ENTREVISTA LOS AZOTES DEL EXILIO NOVELA

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DEDICADO A MIS PADRES

Friday, March 24, 2006

UNA MUJER EN LA .....

Ese mismo día el jefe se encapricho muy de mañana en que le mecanografiara un documento clasificado que tenía que enviar a los jefes inmediatos, desviándome de las funciones que tenía encomendadas para ese momento.

Por supuesto que todo fue intencional, pues Olguita mi compañera de habitación, la misma que junto a mi viajamos desde nuestra patria a cumplir con el deber, la misma que me dio su consejo libertino cuando me vio azotada por el miedo y el desamparo, se había convertido en corneta del jefe y lo puso al corriente de todos mis planes y sin remedio tuve que permanecer en aquella oficina hasta pasada las 10 de la noche.

A los tres días supe de la extraña muerte de Ramón, según se dijo fue producto a la explosión de una mina al regresar del Sur.

Para qué expresar lo que sentí. Me había quedado mucho más sola y desamparada, en aquel infierno terrenal. una vez más tenía que enfrentar el abuso de cargo, la perdida de mi esposo, la impotencia y la incertidumbre.

¿Por qué murió Ramón? Me pregunté muchas veces, pero no habían respuestas , lo cierto era que ya no existía, y yo no tenía en quién confiar.

Sin dejar de llorar estuve por más de una semana, encerrada en mis pensamientos, hasta que sin poder contenerme comencé a dar gritos sin consuelo. Ante la crisis nerviosa decidieron que me viera el médico de la misión, que por suerte era de mi país, pero al servicio del Simio.

Después de examinarme detenidamente comenzó a conversar conmigo de temas incoherentes y que no venían ninguno al caso que me ocupaba. Después me maltrató con crudas palabras, porque para el era anormal sentir dolor por la pérdida de un amigo.

Por supuesto que mi dolor era mucho mayor por el cúmulo de cosas que tenía en cima y la muerte de Ramón desbordó la copa.

Esta verdad no se la podía contar por muy médico que fuera, y mucho menos porque lo sabía igual o peor que los de su calaña, por lo que decidí guardar silencio ante todas sus provocaciones. Después de varias horas de observación orientó al enfermero me suministrara un ansiolítico en vena y me rebajaran de servicio durante un mes.

Con estos días de reposo me puse una vez más frente a la verdad absoluta, entonces pude razonar con mayor claridad qué era una misión, cuánta promiscuidad y prostitución encierra, cuántas represiones le esperan a los designados, cuánta pérdida de valores, cuánta discriminación, además para poder liberarte de las garras del monstruo tienes que exponer tus más preciados conceptos.

Aquí conocí la falta de dignidad, de escrúpulos, la bajeza moral. A mujeres supuestamente dignas que para sobrevivir sin afectarse tenían que entregar sus cuerpos a hombres honestos prostituídos de igual forma o negociando alimentos por ropa para sus familiares, negociando tabaco y ron, todos bajo el refrán “sálvese quien pueda”.

Las parejas escribían a sus esposas y esposos llenos de tristeza y nostalgia y después para calmar el gorrión se hacían el amor desparpajadamente en cualquier lugar del desespero.

La venda comenzó a caer de mis ojos aún inocentes y sorprendidos ante tantas miserias humanas.

El 28 de agosto llegó un grupo de hombres y mujeres de mi país. Los predios se repletaban, el Imperio de la Simulación gritaba al viento su orgullo internacionalista. Tal vez porque nunca supo, ni se imaginó esta condición del hombre, y si lo supo trató de continuar enajenado.

Por suerte para mí en este viaje llegó Sacarías Bermúdez, alto militar y jefe de Miguel.

Sacarías era un buen hombre, militar hasta los dientes pero con un buen grado de justicia, increíble pero su especie no se había extinguido del todo. Preguntó por Miguel y al conocer de su desvió al Sur se puso muy molesto y resolvió con el Simio lo regresaran a las funciones por los cuales había venido desde tan lejos.

Esta situación fue resuelta sin muchas evasivas teniendo en cuenta que de jefe a jefe todo se puede y más si entre ellos existen trapitos sucios, lo cierto fue que en varios días mi pobre Miguel regresaba a los brazos de su Penélope.

Su piel ennegrecida la ropa raída de tanto arrastrarse sobre la tierra, la razón delirante y los ojos saturados por las bayonetas y las bombas, además de la cantidad de hombres que tuvo que dejar sobre el terreno, pero era mi Miguel que regresaba y yo tenía que ayudarlo a recuperase de lo vivido .

Así lo hice incluso delante del más hiriente comentario, o de la risa provocativa que surgía en el silencio de un almuerzo o pullas al viento de cualquier lengua virulenta, y que mi esposo no percibía producto a su desconocimiento e inocencia.

Su único anhelo era estar junto a mí, volver a ser los amantes de Verona y así quiso implantar su primavera en todo mi espejismo, sin saber que solamente éramos el sordo rumor de un presagio.

Mi salud se empeoraba cada día más, perdí el sueño, el apetito y bajaba de peso por días. El pelo se me comenzó a caer y ningún tratamiento médico me resolvía el problema, ni siquiera el regreso de mi amado Miguel, al contrario verlo frente a mi era como un castigo, no podía mirarlo a los ojos, y si lo hacía, después no cesaba de llorar.

Él muy preocupado me preguntaba el por qué de mi distancia, pero mi silencio era como un látigo sobre su incertidumbre, y sin querer lo hacía agonizar de pena.

El jefe no dejaba sus asedios, pero ahora con menor incidencia, y no por el regreso de mi esposo, sino porque Olguita le estaba resolviendo sus necesidades carnales y a ella le convenía por muchas razones tenerlo todo el tiempo a sus pies.

Pero la conciencia no me dejaba tranquila ni un segundo ajustándome todas las cuentas y haciéndome culpable sin serlo.

Había sido ultrajada por otro hombre y aunque no llegó a ejecutar el acto sexual tocó mis intimidades, me vio desnuda, y aquello para mi forma de pensar y mis costumbres morales era pecado.

¿Cómo decírselo a Miguel?, sería buscarle la muerte o la cárcel por lo que decidí callar a pesar de mí vergüenza y mi afección nerviosa.

Tenía que callar y callar hasta introducirme en el peor de los micromundos. Callar por Miguel aunque el tormento me llevara a la psicosis a la depresión, a la disociación a la locura misma.

Mirar a mi esposo era sentirme traidora, era mejor morir que continuar así y por eso lo velé a él y al enfermero y sustraje del botiquín dos paquetes de estupefacientes y me los tomé al caer la noche.

Miguel que sabía de mi enfermedad nerviosa aunque desconocía las causas, atribuyéndoselo al cambio de vida, a los horrores de la guerra, al estrés en fin a todo menos a la realidad, al verme dormida tan temprano se preocupó y trató de indagar en mi bolso, donde encontró los paquetes vacíos.

Cuatro lavados de estomago, ocho sueros a llave abierta y nada. La presión arterial en 40 con 60 ,el pulso impalpable y Miguel muriendo por mi culpa en su inocencia.

Adolfo Caro otro médico amigo de Miguel decidió enviarme para mi país en cuanto me recuperara un poco.

Y así lo hizo, fue el día más feliz de mi vida después de enfrentarme a tantos avatares y el más infeliz porque me iba de las garras de Lucifer y sus pailas de aceite, pero dejaba a Miguel expuesto al dragón de las mil cabezas y no podía hacer nada por él ni él por mi.

Estábamos en la Selva, bajo su ley, y mientras en mi cerebro se debatían tales ideas el destino emitía una nueva mala pasada al otro lado del continente.

Fin del capitulo.