LOS SUEÑOS DE MARINELA
Por: Adela Soto Álvarez
Mi país se había convertido en una olla de grillos. Muchos perdían la identidad, otros se aferraban al fanatismo, a la huida, al sálvese quien pueda. La mayoría puestos para el negocio, y tratando de buscarse el sustento diario aunque fuera matando al hermano o al amigo, lo importante era sobrevivir de la crisis general que invadía cada hogar cubano.
Pancho Menéndez fiel luchador, según sus anécdotas comenzó a quitar cuanto cuadro de Fidel tenía colgado en la sala de su casa, así como el de él todo barbudo con un fusil cruzado sobre el pecho, que exhibía con orgullo patrio en medio de la mesita de centro, recuerdos de sus hazañas en la limpia del Escambray y si alguien le preguntaba que había sucedido con el mismo, cambiaba la conversación y se esmeraba en torcer su cigarrillo reciclado con cuanto cabo encontraba en sus búsquedas callejeras, o comenzaba a hablar de deportes para evitar dar explicaciones inexplicables.
Ernestina y Sucinda sus hermanas menores, también quitaron sus medallas y diplomas por el deber cumplido, y ahora se dedicaban a enviarles cartas suplicantes a dos sobrinos que vivían en Europa para que se condolieran de ellas y les enviaran aunque fueran unos dólares para poder resolver la hambruna familiar.
Entre estos arrepentidos estaba Gilda la cederista destacada que entregó el cargo pidiendo a la vecindad se compadecieran de su edad y enfermedades, y así lo logró, a los varios meses se supo de su matrimonio con Juan Fermín que se ganó el Sorteo de la Lotería para emigrar y salió del país sin que muchos lo supieran.
Por la otra parte estaba en total cambio un buen grupo de la juventud, la que de un día para otro comenzó a practicar el viejo oficio de las prepagos, esta vez con el nombre de ‘BUSCA VIDAS O JINETERAS” que para los efectos era lo mismo, pero su objetivo principal salvar la economía de la prole familiar, porque de lo contrario tendrían que terminar engrosando la lista de los locos y los muertos por desnutrición.
Ya en las salas de psiquiatría estaban recluidos varios vecinos que jamás se habían sentido ni un leve nerviosismo y al verse sin nada que llevar a la mesa comenzó a escuchar voces y a ver visiones, en caso fue que en un sentí amén pasaron a la lista de los deshabilitados por paranoia crónica.
Fue una época muy convulsiva donde se vio de todo como en botica, incluyendo a mujeres de moral incuestionable y que jamás pensaron en esta vía de escape, pero emigraban a la capital pensando encontrar mejoras salariales, o a un individuo que les ayudara con el hambre que se regaba a diestra y siniestra sin compasión sobre cualquier núcleo familiar.
Dentro de este exilio nacional estaba Marínela una muchacha que todo el tiempo se lo había pasado soñando con ser famosa como cantante pero la corrupción en este medio cultural era tan putrefacto y socializado, que no la dejaban sobrevivir en este campo y la reducían diariamente al ostracismo de su humilde choza provinciana.
Al igual que hicieron con Sora una gran actriz que al envejecer le fueron quitando los papeles principales, después los secundarios, y al final la desalojaron hasta de una jubilación decorosa a causa de la perdida de sus papeles y certificaciones de años dedicados al arte.
Marínela era sobrina de Sora, y había vivido en carne propia la situación tan embarazosa que la llevó a deambular de calle en calle vendiendo baratijas, el café de la cuota normada y los cigarros, para poder sobrevivir por eso no quiso esperar nada en el pueblucho natal, y también quiso secundar a las que emigraban a la capital en busca de mejor vida, pero no dedicarse a jinetear sino manteniendo su moral y principios, resolver una mejor vida.
En la capital pensó que todo le sería fácil, y buscó empleo en diferentes viviendas, cafeterías, hospitales, y otros lugares del cuenta propia que aunque incipiente tenía algunos negocitos abiertos al pueblo.
Pero nada encontró, además nunca fue su fuerte, pues amaba el arte y seguía soñando con lograr algo en algún momento, por lo que aceptó la mala juntera de Doris y Clara que la aconsejaron dejarse amar por algún ciudadano honesto, de holgada posición, que por lo menos tuviera un buen empleo dentro del turismo, o la cultura y que recibiera remesas de Miami. Así a lo mejor con una palanquita podría hacer realidad su preciado deseo
de ser cantante.
Era la única salida al subdesarrollo provinciano y en medio de una opción cero que destruía en pocos momentos a cualquier ser humano por fuerte que fuera.
Vagó por muchos meses de amistades en amistades, hasta que al azar conoció a Esquiso II, un príncipe encantado que a pesar de tener 42 años cumplidos y padecer de una inmadurez asombrosa, ella lo concibió buen hombre y con amplias posibilidades para su futuro inmediato. Además le ofreció ayudarla en sus anhelos vocales y hacerla una famosa artista.
Esquiso era una magnifica oportunidad para Marínela porque estaba integrado a las filas del oportunismo cultural, al igual que sus parientes, que aparentaba una solvencia económica desbordarte, por lo que al enamorarse y comprometerse sin objeciones, todo lo creyó a pedir de boca, y mucho más al ver que la llevó como su esposa a los predios del palacio donde residía con la madre.
En la capital en esos momentos el período especial también hacia sus estragos, aunque en menor escala que en el campo. Aunque la tasa de robos si existía como en todos lugares al por mayor, y las calles de la Habana Vieja se repletaban de vendedores ambulantes como hormigas y hasta minusválidos, ciegos y dementes, ocupaban un lugar de venta en las aceras con sus bisuterías y artículos baratos por su calidad, pero súper elevados en los precios, con el único fin de poder ganar para comer.
Hasta los medicamentos solamente se encontraban en la “Bolsa Negra” porque las farmacias permanecían vacías, incluso a pocas horas de ser surtidas.
Por supuesto que en esto entraba a jugar la mano siniestra de los revendedores que en complicidad con los dependientes de la farmacia despojaban en pocas horas las despensas a la mitad del costo de la venta y así sobrevivían a la hambruna.
Jamás olvidaré la mañana que acudí al médico de guardia a tomarme la tensión arterial y como la tenia tan elevada me recomendó buscar en la calle unas tabletas de meprobamato, porque el no me podía expedir la receta pues en la farmacia destinada a la compra de su hospital estaba en falta total desde que Colón desembarco.
Sin exagerar un frasco de tabletas de meprobamato, diazepan, amitriptilina, o cualquier vitamina entre otros fármacos llegó a costar 20 pesos moneda nacional, aunque esta crisis solamente era en las boticas destinadas al pueblo, porque en las farmacias del área de la divisa se podían adquirir sin dificultad.
Igual sucedía con los inhaladores de salbutamol para los asmáticos, solamente en la bolsa negra y la farmacia en dólares. Esto que les cuento no estaba oculto del mago, y sus compinches. Muchos sabían que solamente así se podían adquirir y se hacían de la vista gorda y no más de una vez se escuchó por las calles capitalinas a pregoneros de medicamentos que no daban abasto con la venta callejera.
También te tropezabas en cada esquina, callejón o calle con millones de maniseros, limosneros, vianderos y para no dejar de vender, vendían hasta plantas ornamentales y medicinales y todas a precio exuberante por encima del alcance del pueblo de a pie.
Los artesanos se reunían en el patio de la iglesia mayor con sus tarimas repletas de variadas ofertas al por mayor, todas también en divisas, solamente para los turistas, y para los que recibían remesas del extranjero.
Todo esto sin tener en cuenta lo que dice la Biblia en MT 21, 12,13 “Mi casa es casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones:…
Muchas de las cartománticas, hechiceras y espiritistas que le habían predicado el futuro a miles de personas al igual que a mi padre en su juventud, estaban internadas en hogares de ancianos, en lapidas olvidadas, o en hospitales psiquiátricos predicando desde sus harapientas camas, la muerte del viento.
Por otra parte todas las viviendas se habían convertido en jaulas, con las puertas y ventanas enrejadas, patios y balcones para evitar la visita inoportuna de los “cacos de moda, ladrón o rateros”, todos graduados en las aulas de la nueva sociedad, dividida en clases y fuente inevitable de la pérdida de valores humanos, ante la crisis imperante y reformativa dirigida por el mago mas cruel que ojos humanos han visto.
Toda esta realidad le provocaba a la pobre de Marínela la peor de las impotencias, pero no podía hacer nada por salirse del medio, pues estaba condenada a malvivir y vegetar quién sabía hasta cuándo en una de esas jaulas, con miedo al sol y a la luna, entre cucarachas, mentiras, mezquindades, robos, enmascarados, coartadas perfectas, desalojos espirituales, y despreciada por toda la palestra real, que realmente era lo único que encontró en brazos de Esquiso II. Pues en medio de todo esto también pudo descubrir su título de Mentiroso a la N potencia, graduado con medalla de oro, y cualquier equivalente.
Había salido de su pueblucho en busca de mojas económicas y sociales, y lograr su anhelado sueño, pero al aceptar su compromiso con Esquiso no tuvo otra opción que convivir metida en una alcoba con sonido ajeno, y donde ni las sombras le pertenecían, y solamente amparada por el sucio y desvencijado cuerpo de este hombre, que ya en este momento se conocía de su Esquizofrenia querulante, y que entre las más increíbles farsas hacia todo lo posible por mantenerla a su lado costara lo que costara.
Nunca supe si por amor, necesidad fisiológica, carencia materna, capricho o el interés a largo plazo, de que algún día la jovencita fuera famosa con su impublicable profesión y poder a su costa abandonar el palacio familiar. Lo único que si puedo asegurarles es que allí se le veía aparentando, y aparentando una relación que nunca dejó de ser una gran comedia hasta para ella misma. Y lo único que pudo cantar y eso a media voz bajo la regadera fue el manisero.
Aunque nada de esto a ella le importaba, porque este demente le llegó en el momento en que su único objetivo era poder camuflagearse tras la corona de princesa que le ofrecía su majestad Esquiso II y aparentar delante de su familia y amistades ,que había alcanzado la gloria y pudieran vivir tranquilos y amparados por su supuesta buena suerte.
Como ven esta mujer de supuesta moral convencional también había perdido los valores humanos y el respeto a si misma. Pero tenia que seguir, porque la realidad era que desde su huida a la capital para sus padres la vida cambio.
Su hermana les había dejado a los padres la mínima y mísera chequera de su jubilación, además de enviarle todos sus esfuerzos. Mientras ella hacia lo posible y lo imposible por sufragarle casi todas las necesidades aunque fuera con las sobras y los deshechos que botaban los propietarios de palacio.
Entonces para ellos comenzó a parecer diferente, mucho más culta, más joven, más concisa, y objetiva, aunque nunca se percataron que lo único que estaba era mucho más loca, la agasajaban en cada visita como si fuera la reina Isabel.
Algunos vecinos la miraban como un ser de otra galaxia y los que no le hablaban comenzaron a tratarla, y a recibirla con bombos y platillos acosándola a besos y abrazos en cualquier esquina, mientras ella se miraba de arriba abajo buscándose la diferencia.
Otros le planteaban sus necesidades más precarias, como si tuviera en la mano la vara mágica que con tocarla solamente resolvía los más difíciles problemas.
Nazarita y Casimiro su hijo, vecinos de los padres de esta muchacha, le pedían que les llevara zapatos y ropa. Otros de la misma provincia se pusieron bravos porque no les llevaba un regalo cuando iba de visita.
Pobres hombres y mujeres de su pueblo aguerrido, que ninguno supo nunca la verdadera situación que la embargaba y creían que porque había cruzado el puente del campo con la ciudad se le habían llenado los bolsillos de divisas.
Ni siquiera sus padres que pensaban, que porque cuando iba a verlos les llevaba todas las requisas de vestuario que hacían en palacio y recogía antes de que llegaran al basurero ,además de no contarles de donde provenían ,porque nunca nadie adivinó el dolor que llevaba a cuestas ,ni siquiera todas las maromas que tenía que hacer desde su posición plebeya para que Esquiso II en su afán de hacerse notar por su complejo de superioridad la ayudara a conseguir algunas migajas y prendas de vestir entre la prole real.
Esto sin contar la veces que tuvo que burlar la policía y de vez en cuando para hacer algún dinerito y podérselos llevar, vender a escondidas algún pomito de dulces que resolvía a un precio y revendía a otro.
Hasta en ladrona se convirtió, esperando que Esquiso durmiera para sustraerle del bolsillo algunos kilos, los que reunía, a duras penas y después enviaba a través de un giro a sus familiares.
En esta situación permaneció por mucho tiempo, drogándose la conciencia, la realidad y el cuerpo, hasta que logró encontrar un buen remedio para su soledad, mientras hacia votos a los santos de los libros y se cubría con las hojas de la yagruma o los laureles de la calle principal por sentir alguna caricia afectiva.
A veces hablaba a solas haciéndose las mismas preguntas sin respuestas. Otras regresaban a su afición por las probabilidades y donde siempre guardó su amuleto de diosa de la estupidez y la mala suerte.
¿Pero a quién podía culpar de tanta desmesura. Quién la podía salvar del nuevo laberinto? , tal vez el peor de todos.
¿Cómo tan pulcra en su intimidad, tan celosas con su cuerpo, y costumbres, podía aceptar que Esquiso II se bañara cada cinco o seis días, tras muchas insistencia, sin estimularse con los aromas y las cremas olorosas que poseía para el baño real.
Que no se cepillara los dientes como es debido con las mejores pastas traídas de otros lugares del continente, y no sintiera vergüenza de mostrar a cada instante en su sonrisa lobuna sus mal cuidadas encías, moradas y verdosas, putrefactas y malolientes.
Muchas veces se preguntaba si ella también estaba tan perturbada que aceptaba aquello o simplemente había caído en uno de los estados de la inconsciencia y no lo sabia.
Pero todo estaba muy claro, eran el cúmulo de necesidades sobre su cabeza, la fobia hogareña, toda su verdad como daga punzante, y no tenia otro remedio que continuar imbuida en su ceguera cómplice.
Lo cierto era que veía y no veía, aceptaba y no analizaba y lo pero de todo ocurrió cuando una noche entre las penumbras de la lámpara del cuarto matrimonial se dio cuenta de la verdadera raza de Esquiso II, de su suciedad interna y externa, de lo metalizada que tenia la conciencia y los sentimientos.
Y aun conociendo todas esas cosas de vez en cuando lo dejaba hacerle el amor como una maquinaria embarrándola con su sudor pestilente. Mientras ella se pensaba la peor de las mujeres, la más prostituta y denigrante.
Otras veces se le veía como la peor de las fieras y a zarpazo limpio evitaba los acosos de Esquiso II en resto del tiempo huía como una fiera desvalida.
Así de guerra en guerra con la convivencia, los días transcurrían para ella como garfio sobre su piel, sus arritmias y sus hipertensiones. Le dolía los pies, el hígado, el estomago, todas las vísceras y así cayó en un sin numero de depresiones al extremo que el estado de evasión la llevó a la neurosis y de esta a vivir oculta en los umbrales del peor de los silencios.
Así también se hizo cómplice de las paredes y de un llanto incontenible, añorando el beso que nunca llegó, la palabra de consuelo, o la comprensión del verdadero príncipe que viniera a salvarla de tanto desamor.
Ante tantas noches de desvelo descubrió que solamente era dueña de una inmensa soledad, y esclava por no se cuantas veces de una corte real perversa y repugnante, donde el interés era la única fuente donde se podía beber y los sentimientos los creaban los billetes, al igual que la moral y los valores humanos.
Se sentía esclava una y mil veces de los que tenían menos moral que ella, y lo peor de todo no podía regresar a su terruño porque su misión era resolver la hambruna de su familia
No era jinetera pero no dejaba de serlo de una forma menos publica y aparentando un matrimonio que no existía. Un amor que no sentía, una convivencia que le ponía los nervios en medio del patíbulo diariamente.
Ahora si se sentía loca, totalmente loca, tanto como los que conoció a su regreso del África en el hospital psiquiátrico en la sala de los crónicos del hospital psiquiátrico.
Ella la que resistió millones de vituperios, la que nunca dejo de tener un nombre propio, se había convertido en Esquisa III, tanto como el que le daba abrigo aparentemente a su infortunio
Mientras ella se ahogaba en su verdad el país seguía derrumbándose, el hambre agrietando la tierra y los ojos, y como único consuelo solamente podía hacerse un cóctel con vino de conformidad y calma y bebérselo hasta la saciedad, mientras sus blanquecinas y turbadas sienes rogaban por un poco de paz para su espíritu.
Muchas veces le fue infiel al silencio y dialogaba con los espejos mientras su majestad Esquiso II se comía las uñas y blasfemaba frente al televisor hasta de sus muertos.
Esquiso II tenia la virtud de ser un robot programado solo para los intereses, de lo contrario permanecía la mayor parte del tiempo sobre su lecho con olor a estiércol
.Decía que durmiendo reactivaba sus baterías y tenia mayor fuerza para en el momento menos esperado soltar al aire toda su parafernalia mediocre y agresiva, rellenita hasta los topes de autosuficiencia e impotencia.
Cuando esto sucedía se disparaba como un rayo láser y destruía su propio palacio sin importarle las consecuencias, pero era su forma, su salvación tal vez y su carácter lo hacia sentirse mejor y superior a los de su especie.
Al principio la muchacha no podía comprender el por que de sus arranques sorpresivos y su falta de dignidad y aberraciones.
Por suerte no le duro mucho la incógnita. Un día supo que había sido educado para esos fines por su alteza, la más privilegiada en las cortes de la trampa y el chantaje.
Neurótica y Mezquina a la N, vulgar y egoísta a la quinta potencia, además por el rey de la Manipulación y la soberbia, equivocado, prepotente y tan grosero y egocentrista como lo era su retoño.
Sus parientes más cercanos eran príncipes y condes del oportunismo disfrazado y con lenguas de doble filo.
Así como sus tíos y primos los cuales se escudaban tras el linaje y abolengo real se pasaban todo el tiempo escupiendo por el colmillo y conquistando bienes ajenos. Aunque las malas lenguas decían que la mayoría de sus bienes eran producto de la sustracción indebida y el robo encapuchado y apadrinado por socios de su misma estirpe.
En resumen toda la familia real estaba integrada por grandes personalidades de la carpa del más conflictivo circo humano y fieles cumplidores de las felonías sin escrúpulos contra sus semejantes, pero increíblemente sobrevivían, activos y dispuestos al próximo golpe.
Lo mismo invadían la privacidad de una billetera, que despojaban a un anciano de la corte, que lloraban junto a la victima, por eso como dice el refrán “el ladrón piensa que todos son de su condición”, se pasaban todo el tiempo sospechando hasta de su sombra.
Por eso Esquiso II era así aunque lo disimulaba inteligentemente para que sus proyectos no fueran a parar a la ruina.
Todas estas cosas ocurrían dentro del Palacio Real donde por suerte ,desgracia o una mala jugada del destino esta jovencita fue a vivir junto al Príncipe de la Esquizofrenia, por eso se resignaba a ver , oír, y callar .
Muchas veces se pensó muda y para salir de la duda se profesaba casi en un susurro pequeñas palabras, otras emitía aullidos ligeros para comprobar sus cuerdas vocales.
Una vez se traslado hasta un parque muy apartado de la vecindad y grito desaforadamente. La gente la miraba, pero ella disimulo como si alguien la estuviera llamando desde un balcón lejano, después se hecho a reír a carcajadas de ella misma.
¿Cómo fue posible que esta muchacha tuviera que llegar a tanto , por que continuaba allí, entre aquel infierno mafioso peor que el de su hogar provinciano. Pero estaba segura que solamente tenia dos opciones esperar por la visita del hada madrina, el cambio político o el Armagedón para poder resolver su controvertido problema existencial