas a esas salían como ráfagas contra cualquier persona que no compartiera los ideales comunistas. Obviamente esos calificativos continuaban siendo un concepto sui generis que con toda frivolidad algunos seres humanos descargan, de forma gratuita, sobre quienes consideran sus enemigos. Me pregunté muchas veces qué yo había traicionado. Porque nada se traiciona a partir de que se deja de creer. Miré detenidamente mi rostro y descubrí que esa imagen ya no era la mía: las canas se advertían en mis cabellos y el borde de mis ojos estaba cubierto de grietas. Es decir: el tiempo había pasado pero mis sentimientos estaban incólumes. Entonces recordé lo que me contó Mercedes Moreno, cuando un día en su vivienda, por el año 1997 le propinaron un mitin de repudio, y que esa clase de linchamiento verbal, lo hacían porque había dejado de trabajar para los medios oficiales de prensa donde era comentarista deportiva y había comenzado a dirigir una agencia de prensa independiente. También recordé cuando le pintaron las paredes de la casa a Ana Luisa López Baeza con palabras obscenas en contra de su hija Lesbia. O cuando condenaron a mi amiga Diana Margarita a una eterna persecución, y donde la redujeron de profesora universitaria a vendedoras ambulante, trabajadora de servicios, abridora de hojas de tabaco, agricultora, en fin a cuanta humillación existe, solamente por decir lo que sentía en una “democrática” asamblea del Partido Comunista.
También me vino a la memoria las golpizas y los vejámenes a Joaquín Torres Álvarez, las detenciones en medio de la vía publica, los registros masivos, las apropiaciones ilícitas de cuanto material de estudio o literario encontraban a su paso, en el sin numero de allanamientos efectuados a diferentes opositores pacíficos a lo largo y ancho de la isla , que más de una vez fueron blancos de tales atropellos. Es cierto, me dije, que esas ofensas contra la moral de los opositores siguen sin variantes. Pero todo lo anterior se agrava en un país donde los términos civilismo, tolerancia, libertad de expresión o independencia son pecados capitales. Las palabras de mi vecina me confirmaron, una vez más, que si la Santa Inquisición no hubiera sido abolida me hubieran incinerado en plena vía pública. Sin derecho a apelación, por supuesto. Entonces me repetí, varias veces, las palabras que me dictaban la razón: paciencia, mucha paciencia. Y me hice el firme propósito de soportar. Todo pasa y todo queda y mi destino era, y es, andar haciendo caminos. Yo sé que la verdad está de mi lado y más temprano que tarde se extenderá por toda mi patria.