ENTREVISTA LOS AZOTES DEL EXILIO NOVELA

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Wednesday, February 25, 2009

CRONICA

POR LOS CAPRICHOS DE UN SOLO HOMBRE
Por: Adela Soto Álvarez

En los años 90, precisamente cuando el período especial comenzó a extenderse por la isla, el exilio llegó a ser la única tabla de salvación y no se escuchaba otra cosa que no fuera: ”tengo que irme, cómo me voy, en qué, si me aprobaran la salida, si abrieran para irnos, si me llegara el bombo, el sorteo de visas, etc.

Era tan difícil la subsistencia en cualquier campo de la vida, que hasta los que tenían una supuesta ideología la fueron perdiendo, al extremo que de la noche a la mañana se supo de la salida ilegal de Marcia la Jefa del Batallón de las Milicias, Teresita y Nicolás dos miembros del Partido Comunista y quienes fueron súper extremistas, recalcitrantes y aferrados a la pata del sistema, entregaron el carné del partido y se fueron en una lancha.

Arceo el médico que atendía a la hermana del presidente del Comité, internacionalista y supuestamente comunista, se subió en una balsa y remó hasta 90 millas. Monguito el de rayos X se fue en una lancha con Miguelito el jefe del Bufete Colectivo, y el director de Cultura con el del ICAI también se fueron en una lancha.Estas noticias eran las únicas que se escuchaban en la vecindad, unidas al desespero de no saber cual era el destino de la isla.

El pueblo se volvía cada vez más loco, aquí fue donde comenzaron los atracos a lanchas y barcos pesqueros. Otros se tiraban a nado, en balsas, chalupas, cámaras de fotingo, en fin el desespero fue tremendo ante la falta de libertades, el hambre y el sin número de calamidades que destruía al pueblo cubano. Por eso solamente se pensaba en llegar a tierra de libertad.

Ante la necesidad y las ansias de huir del sistema, el exilio se convirtió en masivo, situación que provocó que los jefes del Imperio de la Simulación, dieran por despecho la orden, de quién quisiera irse que se fuera, y aquí fue donde se formó la de bacle , pues la gente cogió la palabra y salió para la calle en busca del mar para lanzarse.
Así se veía diariamente a un sin número de cubanos sin distinción de raza, sexo, nivel educacional, clase social, ni edad.

¡Todos al mar! Huir, huir lo más rápido posible de las garras del tirano.Pero como todo también sucedieron cosas muy lamentables, como el caso de mi amiga Irma que fue una de las protagonistas, vendió todo lo que tenía de valor y entre un grupo de personas fabricaron una balsa.

Solamente por trasladarlos hasta la playa por donde sería la salida, el camionero que los llevó junto con los medios de transporte marítimo le cobró 5000 mil pesos, porque en este momento tan difícil para el cubano, hubo como en todos los casos gente que se aprovechó del desesperado y se hizo de dinero a costa de él.

Según me contó mi amiga, estuvieron bajo un tinglado hecho con palos y hojas de mangle y construido por ellos mismos, por más de cinco días esperando que el mar se calmara para poder tirarse.
Era increíble, pero ante tanto desequilibrio humano el mar estaba indomable y todos los días se llevaba un por ciento de hombres, mujeres y niños y nadie podía hacer nada.Irma me contó que toda la orilla de la playa se llenó de personas, parecía una nube humana, al igual que la cantidad de lanchas y balsas.

También había algunos al acecho del primer barco que estuviera a su alcance para robárselo y poder hacer mejor la travesía.Dice que a cada noche el mar devolvía a la orilla, las vísceras o algún pedazo de cuerpo, residuo del manjar de los tiburones, mientras otros se corrompían en los estómagos de los animales marinos.

Fueron días de masacre, de locura de infortunio para muchos y ganancias para los oportunistas, pero la represión y el hambre era mucha para reflexionar,

-Era un hambre generalizada, hambre de alimentos y espiritual- me contó Irma con los ojos llenos de lágrimas.
Era cierto el pueblo estaba envuelto en una hambruna general, irreversible e incurable, por eso mi amiga Irma decidió unirse a este grupo y lanzarse al inmenso mar. Navegaron ocho días con ocho noches interminables y terribles.

El mal tiempo no dejaba de azotar sobre la endeble balsa, pero no viraban para atrás por nada del mundo.
Morir era preferible que regresar y así le sucedió a Juan Carlos Duarte su cuñado, le dio un infarto masivo en medio de la travesía.

Tenía cincuenta y dos años acabos de cumplir, y no resistió la tensión, entonces sin más alternativa lo tiraron al mar, al foso de la impotencia.

Me dijo que allí sobre las aguas permanecieron por muchas horas las manchas rojas de su sangre dando fe de su destino.

El resto de los tripulantes histéricos, deshidratados y casi sin razón dejaban que las fuertes olas arrastran la balsa sin rumbo, ya no podían remar, las fuerzas le faltaban, sin agua y sin alimentos.

Su hija de trece años y el varón de dos, gritaban desesperados, y con la piel quemada por el sol y el salitre. Todos enfrascados en llegar, pero con la angustia de la incertidumbre colgada a cada poro.

Cuando llevaban mucho tiempo navegando sin rumbo fijo, una de las tripulantes, Marina de l8 años cayó al mar de tanto acercarse a la orilla de la balsa buscando un punto de salvación en el horizonte, y nadie pudo evitarle la muerte.

Ya eran dos los muertos, y el resto desesperado no sabía que hacer. Hubo riñas, amenazas, algunos se fueron a los golpes, todo resultado de la desesperación y el estrés mantenido.Irma me aseguró que lo único que alcanzaba a hacer era sujetarse a los hijos, y tratar de calmar los ánimos caldeados y a flor de piel de los hombres.

De pronto un mal tiempo los sorprendió mar adentro. Las olas y el viento golpeaban la endeble balsa lanzando a muchos de ellos al agua. A duras penas podían volver a subir y eso gracias a que sabían nadar.

Carmelo su tío de 60 años se hizo una herida en la pierna en el intento, la cual no dejaba de sangrarle, el terror los consumía a todos, pero nada podían hacer.

Catalina su prima vomitaba sin parar, hasta que sin fuerzas tuvo que tirarse a morir sobre unas cuantas manteletas de saco que quedaban sobre la balsa muy mojadas por el batir de las olas, Pedro y Carmencita se abrazaban uno al otro para darle calor a su pequeña hija de seis meses de nacida.

La niña lloraba de hambre y sed, pero a Carmencita no le quedaba leche en los pechos para mamantar a la pequeña, el estrés, el pánico, la inseguridad eran suficientes para que las glandulas lacteas se cerraran sin remedio.

Nilda su hermana menor solamente se aferraba a las pocas sogas que sujetaban los bordes por un lado y a ella por el otro tratando de hacer balance de peso para que el agua no se los llevara.

Comenzó a sangrar por la nariz y el fuerte dolor de cabeza no la dejaba sostenerse en pie, pero no podía decaer, habían vidas por quien luchar dentro de aquella tripulación, y se desfallecía solamente le esperaba la muerte.

Entonces sacó fuerzas, imploró a Dios, hasta que se postró de rodillas con los niños sujetos a cada brazo, sin saber cómo, ni cuándo una lancha de salvamento apareció sobre las aguas acercándose rápidamente a ellos , así fue como zarparon en un barco Norteamericano.

Ya en el barco les brindaron los primeros auxilios, todos tenían quemaduras de tercer grado en la piel y en los labios, a la mayoría hubo que hidratarlos.

Todos tenían las pupilas dilatadas y el inmenso dolor de haber tenido que abandonar su país solamente por los caprichos de un sólo hombre.