Una mujer
quemándose
Asoma su perfil
Descolorido
Y regresa al
rincón más solitario
Donde llena
quimeras
Con gotas de bálsamo
Y pieles de
avispados saltamontes
Esta mujer
Que no se llama
Frida
Ni Alfonsina
Ni Penélope
Teje madejas de equinoccios
Postrada en
cinco décadas
De lino y
madreselvas
Tiene alas
enormes
Y ojos de
luciérnaga
Reprimida y
confusa
Sin dejar de ser
fiel
A largos amoríos
Escoltan su
escondrijo
Murciélagos y
topos
Y el culebrón
más insípido
Que vive entre sus
predios
Lleva marcas
endebles
Y otras a viva piel
Un costado
adversario
Y otro buen amigo
Reza padre
nuestro
Para evitar los
karmas
De la próxima
vida
Con un grito
en el pecho
Agitando dársenas
medievales
Pobre mujer
Atada a un
salvoconducto
Asida al madero
más endeble
Cruza puentes de
pesadumbre
En barcas de
papel
Empotradas de fango
Mientras el
mundo gira
Le gira la
osamenta
Se agrietan sus
nudillos
Las rodillas
La mente
Y los marineros
Llegan repletos
de hojarasca
Se revientan los
puentes
Las barcazas se
hunden
Y su amor sigue
naufrago
De aquella
enredadera
Que se enroscó
en su vientre