Sucumbo en
este griterío
Llena de
harapos mentales
Sin esperar
nada
Sé que tengo
los brazos voladores
Mas fuertes
que las alas
De los
pájaros
Me falta el
pico y sus patas
Pero tengo
rodillas
Y boca
descompuesta
De tanto silbarle
a la mañana
A la noche
Al tren que
pasa y no me mira
Al gorrión
marchito
Que se
antojo meterse en el alero
Aferrado a
los monjes
De la quinta
estación
Sin advertir
El hedor
Que despide
el salitre
Que se tragó
los cuerpos
Como si
fueran ciruelos
A pesar de
la cabra que golpeaba
Con sus
cuernos
Y nadie la
escuchaba
También el
chillido de la cigarra
Se interpuso
a la floración
Y en un
segundo los ojos eran dos
Ráfagas
hinchadas y dolorosas
Amontonándose
en la almohada
Entonces me reía
Voluptuosa y
con una expresión
Mas
aterrorizada que el silencio
Y me
convertía en piedra pome
Otras
comenzaban a brillar
Dentro del
más recio disparate
Creyéndome
vencedora
Dueña
absoluta
Del
caballero de las mil figuras
Sin imaginar
que eras el desahuciado
Aferrado a
los lingotes
Que se
convierten en polvo
Colgado a
los proyectos espaciales
Con los pies
flotando
Y el cerebro
lleno de miedo
Ese miedo
que deshila a los hombres
Mas bravíos
Qué sé yo lo que vi después
El gato
negro
O el
corsario lleno de agravios
En busca de
los pedazos que quedaron
Nada
comprendí, ni comprendo
Ni
comprenderé
Porque se ha
apagado el fuego
Y sólo un
delgado hilillo de humo
Y hojarasca
Permanece
intocable
Sobre los
peces grandes y pequeños
Que esperan
por la intolerancia
Para ser
tragados.