Casi muero cuando los fuegos me abrazaron /
Y vi la lluvia inundar cada palabra/
En un toque de campanas enloquecidas/
Que solamente apuntaban a mi pecho/
Había llegado la hora/
Pero yo no lo sabía/
Era un tormento de fantasmas y risas/
Todos metidos de un tirón en mi cerebro/
Ni siquiera suplicarle a la luna/
Calmaba aquel espanto/
Se habían corrido las cortinas/
Y aparecía la verdad como un escudo/
De nada valían los muros de la contradicción/
Y mucho menos postrarme de rodillas/
De todas formas soy un poeta atrapado por la noche/
Aunque jamás me confundan los talismanes/
Ni el humo que expanden sus lacayos/
He sembrado un árbol y me arden las manos/
He parido un hijo /
Y el tirano lo aplasta/
He escrito un libro y vive entre polillas/
Soy un carrusel que gira /
Entre el asombro y la guerra/
Añorando sus calles sinuosas/
Había llegado la hora/
Pero yo no lo sabía/
Tampoco que el mundo/
Era un precipicio/
Donde tarde o temprano
Chocamos con la bestia./
Por eso no tengo mas alivio
Que aferrarme al opúsculo /
Y creer que algún día regresaré a mi espacio/
Sin ese témpano atroz que hiela la sonrisa/
Entonces/
Sólo entonces/
No existirán ergástulas/
Ni madres asimétricas lanzando aullidos en silencio/
“El mayor enemigo del hombre no es otro que su propio ego, pues este, mientras no está dominado, lo vuelve sordo y ciego al bien. Pero Dios le ha dado al hombre una amiga preciosa, su propia alma, que no ha dejado de hacerse escuchar por él y de guiarlo hacia la Luz que busca más o menos conscientemente”. Marie Corelli (1864-1924) Novelista británica.