Dicen que te han visto
Con la sonrisa rota
Y el corazón sin dueño
Que vagas
Por Europa y América
En busca de un recinto
Donde posar las horas
Que tu rostro esta lleno
De batallas y ruecas
Que de noche te quejas
Con un lamento sórdido
Más bien un alarido
Donde pronuncias nombres
De mujeres inciertas
Expeculando caricias
Convertido en teólogo y
mendigo
Sin efluvios ni códigos
Soberbiamente triste