No le interesa el griterío
Que sucumbe en su pecho
Es ave errante
Que no quiere volar
Ni tampoco posarse
Vive a intervalos su
locura
Cada vez más loca
Cada vez menos loca
Se aferra a los espejos
Empeñada en borrar la
grieta
Y los pómulos que se
ahondan
Como una bofetada
Recalienta su llanto
Se adhiere a los
insomnios
Acumula remembranzas
Y
escarmientos
Se mira en los salones
Bailando para nadie
Escucha una palabra
Y trata de cazarla
como buitre
No puede soportar
El neblinaso, ni que
pase el mongue
Lleno de sacrificios
Tragándose la píldora
Menos mirar al cielo
Donde cruzan las
estrellas como dardos
Se cae
Se levanta
Arruga su vestido y su
silueta
Y se pone a susurrarle a
un soplo
Pobre muchacha vieja
Pobre vieja muchacha
Montón de huesos pálidos
Metidos en un charco.