En pocas horas me llevaste
Al altar de la santísima tentación
Y cuando corría por mi vientre
El deseo más salvaje
Recordaste que tu salvación
No estaba en estos brazos
Ni de mis besos brotaban influencias
Mucho menos legados
De prosperidad metálica
Entonces la honestidad y la pasión
Pasaron a ser un acoso repudiable
Y por mucho que acomodaste tus ideas
Más pudo la probabilidad
Decidiendo portar la antorcha de Sócrates
Que la pluma superflua
Donde escribo tanta vida.