Tengo los pies sobre un ánfora deshecha
La daga en la mano, y un dolor inexorable
Rondando la parte más profunda
Estoy nutrida de demencias e ideas mundanas
Alimentando caídas y azotes
Con los ojos empedrados
Mientras la vida
Sin mirar los golpes que llevo al centro
Ni siquiera los barrancos y los vientos amargos
Que flagelan mi aparente resistencia
En mi late un griterío
Que va sujeto a la soga
Donde día a día anudo mis martirios
Me duele el tiempo
Y su oferta
De un pedazo de calma
También
La fama de fantástica y apacible
Cuando realmente lo único que vierto
Es hiel y mucho espanto