Hombre de cuatro
rostros
Metido en un
socarrón
Atizado por el
fuego fatuo
Que sale de las
ojeras
De los aturdidos
La
insensibilidad se ha apoderado
De la flauta de
Amelín
Ya no se escucha
el canto amable
Ni las
disposiciones de auxilio
Todas las talas
se activan a una vez
Y ruedan las
cabezas
Los ojos
Y los
arquitrabes que sujetan
La estadía
Hombre de cuatro
rostros
Ya no queda ni
mi sombra en la pared
Me has
convertido
En insomne
pesadilla
Que deambula hacia
todas las estaciones
Sin encontrar la
suya
Me siento dentro
de un mantra
Desconocido
Búhos entonan su
mohín amargo
Los más
iracundos
Enfrentan el
sortilegio
Los demás se
cuelgan a las cien patas
Entumecidos
En una espera
larga
Que carece de
salida.