Todavía recuerdo la odisea de Camelo Mesa, un campesino noble, honrado y de muy buena familia que vivía en la barriada de las Ovas provincia de Pinar del Río.
Su única hija Margarita vivía en el extranjero desde hacía cuatro años casada con un italiano que por suerte conoció en sus andansas por la capital en busca de mejor vida, y gracias a sus encantos, se pendó de ella y en menos de dos meses se la llevó a Italia.
No se supo nunca la verdadera causa que le provocaron el supuesto infarto ,pero según se dijo había sido por el exceso de peso y al salir del gimnasio y como nadie estaba presente en el momento del desenlace hubo que creer la historia y así lo certificaron los médicos del lugar, y la joven de solamente veinticuatro años tuvo que permanecer por quince días dentro del ataúd hasta que sus padres vendieron todo lo que tenían de valor, más la ayuda familiar, la limosna que pudieron darle los amigos , y los ahorros del viudo, para poder trasladarla hasta su país, de lo contrario tenían que sepultarla en el lugar donde falleció.
Según aseguraron los familiares de la occisa, el pago fue de 38 mil dólares, tal vez uno vivo no valga tanto, pero muerto vale más de lo que nadie soñó.
Carmelo tenía una finquita herencia de sus padres, una yunta de bueyes y un carretón destartalado, todo bien valorado no llegaba a 11mil pesos moneda nacional, y el pobre hombre no sabía que hacer con su desgracia.
Convocó a la familia más pudiente, a los amigos, y le hizo una carta al viudo para que cooperara en el asunto, pero ni aun así completaba la suma.
Desesperado y sin salida se pasó más de una semana dándole vueltas a las posibilidades a ver si podía resolver el problema, pero nada pudo, y en Cuba no existen préstamos de banco, ni créditos de compañías , ni nadie tiene un centavo para prestarle a nadie.
Dionisio Herrera su compadre al verlo desesperado le dio una idea brillante, pero Catalina la esposa se la cuestionó por miedo a caer en problemas judiciales, aunque en esos momentos no podía espera ni siquiera pensar, y haciendo caso omiso a la compañera de la vida, salió con Dionisio y metió mano a la obra.
Afiló sus cuatro mata vacas, y se los puso en al cinto. Llegó al cuartón previsto y con seis puñaladas terminó con la vida de 6 reses de pura raza.
En un dos por tres y con la ayuda de su compadre los desmembró metiendo las paletas y los muslos en diferentes sacos de yute.
Entre los dos repartieron el producto a diferentes matarifes especializados en el asunto y en menos de dos días ya Carmelo tenía en su poder el dinero que le faltaba para traer el cadáver de su hija desde Italia.
Sin pensarlo dos veces hizo todas las gestiones burocráticas y consulares y pagó la cantidad asignada por el envío del cadáver a distancia.
Todos se congregaron en casa de Dionisio pues ya Carmelo no tenía vivienda, a esperar que llegara el féretro para seguir para el cementerio
En las primeras horas de la mañana llegó el carro fúnebre y sin más preámbulos todos acompañaron a la pareja al último adiós de su querida hija.
Cuando se disponían a salir del camposanto junto a toda la concurrencia, varios carros policiales detuvieron la marcha junto a Carmelo y en un santiamén cuatro gendarmes lo esposaron sin decirle ni media palabra.
La esposa de este preguntó asustada el por qué de la detención, si venían de enterrar a su única hija, y nada había hecho.
Pero su pregunta quedó sin respuesta, solamente pudo mirar turbada lo que estaba sucediendo con su esposo, que a empujones lo metían en el vehículo policial.
A los varios días y después de investigar de unidad por unidad de policía el paradero y las causas de la detención, supo que estaba acusado de sacrificio ilegal de ganado vacuno.
El juicio se celebró rápidamente y fue condenado a 15 años de privación de libertad.
Catalina se quedó a vivir en casa del compadre, sin hija, marido, vivienda, finca, carretón, ni yuntas de bueyes.
Se supo que a los pocos días del sufrimiento y la vergüenza a Carmelo le dio un infarto en la cárcel donde fue llevado a cumplir con la sanción impuesta.