Cuántos minutos mutilaste
En tu afán de marinero
errante
Aferrado al silencio
perpetuo
Que desanima
Cualquier apetito
espiritual
O carnal
Viéndolo todo con ese
sarcasmo
Incorregible
Que nubla
Tu intelecto sin
libertades
Tus ojos torcidos en
pleno suplicio
Subiendo mis verdades
Al aro más turbulento
Dándome el estatus de
guiñapo
Porque no sabes
convalidar
Una arqueada con un
susurro
Te creí candil, estrella
imantada
Toda la fuerza
De la tozudez
Hasta que caí de bruces
Y soltaste sobre mí
La manada de palabras
asfixiantes
Haciendo blanco
En un corazón lleno de
abejas
Y batracios implantados
Qué queda de ti o de mí
Aferramiento
A lo improsulto
O la sed de venganza
De los torpederos
Y los escarabajos
Que viven sujetos a tu
inmodestia