Tal vez sean las huellas
De este espanto
Tu actitud en contra de los muelles
O esa forma de asirte al devaneo
Pero palpo en tu voz
Poca elocuencia
Un ras de nubes borrascosas
Tratando de justificar lo imperdonable.
Sin importarte si deambulo
Sobre la espina mayor
Siempre te dije que apagaras
Las brazas
Que no era tiempo de sueños
Y menos con la realidad que cuelgas
Perpetua
Inacabable
Pero nada te importo
Y continuaste presto a demolerme
Hacer que mi última sinfonía
Estrenara su trino
Dentro de la enorme llovizna
Que crece
Y desmorona
Tú tan sabio y audaz
El sabelotodo
El juez implacable
El hombre luz
Repleto de luces falsas
Te afincaste imperecedero
Sobre el hambre de mis huesos
Y arrullaste mi dolor
Entre cantatas hipócritas
Y palabras rebuscadas
Sabiendo
Que nunca habrá ternura en este suelo
Indómito
Incalculable
Hoy te me pareces más al terremoto
Más a los afanes destructores
Mucho más a la serpiente nocturna
Que perfila el lugar que muerde
No es justo que yo me abra
Y tú te cierres
Que pregones el sol
Y solamente me ofrezcas
Un maremoto de incertidumbres
Nuevamente me reclino ante la realidad
Asombrosamente virgen
Ante mis ojos esperanzados
Y veo como todo fue una mentira
Repetida
Cultivada en las entrañas
De un sentimiento fértil
Ahora de nada valen mis reclamos
Si te aferras a tu verdad
Resaltando una estirpe inocente
Haciendo que vayan al precipicio
Tantas noches en vela
Tantos suspiros originales.
Tal vez te sientas prepotente
O un Adonis nítido
Perpetuando la persistencia
En cada pecho que destruyes
Pero tú pecado mayor
No son mis lágrimas
Serán las tuyas
Cuando descubras que no existo
Que llegó la mañana y no la sientes
Que perdiste en un instante
Tu anhelo superior
Mi sexto cauce