Por : Adela Soto Álvarez
(Este es uno de los capítulos de la novela testimonio El Imperio de la Simulación, escrita en Cuba y que trata de lo sucedido en la isla del 1959 al 1996 dentro de la sociedad).
A modo de prologo.
En los años 90 cuando el período especial u opción cero comenzaron a azotar sobre la población cubana, la gente desesperada buscaba afanosamente una vía de escape a la realidad que les golpeaba con todas sus fuerzas.
Acostumbrados al Marxismo Leninismo, ideología impuesta por el gobierno desde su triunfo en l959, los cubanos habían cambiado la creencia por el machete, el fusil, la hoz y el martillo. Las creencias religiosas habían pasado a segundo plano, y la falta de espiritualidad era increíble.
Al caer el muro de Berlín las familias no sabían como enfrentar la crisis económica, entonces comenzaron la búsqueda espiritual en diferentes doctrinas.
Así se les veía de religión en religión y de sexta en sexta buscando alivio a su hambre mística, y no más de uno encontró la verdad en la palabra de Dios, pero otros se dejaron llevar por los acechos de Belcebú y sucumbieron en la increencia, por supuesto los más incautos, y aquellos que a pesar de la tan promocionada revolución , continuaban en el atrazo, en la falta de capacidad , y fuera de toda civilización. Éste es el caso de Sarita una jovencita residente en las afuera de la ciudad de Pinar del Río.-
Sarita muchacha joven e inexperta como cualquier mujer a su edad criada sin madre, con dos hermanos vagabundos y un padre alcohólico, todas las noches iba hasta la orilla del mar en busca de paz para su insomnio.
Se subía sobre los dientes de perro y metía los pies en las aguas turbulentas para calmar su mal de amores, que aunque nadie lo había descubierto era su gran enfermedad.
Desde que Lucio se marchó, los días le parecían garfios, y aunque el viejo Cuco, santero popular de su aldea, le predijo que Lucio no era el verdadero amor, sino el capricho, y sus caracoles se lo reafirmaron muchas veces, la muchacha empecinada seguía esperándolo en el mismo sitio por donde una noche de verano izó velas al futuro.
Desde su partida Sarita nunca más supo de él, solamente por algún comentario de los chiquillos del barrio, que la seguían gritándole “loca”y afirmando que Lucio se había casado en el extranjero con una vieja ricachona.
Todas estas cosas se las gritaban al son de las pedradas, que la hacían enfurecer y regar por el pueblecito pesquero una sarta de palabrotas que ofendían la moral y la decencia de cualquier persona.
Su hogar como todos los de Cuba, lleno de miseria y complicaciones. Sus dos hermanos colgados a la neurosis que provocan las sociedades cerradas y sin soltar las anclas de la vagancia y lo peor de todo, sin querer establecer ninguna comunicación humana con su abandonada hermanita.
El padre de ambos llamado Donicio, siempre en el portal escupiendo aguardiente por todos los poros, la hacía huir como una prófuga, por eso se pasaba las horas en los muelles contando las lanchas y los barcos que entraban y salían, y sobreviviendo con las sobras de un comedor obrero que por lastima le daban algo que llevarse a la boca.
Otras veces se reunía con los más pequeños y les narraba fábulas y cuentos del lugar y hasta les enseñaba el muelle por donde descargaron en siglos pasados la trata de sus ancestros.
Sarita a pesar de que para todos estaba medio chiflada, conservaba en las pupilas el color natural de la cordura y aunque encorvada por el maltrato el tiempo y la falta de amor filial, cierta esbeltez, como el ave fénix le resurgía en cada movimiento.
Rosendo un pescador del lugar, de ves en cuando le ofrecía trabajo en sus barcos de pesca y aunque el pago era ínfimo, ella lo aceptaba para entretener el estómago y la inercia.
Las mujer del pescador le había hecho un gran favor meses después de la perdida de Lucio, precisamente cuando ella casi sin raciocinio decidió lustrar su piel bajo el agua, el sol y el sereno y su cuerpo fue poniéndose flácido, incoloro y desnutrido.
Gracias a los alimentos que le llevaba todas las noches Petra la mujer del pescador, no murió bajo los tinglados de mangle seco donde se tiró a morir.
También las terapias de convencimiento, explicándole que sí no comía, el cuerpo no le funciona y para que la entendiera mejor se lo comparaba con un barco sin combustible no podía navegar. Además debía cuidarse de lo contrario nunca más podría volver a ver a su querido Lucio.
Por suerte decir Lucio era una palabra mágica y gracias a eso pudo salir del bache emocional lo que era comprensible, pues desde que abrió sus ojos solamente tuvo el cariño de este hombre que aunque unos años mayor que ella, siempre la respetó y cuido hasta que un día por problemas económicos tuvo que marcharse en busca de un futuro mejor.
Algunos aseguraban había naufragado en medio del océano, y sus carnes fueron manjar de los tiburones. Otros que estaban en el extranjero acomodado, pero la verdad no la sabía nadie, por eso Sarita lo esperaba ansiosamente.
Su madre murió al nacer ella, y los hermanos mayores y el padre nada hicieron por ayudarla.
Había crecido como un animalito huérfano y desvalido y ahora sin Lucio estaba demasiado sola.
Algunas veces le escuchaba consejos al viejo Cuco, santero del ligar, que con sus escudriñadores ojos la seguía a todas partes.
Muchas veces en sus consultas espirituales le aseguraba a la jovencita que Lucio jamás regresaría en su busca , que sus muertos y sus caracoles no se equivocaban.
Pero la muchacha algo incrédula le refutaba la predicción y se aferraba a sus esperanzas
Lo único que consolaba a Sarita era irse todos los días a mirar el horizonte esperando ver aparecer a Lucio por algún lugar.
De pronto comenzó a sentir el ruido de los barriles, y los contenedores con taras de un tonelaje no imaginado, y el grupo de viejos adiposos desfilando como si lo estuvieran haciendo en una pasarela.
Todo esto al son de un brillo relampagueante en los cuellos, brazos y dedos que encandilaban los ojos de los desposeídos del lugar que no dejaban de clavar sus interrogantes sobre el enorme cajón de planos topográficos con letreros de exportación.
¿Quiénes serán? Se preguntó para sí la jovencita, mientras se peinaba el lacio cabello por detrás de las orejas, herencia de la mestiza madre con el padre blanco.
Todo indicaba que el puerto había sido conveniado con otras partes del mundo para mejoras sociales, o del mago por eso pensaba muy preocupada, sí le quitarían el lugar donde ella se sentaba día tras día a esperar a su amado.
Allí entre bulla y varios idiomas, los hombres recién llegados se abrían paso con un andamiaje de tres patas y escala de medición, mientras a corta distancia un grupo de carretoneros se disputaba los servicios de alquiler.
Todo parecía una gran locura, pero ella no dijo nada, solamente observó todo en silencio, mientras su corazón se zarandeaba violentamente.
Al fin descubrió a lo lejos un enorme cartel con letras góticas que aunque no se distinguía muy bien lo que decía, le pareció que una de las palabras decía FUTURO, o algo parecido.
Si realmente era eso lo que decía no había porque preocuparse, se repitió mil veces y hecho a correr sobre el árido terreno pesquero.
Para asegurarse de la prosperidad que podían traer aquellos visitantes fue a consultarlo con Cuco que además de ser espiritista y oportunista, era el más viejo del poblado, por lo que hacía a veces de consejero, curandero, adivino y hasta mago.
Le comentó al supuesto espiritista lo sucedido en los muelles, y el le dijo confidencialmente que todo lo que ella veía allí había sido su obra y la de sus santos.
Le aseguró que la cosa iba a cambiar gracias a sus actos de hechicería, incluso que habría trabajo para todos y hasta viviendas nuevas y lujosas, comida al por mayor y los salarios serían codiciados por muchos.
La jovencita incauta al fin, tragó en seco y miró a Cuco como si mirara a un Dios omnipotente, entonces pensó que sí Cuco había logrado todo aquello, le sería menos trabajoso traerle de vueltas a Lucio y poniéndose de rodillas ante el viejo le suplicó le devolviera la felicidad de su amado lo antes posible.
Incluso juró postrada ante sus pies que si se lo devolvía ella cumpliría al pie de la letra con todas sus órdenes.
El viejo Cuco después de absorber el humo de su tabaco varias veces, aceptó y Sarita contenta le pidió las primeras encomiendas.
Cuco inteligentemente comenzó con indicarle cinco baños con miel de abejas, tres flores amarillas, tres rojas y tres blancas. Rezar un padre nuestro y tres Ave María, todo esto en medio del camino real.
Sarita lo copio todo en un pedazo de papel para que no se le olvidara y salió a toda carrera del lugar.
Al llegar a su vivienda corrió el deteriorado lienzo que servía de puerta y penetró en la salita que como siempre permanecía ocupada por sus dos hermanos , los que bajo la tenue luz de una vela a punto de extinguirse tiraban los dados sobre una tabla , ebrios de tanto alcohol de bodega y apostando siempre a la suerte sin suerte.
Al otro extremo de la salita sobre las rotas pajillas de un sillón, descansaba el viejo Dionisio, que sin mirarla le preguntó sobre las nuevas del Puerto y ella tratando de buscar simples palabras para que la entendiera, trató de comenzar por la llegada de los inversionistas, pero el ronquido seco y pestilente que produce el alcohol le puso punto final al aparente diálogo familiar.
Sarita acostumbrada a aquella indiferencia fue hasta la cocinita , se echó dos cucharadas de azúcar prieta en un vaso de agua fresca y comenzó a ingerirla como el mejor licor.
Se dio el primer baño ordenado por Cuco precisamente en el camino que quedaba tras su casita, y regresó al hogar dejando caer su cansado cuerpo sobre el camastro donde asfixiados por el polvo yacía los deteriorados tapujes.
Trató de conciliar el sueño sin dejar de pensar en lo que habló con Cuco, pero como de costumbre el sueño no llegaba a sus ojos.
Lo forzó, le contó ovejitas, pero no logró nada, al fin decidió levantarse y salir al patio.
Hacía rato escuchabas que los cachorros de Negrita tenían hambre y la buena perra ya no le quedaba leche para amamantarlos.
La temperatura estaba muy alta, el sofocante calor la hacía sudar copiosamente, pero aún así comenzó a deslizar sus descalzos pies sobre la arena y las piedras de la orilla en busca de algunas sobras para aquellos animalitos hambrientos.
Por suerte los recién llegados habían dejado platos con sobras y vasos con buen vinos sobre la arena, y ella con su jabita en mano comenzó a recogerlas seguida por la buena perra.
En algunos platos plásticos quedaban grandes trozos de pescado sin utilizar, camarones en salsa y ostiones, pero aunque la boca se le hacía agua no dejaba de pensar en los cachorros, aunque el hambre que sentía la hizo recoger una de las botellas de vino, y aunque desconocía en su paladar el sabor y los efectos de las bebidas, se la empinó hasta el fondo, con el objetivo de calmar los gritos de sus tripas.
Recogió todos los residuos alimenticios en su jaba, mientras escuchaba a lo lejos las autosuficiencias de los recién llegados haciendo blanco en las necesidades de los pescadores. Escuchaba risas, proyectos y notas de baladas antiguas.
No se detuvo, continúo en su misión de llevarle de comer a los perritos de Negrita, pero los estragos del vino sobre un estómago vacío comenzaron a azotar aquel cuerpecito endeble y no acostumbrado a placeres alcohólicos y de tanto dar tumbos cayó rendida sobre las piedras y el agua.
Ella no supo el tiempo que transcurrió en aquel letargo pero de pronto vio una luz sobre su cuerpo que la recorría de pies a cabeza .Sintió miedo pero las palabras no le salían ni para pedir auxilio, los efectos del vino la dominaban sin remedio.
Sin poder moverse se mantuvo por un buen tiempo, hasta que de pronto sintió las palpitaciones de un pecho varonil casi asfixiándola .Pensó pedir ayuda pero su corazón le decía que era Lucio que había regresado por ella.
Se abrazó fuertemente a aquel espejismo y se dejó amar como antes, así se pasó las horas contoneándose sobre el cuerpo de Lucio, a la vez que le pedía que nunca más la dejara sola.
No había salido de su éxtasis y ya el fuerte sol le quemaba el rostro, se puso de pie sorprendida pero por mucho que busco nada quedaba, había amanecido sin Lucio ¿váyase a ver quién la tomo en sus brazo y le hizo el amor sobre la arena? pensó por unos instantes, pero trató de salir de aquel pensamiento lo antes posible.
Sin explicaciones corrió a casa de Cuco y se lo contó todo, mientras este le afirmaba abusadoramente que estaba seguro que había sido Lucio quien la tomó en la orilla de la mar , pero se había tenido que marchar a toda prisa, porque tal vez alguien lo perseguía.
Sarita sin titubeos le creyó ciegamente y comenzó a hacer todo lo que Cuco le pedía y de forma religiosa.
Con estos cumplimientos, baños, limpiezas y quién sabe cuántas cosas más ,estuvo la pobre jovencita casi dos meses y Lucio no regresaba, aunque ella no dejaba de ir noche a noche al mismo lugar donde creyó haberlo encontrado nuevamente.
Desesperada le pidió a Cuco que hiciera algo por ella , porque su desespero la estaba enfermando, entonces el viejo aprovechándose de la situación le recetó un nuevo baño con albahaca y tres huevos, después tenía que hacerse una limpieza con una gallina prieta , dos palomas rabiches, un ramo de espanta muertos y yo puedo más que tú durante tres días y tres noches, pero eso tenía que hacérselo él y en su casa.
Sarita no se opuso, fiel y creyente comenzó con la limpieza en casa de Cuco. Tres días y tres noches estuvo la jovencita en la habitación de éste desnuda sobre la cama y recibiendo en cada limpieza sorbos de aguardiente y ron Pinilla como parte del ritual sagrado, además cortejada por siete velas y la cabeza de siete pollitos muertos, a la vez que Cuco le echaba de cuando en cuando con una latita agua con las siete potencias africanas dentro de las piernas.
Al llegar al tercer día de tratamiento Cuco le pidió paciencia, asegurándole una vez más que Lucio llegaría en su busca en cualquier momento.
Sarita a partir de ese día continúo noche a noche visitando el mismo lugar en espera de su amado, pero no llegaba aunque ya no se desesperaba mucho, pues creía en lo que Cuco le decía, hasta lo que le dijo muchas veces de que estaba engordando con su tratamiento espiritual.
Diciembre llegó con muchos vientos y el fuerte frío comenzó a soplar enfureciendo las olas que llegaban a la orilla con sus fauces hambrientas.
Sarita comenzó nuevamente a desesperarse por el tiempo que transcurría sin resultados para sus deseos, por lo que le pedía a los santos de Cuco, y a la luna y a las estrellas.
Así se le escuchaba noche tras noche alabar al cielo sentada sobre las piedras, a pesar de la extrema gordura que le molestaba hasta para sentarse.
De pronto le comenzó un dolor de estómagos terrible, este le pasó al bajo vientre y así le cogía la espalda y las piernas. Sin casi poder ponerse en pie, y sin comprender lo que le sucedía, se arrastró como pudo hasta llegar a casa de Cuco, que por suerte vivía cerca de la orilla.
Cuando Cuco la vio llegar, rápidamente la condujo hasta la cama, mientras ella desconsolada le preguntaba sin parar, qué le estaba sucediendo.
Los dolores continuaban arreciando y Cuco sin darle respuestas solamente caminaba de un lado al otro con la mano en la barbilla, hasta que de pronto se le acercó y separándole las piernas comenzó el llanto de un bebé
-¡Ya está aquí ¡- gritó Cuco satisfecho
-¿Quién?- preguntó la jovencita mucho más asustada
-¡Lucio!- dijo el viejo alegre
-¿Cómo Lucio?, ...¿Dónde está?.-
-Aquí,... transformado en este niño.-
Sarita no sabía ni qué decir ni qué hacer, estaba segura que aquel niño salió de su vientre, pero cómo fue no, tenía que creer en Cuco, él no le mentiría, aunque ella no comprendía sus palabras.
Cuco insistió en convencerla diciéndole con voz comprensiva y dulce, a la vez que le acariciaba el cabello de forma parternal, pero en el fondo malsana.
- Como puedes ver Lucio no pudo venir, pero te envió a su retoño .Yo no te dije que mis poderes eran divinos, ya vez te lo prometí y te lo cumplí. -