Un dolor precordial suena como relámpago
Y corro a los brazos del buitre más cercano
Sin advertir su ponzoña
y sus dientes malévolos
Pero recurro a él como única salida
En este reino grande
Que sabe a selva cotidiana
Me brinda sus antídotos
Y un tenaz desayuno
Me remienda las grietas
Y luego me almacena
Entre sus telarañas
Sin ver como mis días
Se vuelven hojas secas
Para el convoy de paso
Sin ver como anochecen
Mis
ojos en la espera