ESTAMPAS DE LA CUBA DE HOY.
POR: ADELA SOTO
Casimiro desde mucho antes del año 59 se había dedicado por entero a la siembra de tabaco negro, pero cuando llegó la Ley de la Reforma Agracria y le dieron su pedacito de tierra ,juró sembrarla con mayor empeño y lograr una mejor zafra.
Así se le veía al campesino cubano desde las primeras horas de la mañana con sus bueyes amasando la tierra, para después de regar los semilleros, sentarse bajo el tamarindo a ver las líneas verdecitas y crecidas, como las espigas del maíz.
Mucho esfuerzo le costó al pobre hombre cobijar la vivienda con guano nuevo y hacer su bohío valentierro al fondo ,donde guardar las provisiones de las épocas de sequía, además de todas las vicisitudes que pasó con la falta de combustible para el regadio ,la falta de plaguicidas e insecticidas .
Incluso muchas promesas cumplió a sus santos, caminando descalzo por aquellos pedragales, para que las zafras se ledieran buenas y poder ganar lo suficiente con la venta de fin de cosecha.
Clotilde su mujer, lo aconsejaba y hacía todo lo posible por hacerle entender, que la tierra solamente le estaba dando grietas en las manos y en el corazón ,que lo mejor era irse a vivir para el pueblo como lo hizo su comadre Rosa, pero el viejo Casimiro más terco que una mula, seguía con aquello de qué había nacido debajo de una mata de tabaco, y quería lo enterraran debajo de otra.
Más de veinte años dedicados al tabaco y ni siquiera lo fumaba porque una vez oyó decir que dañaba la salud y era religioso con los consejos de los médicos.
Zafra trás zafra Casimiro hacía su pequeña fortuna. Le compraba ropa nueva a los muchachos, zapatos y el resto se le iba en los mandado de la cuota, y algún que otro medicamento para calmar los fuertes dolores de su artrosis deformativa y su asma bronquial, a las que él no le daba importancia pues su única preocupación era la tierra y sus fieles hojas de tabaco negro.
Una mañana se detuvo dentro del corte para secarse el sudor que no lo dejaba ve las hojas que recolectaba para el ensalte y vió a lo lejos que llegaba un vehículo nunca antes visto por la zona.
Pensó que a lo mejor venían a condecorarlo por tan buena cosecha y hasta el pecho se le hinchó de orgullo ,por lo que salió a toda carrera de sus ideas y al encuentro del que llegaba, cuando escuchó la voz del hombre que se le acercaba imperativo.
-¿Casimiro Morales?-
-Sí señor,..p'a servirle a usted y a Dios.- respondió firmemente.
-Pués bien,... nosotros somos funcionarios del Ministerio de la Agricultura y vinimos a comiunicarle, que a partir del día de hoy ,vendrá diariamente una comisión a supervisar que no se desvié una sola hoja de tabaco en el campo.-
-¿ Qué se desvié qué ?... Repitáme eso que no escuche bien...- Le dijo Casimiro un poco confundido.-
-Lo que escuchó... y no lo tome a mal , es que estamos haciendo estos controles ,porque usted sabe...que hay muchos incumplimientos y puden estar en los desvíos, usted sabe,... de la venta clandestina.-
Casimiro no dijo más ,soltó el machete, tiró las hojas de tabaco que tenía en la mano sobre la canasta y salió a toda prisa hasta su casa.
No podía creer lo que sus oídos escucharon ,pero era cierto , le estaban controlando su trabajo.
Varios días el hombre estuvo molesto a más no poder, inclusive hasta se volvió un demonio con la mujer que no tenía culpas del asunto.
Esa semana llegaba Julito un ahijado que desde pequeño se fue a vivir a la capital y se dedicaba según algunas lenguas a los asuntos del teatro, y a esas cosas del arte que los campesinos no entienden muy bien.
Julito llegó después de quince años de ausencia a visitar la zona de su niñez con un amigo ,pero como la juventud se viste a la moda y en estos tiempos les ha dado por teñirse el pelo, hacese tatuajes, dejarse la barba, y como Julito no era muy conocido en el lugar , para los espías del gobierno era un turista o un comunitario que venía de Miami.
Después del almuerzo familiar y de bienvenida ,salieron al patío y debajo del tamarindo se pusieron a recordar y a beber ron.
Casimiro para obsequiarle algo, le hizo una breva con unas hojitas de su cosecha, para que disfrutara de su calidad y aroma, y el muchachón fumó placidamente mientras las horas caían sobre las anécdotas de la infancia.
De pronto dos policias y tres hombres fuertes y érgidos ,cayeron delante de los allí presentes , a la vez que comenzaban a salir detrás de los albustos, del bohío velentierro, y la aletrina, un despliegue de ninjas uniformados y sin uniformar más rápidos que los de las películas japonesas.
Casimiro extrañado miró para todas partes sin poder comprender qué estaba sucediendo en el lugar, hasta que la persona que parecía dirigir el operativo polícial le dijo con voz de mando.
-!Estas detenido!-
-¿ Quién ...yo ?- Preguntó mucho más confundido Casimiro.
-Vamos ... todos tienen que acompañarnos ... y mirando para uno de los uniformados, le dijo
- Y tú recoge las pruebas del delito-
Sin demora el militar recogió dentro de un naylón las cenizas del tabaco que yacían sobre la tierra, y una cáscara de coco utilizada por Casimiro como cenicero, y procedió a la retirada del lugar.
Así fue como Casimiro Morales, pequeño agricultor cubano, por más de veinte años de rudo trabajo, bajo agua, sol y sereno, fue acusado de dedicarse a la venta cladestina de habanos a los turistas.
Dicen algunos vecinos que salió cómodo , pues la multa fue de 5000 mil pesos moneda nacional, y eso porque el abogado le hizo tremenda defensa, porque el fiscal le pedía diez años de privación de libertad.
Así se le veía al campesino cubano desde las primeras horas de la mañana con sus bueyes amasando la tierra, para después de regar los semilleros, sentarse bajo el tamarindo a ver las líneas verdecitas y crecidas, como las espigas del maíz.
Mucho esfuerzo le costó al pobre hombre cobijar la vivienda con guano nuevo y hacer su bohío valentierro al fondo ,donde guardar las provisiones de las épocas de sequía, además de todas las vicisitudes que pasó con la falta de combustible para el regadio ,la falta de plaguicidas e insecticidas .
Incluso muchas promesas cumplió a sus santos, caminando descalzo por aquellos pedragales, para que las zafras se ledieran buenas y poder ganar lo suficiente con la venta de fin de cosecha.
Clotilde su mujer, lo aconsejaba y hacía todo lo posible por hacerle entender, que la tierra solamente le estaba dando grietas en las manos y en el corazón ,que lo mejor era irse a vivir para el pueblo como lo hizo su comadre Rosa, pero el viejo Casimiro más terco que una mula, seguía con aquello de qué había nacido debajo de una mata de tabaco, y quería lo enterraran debajo de otra.
Más de veinte años dedicados al tabaco y ni siquiera lo fumaba porque una vez oyó decir que dañaba la salud y era religioso con los consejos de los médicos.
Zafra trás zafra Casimiro hacía su pequeña fortuna. Le compraba ropa nueva a los muchachos, zapatos y el resto se le iba en los mandado de la cuota, y algún que otro medicamento para calmar los fuertes dolores de su artrosis deformativa y su asma bronquial, a las que él no le daba importancia pues su única preocupación era la tierra y sus fieles hojas de tabaco negro.
Una mañana se detuvo dentro del corte para secarse el sudor que no lo dejaba ve las hojas que recolectaba para el ensalte y vió a lo lejos que llegaba un vehículo nunca antes visto por la zona.
Pensó que a lo mejor venían a condecorarlo por tan buena cosecha y hasta el pecho se le hinchó de orgullo ,por lo que salió a toda carrera de sus ideas y al encuentro del que llegaba, cuando escuchó la voz del hombre que se le acercaba imperativo.
-¿Casimiro Morales?-
-Sí señor,..p'a servirle a usted y a Dios.- respondió firmemente.
-Pués bien,... nosotros somos funcionarios del Ministerio de la Agricultura y vinimos a comiunicarle, que a partir del día de hoy ,vendrá diariamente una comisión a supervisar que no se desvié una sola hoja de tabaco en el campo.-
-¿ Qué se desvié qué ?... Repitáme eso que no escuche bien...- Le dijo Casimiro un poco confundido.-
-Lo que escuchó... y no lo tome a mal , es que estamos haciendo estos controles ,porque usted sabe...que hay muchos incumplimientos y puden estar en los desvíos, usted sabe,... de la venta clandestina.-
Casimiro no dijo más ,soltó el machete, tiró las hojas de tabaco que tenía en la mano sobre la canasta y salió a toda prisa hasta su casa.
No podía creer lo que sus oídos escucharon ,pero era cierto , le estaban controlando su trabajo.
Varios días el hombre estuvo molesto a más no poder, inclusive hasta se volvió un demonio con la mujer que no tenía culpas del asunto.
Esa semana llegaba Julito un ahijado que desde pequeño se fue a vivir a la capital y se dedicaba según algunas lenguas a los asuntos del teatro, y a esas cosas del arte que los campesinos no entienden muy bien.
Julito llegó después de quince años de ausencia a visitar la zona de su niñez con un amigo ,pero como la juventud se viste a la moda y en estos tiempos les ha dado por teñirse el pelo, hacese tatuajes, dejarse la barba, y como Julito no era muy conocido en el lugar , para los espías del gobierno era un turista o un comunitario que venía de Miami.
Después del almuerzo familiar y de bienvenida ,salieron al patío y debajo del tamarindo se pusieron a recordar y a beber ron.
Casimiro para obsequiarle algo, le hizo una breva con unas hojitas de su cosecha, para que disfrutara de su calidad y aroma, y el muchachón fumó placidamente mientras las horas caían sobre las anécdotas de la infancia.
De pronto dos policias y tres hombres fuertes y érgidos ,cayeron delante de los allí presentes , a la vez que comenzaban a salir detrás de los albustos, del bohío velentierro, y la aletrina, un despliegue de ninjas uniformados y sin uniformar más rápidos que los de las películas japonesas.
Casimiro extrañado miró para todas partes sin poder comprender qué estaba sucediendo en el lugar, hasta que la persona que parecía dirigir el operativo polícial le dijo con voz de mando.
-!Estas detenido!-
-¿ Quién ...yo ?- Preguntó mucho más confundido Casimiro.
-Vamos ... todos tienen que acompañarnos ... y mirando para uno de los uniformados, le dijo
- Y tú recoge las pruebas del delito-
Sin demora el militar recogió dentro de un naylón las cenizas del tabaco que yacían sobre la tierra, y una cáscara de coco utilizada por Casimiro como cenicero, y procedió a la retirada del lugar.
Así fue como Casimiro Morales, pequeño agricultor cubano, por más de veinte años de rudo trabajo, bajo agua, sol y sereno, fue acusado de dedicarse a la venta cladestina de habanos a los turistas.
Dicen algunos vecinos que salió cómodo , pues la multa fue de 5000 mil pesos moneda nacional, y eso porque el abogado le hizo tremenda defensa, porque el fiscal le pedía diez años de privación de libertad.
-