Tal vez lo efímero
Sea el gran secreto
Que el tiempo nos
regala
Y casi nunca vemos
Vivimos remordiendo
la bilis
Herencia putrefacta
De los ancestros más
puritanos
Sin percibir al
dragón de mil cabezas
Ni la piel del
lagarto
Cambiante e incolora
Ni siquiera si hay
cambio de estación
En los glaciales
Adaptamos la
vehemencia
A la peor costumbre
Irguiéndonos
corpulentos mentalmente
Los estómagos se
aceleran
Y llega el adoquín en
su vorágine
Destripando todo lo
que tenemos
Mucha desesperación
Almacenada
En esos intersticios
embalsamados
Con piedra caliza y
otros despilfarros
Gritamos con voz
recalentada
Quemando naves
irrecuperables
Vociferando la peor
de las risas
Sin pensar en el
aluvión
Que nos señala
Lo poco que nos queda
Nadie escarmienta
Se dopan con caña
santa y tila
Se construyen un
corazón de amasijo
Y cruzan los dedos
Creyendo que así
Se ganan las batallas
Deambulan borrachos
de sed
Y en su conciencia
Llevan los trombones
de la perdición
Sin llegar a saber
Quién es quien
Quién es de quien
O si tenemos quien
Nos salve la travesía