Es cierto
Lo que el
vulgo dispara
En su anhelo
Por ser más
que un trapo sucio
Era yo misma
Aletargada
Con las
manos en cruz
Lastimada y
llena de corchetes
Mientras tú
reías
A mandíbula
abierta
Un hilillo
salía letanoso
Por los
poros azules y amarillos
También
tenías los dientes clavados
Contra el
fuego
Tus ojos de
ermitaño
Trataban de
apagar las llamas
Que ardían
Temblorosas
Adheridas a la
parte incolora
Saltaban
grillos y corvetas
Con toda la
estridencia
De un
disparo
La luz a medio
tono
Serpenteaba
Entre el
rojo de sangre
Y el negro
de mi pecho carcomido
También
había un ojo
Imperfecto
Agudo
Y no
bastaron las suplicas
Ni el grito
del esternón
Todo bajo el
éxtasis de las imperfecciones
Esperaban
por el sermón divino
A duras penas
lograba escuchar
La
reminiscencia
Del último
tambaleo
De esa mujer
Que era yo y
no era yo
Llena de
piedras y rasguños
Siempre
ovillada
Entre el asombro
y la demencia
Muchas veces
me ajustabas las alas
Con clavos
de comer
Y nuez
moscada
Otras dejabas que cayera
Sobre el
ciprés
Y el diente
de perro
Mientras me
afanaba
Por quererte
sin bombardeos de lujuria
Sentíamos de
cuando en cuando
Un fervor
más activo
Y aunque tu
llama se apagaba
Y la mía no
Nunca el
vudú triunfo entre nosotros
Mas bien las
vírgenes de yeso y marmolina
Contaban las
cuentas del relicario
Santificando
nuestro descenso
Que podía
hacer
¿Ante tanto
desafuero?
Si dejaste
de ser de hueso y piel
Para
convertirte
En esa masa
amorfa
Y sin
entrañas
Que bambolea
su cruz
Entre éxitos
de mala muerte
Y ese vagón
errante
Que haz
convertido en lecho.