ENTREVISTA LOS AZOTES DEL EXILIO NOVELA

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DEDICADO A MIS PADRES

Tuesday, March 28, 2006

UNA MUJER EN LA ...

Pasaron los días llenos de acosos sexuales, toqueteos en las nalgas y los senos, besos robados aprovechándose de las oportunidades que tenía como jefe y por supuesto todo esto unido a abusos, ultrajes, amenazas y sin dejar de interceptar mi correspondencia privada, ocasionándome el mayor de los desesperos al no recibir noticias de mi familia y de mi esposo. Su objetivo era hacerme ceder ante sus caprichos morbosos.

Continúe poniendo al tanto a Ramón de todo y éste desesperado no dejaba de arder en ira ante la impotencia que teníamos, aunque no cesaba en sus planes de desenmascararlo a toda costa, y sin dejar de desearle la muerte.

Yo asustada y desesperada por el peligro que estaba corriendo la situación trataba de hacerlo reflexionar y le pedía que no pensará en hacer nada por sus manos, pues sería su fin, que todo tenía que ser con pruebas suficientes para que nos dieran la razón, pero él aferrado no me escuchaba, solamente pensaba en liquidarlo personalmente.

Cuanto me pesaba haberlo involucrado en mi situación, no quería que mi amigo se buscara problemas por mi culpa, por lo que hacía todo lo posible por suavizar el caso y decirle que no me había vuelto a molestar, pero Ramón no me escuchaba , pensaba y pensaba , hasta convertir las ansias de justicia en una obsesión.

Entonces decidí no contarle nada más, a ver si olvidaba mis palabras, y se tranquilizaba en sus asuntos, aunque yo me convirtiera en una mole muerta, e imaginarme que lo que me sucedía solamente eran las consecuencias de la guerra, que no tenía más opción que resignarme a mi suerte.

Pero mi desesperación era tan grande que no podía disimularlo, se me veía en el rostro, los ojos y en mi forma de actuar. No miento si digo que muchas veces pensé vaciar mi pistola en la cabeza. Sólo el recuerdo de Miguel me hacían cambiar de opinión, también los consejos de Ramón que nunca me faltaron, por eso quise continuar viviendo sin pensar mucho en lo que me estaba sucediendo.

Los días pasaban de prisa, y los acechos sexuales no paraban, cada vez eran peores y más exigentes hasta que no pude más y volví a hablar con Ramón del asunto.

El me escuchó como siempre, entonces los dos nos prometimos terminar con aquello lo antes posible, pero de forma pacífica e inteligente.

Pasé muchas horas meditando en penumbras, con todos mis problemas en el laberinto espiritual , tratando de sacar fuerzas de cualquier sitio por tal de calamar la incertidumbre y buscar una salida.

¡Qué desdichada me sentía! Nunca pensé que aquella sería mi realidad y tal vez la de muchas mujeres que como yo llegaban al lugar destinado llenas de ilusiones y deseos de hacer y de cumplir con el sagrado deber , creyendo encontrar caballerosidad, compañerismo, hermandad.

¿Cómo era posible que existieran hombres como aquel y que nadie supiera lo que realmente hacían con las mujeres subordinadas? Cómo podían permitir que un alto oficial del ejército tratara así a los suyos, y no solamente en el campo de los intereses carnales, sino en la vida diaria, en la cantidad de negocios ilícitos, en el tráfico de personas y otros artículos de consumo que yo veía negociar a diario involucrando a infelices soldados.

Pero todas mis preguntas se quedaban sin respuestas, era el Jefe y los jefes son jefes aunque hagan lo que hagan, por lo menos así me habían instruido, así me enseñaron , así me hicieron pensar y así lo tenía que asumir quisiera o no . No era más que un frágil gorrión dentro de una jaula de sorpresas cotidianas, un tronco seco en una tierra ajena.

Mi tristeza era terrible, ni siquiera los alientos de Ramón diciéndome que Dios siempre estaba al acecho y nos salvaría de lo malo, calmaban mi desatino. En mi desespero solamente veía a diferentes pitonisas queriendo absorber el pedazo del oráculo que me tocaba.

Los días que pasaban y la realidad me hacían creer que todo allí estaba bajo el poder de un solo hombre, y que no era Dios, sino Barrabas, Belcebú, todo indicaba que nuestro Creador nos había olvidado.

Olguita que era liberal provenía de otra educación, me dijo un día que por casualidad se percató de que algo muy doloroso me estaba sucediendo, que no fuera estúpida, necesitaba aprender a vivir entre las fieras. Allí había que ser práctica y lo importante era sobrevivir con inteligencia, ya era hora de dejar los conceptos de moral provinciana pues una raya más en el tigre no importaba, nadie tenía que saberlo, con cautela todo se podía hacer para salvarse el pellejo.

Sus palabras terminaron con la poca espiritualidad que me quedaba, aunque después cambie de opinión y pensé que ella tenía razón en parte, pues el corazón podía a veces ser perverso aunque se volviera una serpiente y después te ahorcara.

Mi realidad era muy dura, estaba sentenciada a la muerte en la hoguera del poder y si no cedía tal vez sería peor para mi y para Miguel, quién sabe lo que le podía suceder en el Sur si no cooperaba en mi infortunio. Ante estas interrogantes me hice el firme propósito de dejar que todo fuera como la propia vida me lo iba destinando.

Ante esta firme decisión comencé a sentirme muy barata, inmerecida, asqueada de mi misma, una oveja descarriada, y sentía deseos de huir , perder mi identidad, crucificarme, incinerarme, y después buscar el más profundo abismo y lanzar mis cenizas.

Ya no quería mirarme en el espejo, ni hablar con los conocidos, me ocultaba en cualquier rincón del predio o la oficina, para no ser vista por nadie, y mucho menos por Ramón que afanosamente trataba de indagar qué me estaba sucediendo.

Pero por mucho que huía de todos y de mi misma no lograba nada, y mi gran amor por Miguel me golpeaba incansablemente aumentándome el sufrimiento y el agobio y me retenía del lodo a que me lanzaba la vida.

Cuánto necesitaba su voz calida y varonil, sentirme entre sus brazos con su beso acostumbrado y su mirada de ángel sobre mi desventura. Pero de él nada sabía, sobrevivía sin noticias. ¿Qué sería de mi esposo, a dónde lo llevó la suerte?.

Sin consuelo lloré por horas, entonces por primera vez me sentí esclava, esclava de mi propia clase, esclava de un hombre frió y sin conciencia al cual tenía que obedecer y dejarme seducir sin más opciones.

Era el día l4 de junio, el calor insoportable sacudía con fuerzas mi cuerpo, que se deshidrataba bajo aquella ropa de campaña. Las botas anudadas hasta el último ojetee, el pantalón por dentro de estas, la camisa por dentro del pantalón y abotonada hasta el cuello, solamente recibía ventilación por el rostro y las manos. Tuve momentos en que pensé no poder resistir, pero algo dentro de mí me daba fuerzas para continuar a pesar del calor sofocante.

Ramón se me acercó frotándose las manos se sentía muy desconcertado, mientras Olguita dibujaba una sonrisa burlona sin levantar la vista del libro que encuadernaba en el buró contiguo.

Ramón había ido a comentarme sobre un viaje que iba a realizar al Sur con la correspondencia y los alimentos que llegaron de nuestro país. El no era el responsable de esta distribución pero Sergio Dópico tenía un balazo en una pierna y no podía manejar por lo que se decidió por el mando lo hiciera él.

Al escuchar aquellas palabras me entusiasmé tanto que tomé a Ramón por una mano y lo arrastré hasta la ventana tratando de que Olguita no escuchara la conversación, allí le comenté de mi plan necesitaba me ayudara, era mi única posibilidad para poder ver a Miguel.

Ramón sin saber que decir dio unos pasos y volvió a mirarme. De pronto supe que lo tenía acorralado con mi peligrosa petición, pero aún así sin muchos titubeos me explicó lo difícil y delicado del traslado, solamente faltaban cinco días para el viaje y debía hacer las cosas con mucha cautela para no fallar, además de planificarlo todo muy bien para no levantar sospechas.

Lo preparé todo muy bien como Ramón me indicó y hable con Olguita y Martha la otra compañera de cuarto, para que me apoyaran con el trabajo, claro que desconocía que no eran confiables y me expuse demasiado.

Al otro día se repartía el avituallamiento en la misión, y yo era la encargada entre otras cosas del mismo, ocasión que aprovecharía para escaparme al terminar la jornada laboral e irme al Sur a ver a mi querido Miguel, pero mis planes se quedaron en la hipótesis.

Me duché tempranito y casi no dormí de la ansiedad y el nerviosismo, las manos me sudaban como una adolescente en su primera cita, no hacía más que pensar en el momento de encontrarme con Miguel , sentirme entre sus brazos protegida,.

Me acosté temprano para relajarme un poco, traté de refugiarme en mis lecturas preferidas, después escribí un poema y regresé a la 6ta página de las obras escogidas de Buesa, necesitaba sentirme así enamorada, esperanzada. Por primera vez en quince meses soñaba pensaba en algo agradable, y mi corazón se llenaba nuevamente.

Estaba casi dormida cuando el ruido de la puerta me sacó del embeleso, me viré para el otro lado creyendo que era Olguita que regresaba de sus paseos nocturnos, pero mi sorpresa fue muy desagradable cuando sentí el peso de aquel cuerpo expidiendo por todos sus poros aliento etílico y que sin el menor cuidado con una mano me apretaba la cabeza contra la almohada, mientras con la otra me levantaba el ropón de dormir.

Desesperada hice todo lo posible por quitármelo de encima, al ver que no podía con su peso, le caí a mordidas , pero el como si nada, no paraba de darme besos salivosos y lujuriosos , a la vez que me atormentaba con sus acostumbradas palabras obscenas.

Seguí forcejeando con él para derribarlo pero nada pude, y lo peor no tenía a quien llamar para que me socorriera.

Desamparada totalmente pensé que lo mejor era quedarme tranquila, por supuesto que la situación me tenía en un estado de relajamiento total, como una semiinconsciencia provocada por el mantenido estrés, e hice todo por cooperar con mi destino..

Ya cuando estaba a punto de penetrarme con su flácido y baboso pene la voz de mi amigo Ramón irrumpió en la habitación como una salva de urgencia y sacó de un tirón al jefe de su intento.

Ramón hizo todo lo posible por justificar su presencia en el lugar y aquella hora, entonces me pidió una tableta para un dolor terrible de cabezas que no lo dejaba dormir, yo sin saber que decir ni hacer, me mantuve en silencio por unos segundos, hasta que le contesté desde mi lecho.

A la insistencia de Ramón le contesté nuevamente casi sin voz, que esperara pues estaba todavía medio dormida. El jefe con ironía y mucho más salvaje me cogió por el cuello censurándome la casualidad de que Ramón siempre aparecía en el momento menos apropiado, que todo le indicaba que estaba interesado en mí o era mi amante.

Nada le contesté solamente lo miré con mucho más odio, tanto que de un tirón me soltó ocultándose debajo de la cama, por supuesto que no le convenía ser descubierto y mucho menos por un soldado.

Con mucha vergüenza le alcancé la tableta a Ramón que con insistencia me acoso a preguntas, a la vez que penetraba el lugar buscando para todas partes.

Con miedo detuve sus pasos asegurándole que nada ocurría, que yo estaba totalmente sola, que por favor se fuera a dormir tranquilo, que nada sucedía. Pero el no me creyó hacía muchos días que lo velaba incansablemente, y precisamente esa noche no pudo llegar primero que él por la cantidad de tiempo que perdió buscando una grabadora.

Sabía que solamente grabando los hechos podía tener pruebas suficientes y fidedignas ante la ley, pero sus esfuerzos fueron todos en vano, no sabía que en las misiones esos equipos no están al acceso del personal simple.

Pasaron los días y llegó el momento señalado para escaparme al Sur como estaba planificado, pero como era de esperarse me quedé con las ganas.

Continuará….