Extraño vergel
que nace y se fragmenta
Entre cicutas y
espinas
De nada vale
lanzarle abrojos
Lenguas
desatinadas
Peñuscos y
albaricoques
La tierra esta
maldita
Maldito están
los pies
Y hasta la buena
voluntad
Quién podrá
socorrer los abedules
La caña santa
Contagiadas con
la higuera
Todo se ha
vuelto un tabernáculo
Repleto de hojas
y pétalos desaliñados
Escorpiones
ocultos
Sanguijuelas de
barro sin coser
Encaprichadas en
torcer mis piernas
Sin darse cuenta
que ya no tengo piernas
Ni manos
Tan solo
rebuzno, y vuelvo a rebuznar
Quizás falte el
cerebro de otros tiempos
Junto al
escampavías
Que noche a
noche
Anclaba en mis
insomnios
Endemoniado
Y cavernícola
Mientras el comején
caía
Presuntuoso
De cada tabla
que cubría
Mi escondrijo
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“El mayor enemigo del hombre no es otro que su propio ego, pues este, mientras no está dominado, lo vuelve sordo y ciego al bien. Pero Dios le ha dado al hombre una amiga preciosa, su propia alma, que no ha dejado de hacerse escuchar por él y de guiarlo hacia la Luz que busca más o menos conscientemente”. Marie Corelli (1864-1924) Novelista británica.